25 septiembre, 2020
En la Mixteca oaxaqueña, mujeres indígenas formaron un grupo para cuidar a otras mujeres que han sufrido violencia, en una de las regiones donde prevalece la pobreza y el machismo. Para salvar el reto del confinamiento, este año de pandemia diseñaron una guía para que las mujeres sepan qué deben hacer
Texto y fotos: Nathalie Gómez Cortés / Página 3*
TLAXIACO, OAXACA.- La violencia que sufrió en 21 años, hicieron que Violeta se quebrara en muchas ocasiones. Por ella y sus dos hijos, aprendió a protegerse, autosanar y a reconstruirse. Hoy enfrenta un divorcio, lejos de su agresor, con quien contrajo matrimonio hace 15 años.
Originaria de Veracruz, decidió hacer una vida en este municipio de la región Mixteca de Oaxaca.
“Pero todo comenzó cuando descubrí que me engañaba con otras mujeres. Al hacer el reclamo, fui golpeada, me sacó mis cosas y me fui a casa de mi madre. Él fue a buscarme con la promesa de que iba a cambiar, y al sentirme maniatada por tener a mis dos hijos pequeños, regresé con él”.
Aunque dejó de golpearla, la violencia psicológica nunca paró. Sus hijos se daban cuenta. Violeta les ha dicho que deben respetar a su padre y no “tomar partido” para que no crezcan con resentimientos; pero reconoce que en ellos hubo enojo e impotencia al ver cómo era tratada.
“No podía comprender por qué, encima de que me había engañado, me había golpeado; como si la que hubiera fallado fuera yo, yo que era una mujer de casa, vestía y calzaba como él quería”.
Además de humillación por no tener estudios y un trabajo, constantemente había amenazas, incluso de muerte si ella quiesiera involucrarse en otra relación sentimental. Otra, aún vigente, es que prefería abandonar su trabajo de intendente y luego profesor en una escuela, con tal de no darle pensión alimenticia a sus hijos.
Violeta recurrió a Dios porque no podía contarle a nadie más lo que le pasaba. Las mujeres que se atrevían a compartir experiencias similares, decían que eso era lo que les había tocado vivir y que debían aguantar, que eso venía ya de generaciones anteriores.
“Lamentablemente hay un gran machismo y las mujeres son muy sumisas en la región, donde se tiene que hacer lo que el hombre diga. Por eso, y por miedo, al principio, se detiene una mucho para separarse de la pareja y de todos los problemas que se van generando”.
Hace cuatro años recurrió a una abogada de la capital oaxaqueña para pedir ayuda; ella la refirió con Nduva Ndandi, asociación de Tlaxiaco que apoya a mujeres en situación de violencia.
Por esos días, cuenta, “la asociación no contaba con recursos económicos y yo no tenía claro lo que quería hacer porque mis hijos estaban más chicos; así que me brindaron una asesoría y ya no le moví más”.
Pero en abril de este 2020, una vez que su hijo menor cumplió 18 años, decidió regresar a la asociación, pues las amenazas continuaban.
Además de iniciar el proceso de divorcio, en el que su única petición es que apoye a sus hijos a concluir sus estudios, en Nduva Ndandi le brindaron ayuda psicológica “muy valiosa para sanar todas las heridas que quedan”. Esa ayuda fue fundamental para enfrentar el divorcio.
“Al confrontarlo, le dije ver que, si no había amor ni había nada que nos uniera como matrimonio, ya no tenía caso estar juntos; volvió a amenazarme; pero me armé de valor y le dije que todo el daño que me había podido hacer ya lo había hecho durante muchos años, que ya no tenía nada que perder”.
Ahora, Violeta busca su independencia económica. Regresó a su estado natal, está emprendiendo en la venta de pasteles caseros y su sueño es tener una casa propia, aunque sea humilde, “donde pueda disfrutar de una tortilla con sal, que ya no sepa amarga”.
Está segura que cada mujer puede evitar que las palabras le hieran; “todos podemos protegernos, sanar, salir adelante y ser grandes”.
Agresiones sexuales, intimidación, estupro, control psicológico-emocional, amenazas de muerte, feminicidios, son parte de lo que padecen mujeres en la Mixteca oaxaqueña, muchas veces en silencio, aunque cada vez más visibilizadas.
Esto es en buena parte por el trabajo de Círculo Profesional para la Formación con Equidad de Género. “Nduva Ndandi” (Un rayo del amanecer en lengua Mixteca), una organización de por mujeres que busca romper el machismo y generar cambios en su comunidad.
El grupo es coordinado por Areli López Quiroz; tiene una psicóloga, Rocío Pérez Torres, y una abogada y hablante de mixteco, Beatriz López Hernández. Ellas han atendido, sólo en el último año a 121 mujeres de diversas comunidades -80 por ciento de ellas, indígenas-.
La impulsora de la organización es Beatriz Hernández Bautista, quien en 2006 propició un proceso de formación de derechos humanos de mujeres en Oaxaca. Fueron las primeras ocasiones en las que se hablaba de situaciones comunes que giraban alrededor de las mujeres de la región; externarlas ayudó a encontrarle sentido a varias necesidades.
“Fue muy complejo abrir camino, porque te enfrentas al estigma, a la misma violencia, al señalamiento de que ya estás alborotando a las mujeres, que quién sabe qué quieres, por qué haces eso, genera incomodidad, por mi parte y la de Beatriz, fueron momentos, a veces, bastante violentos”, cuenta Areli López.
Una parte de la población de Tlaxiaco, ubicada a unas dos horas y media de la capital oaxaqueña, las veía con desconfianza: eran jóvenes -de 24 y 26 años-, abogadas, y solteras.
Pero eso no las detuvo y en abril de 2010 formaron la asociación civil que les permitió acceder a recursos para capacitar a las mujeres .
La violencia de género es compleja, reconoce Arely, “va desde cómo se vive en las relaciones de pareja, desde una construcción cultural-social de una sociedad, y a partir de ella, cómo nos construimos y cómo vivimos las mujeres en esta región multicultural”.
Las mujeres de Nduva Ndandi están conscientes de que en una región con comunidades indígenas, la lengua no puede ser un impedimento para brindar apoyo.
Por ello, Beatriz, la abogada, habla mixteco, lo que ayuda mucho para la traducción, y sobre todo, en la interpretación de las leyes, en las que muchas veces se usa un lenguaje muy técnico.
Porque ellas se han aprendido a mirar, no sólo como mujeres, sino como mujeres indígenas, lo que ha permitido también su participación en impulsar leyes al respecto.
Pero la pluralidad étnica de la región implica un reto. El año pasado, atendieron a 91 mujeres mixtecas, tres afromexicanas, una huave, tres triquis, una zapoteca, y 21 que no pertenecen a ningún grupo étnico. Eso implicó entenderse entre hablantes de mixteco, triqui, zapoteco y castellano.
El otro reto es la supervivencia económica. Desde el 2011, tienen el apoyo del Instituto de la Mujer Oaxaqueña, ahora la Secretaría de las Mujeres Oaxaqueñas (SMO).
Tienen un convenio a través del cual se les apoya económicamente durante seis meses, a veces siete, por un programa del Instituto Nacional de Desarrollo Social (Indesol), para atender a mujeres violentadas.
Esto permite solventar gastos de la oficina y pagar a quienes les dan atención y seguimiento a las mujeres durante todo el año.
El convenio con las profesionistas de Nduva Ndandi es que, el tiempo que no se cuenta con ese financiamiento, prácticamente medio año, atienden casos urgentes o extremos, y, cuando llegan los recursos, se vuelven a meter de lleno a la atención en oficina.
También buscan financiamiento para capacitación o formación en temas de derechos humanos, que les han permitido apoyar a mujeres de comunidades aledañas a la cabecera, que en algún momento fueron beneficiarias y ahora son integrantes activas.
Sin embargo, el recorte de recursos que hizo el gobierno federal hacia las organizaciones civiles impactó enormemente, pues asumen se trata de mujeres que viven en una de las regiones más pobres del país y que muchas veces no tienen una independencia económica.
Además, en muchas comunidades deben enfrentar reglas morales estrictas y un machismo que incluye a las autoridades que, en lugar de apoyarlas, les responden con regaños, les atribuyen la responsabilidad que el agresor tiene e incluso, hay fuga de información.
Por eso, muchas mujeres que sufren violencia, prefieren ir con Nduva Ndandi, en busca de ayuda de otras mujeres que están trabajando desde campo, «atendiendo situaciones que el gobierno no está atendiendo”.
Las mujeres cuentan que ha habido casos en los que es necesario refugiar a la víctima por el grado de violencia, que prácticamente representa que, si no se sale de su domicilio, la pueden matar.
Desde que inició la contingencia sanitaria de covid-19, el gobierno local cerró entradas y salidas, y las dependencias suspendieron la atención al público, lo que provocó una baja tasa de contagios tan alta como otros municipios de la zona. Pero sí generó una afectación económica y de acceso a las instituciones de procuración e impartición de justicia.
“Hemos notado que lo que ya se tenía avanzado en cuanto a derechos humanos de las mujeres, ha sufrido un retroceso durante esta pandemia; por el incremento de la violencia de género en todos los espacios y la precarización de la vida que se está dando y que afecta más a las mujeres”, dice Arely
Tan sólo de marzo a agosto, se atendió a 43 mujeres que han sufrido violencia en esta parte de la región, casi la mitad de lo que se atendió todo el año pasado (121).
Por la contingencia, Nduva Ndandi da seguimiento a los casos vía telefónica, situación complicada dado que, en la Mixteca, la mayoría de las comunidades carece de señal.
Los casos de riesgo los atienden personalmente en la oficina, cuidando las medidas sanitarias. Pero la parte legal de los casos que llevan no ha podido revisarse.
También atienden casos prioritarios relacionados con menores o violencia de género. Para hacerlo, hay que seguir todo un protocolo, que incluye sacar cita, explica Areli.
Para enfrentar el reto del distanciamiento social, decidieron recopilar el aprendizaje que tienen en un pequeño folleto.
“Cuando empezó la contingencia nos preguntamos, ¿y ahora cómo le vamos a hacer?, por lo que decidimos lanzar un folleto que a la organización le ha servido como guía”, explicó.
“Herramientas de autocuidado desde la comunidad ante la violencia de género por la contingencia del Covid-19”, pretende ser una guía básica para aquellas mujeres que requieren de información para saber qué hacer cuando están viviendo algún tipo de violencia. Contiene también elementos básicos para el cuidado personal y familiar, desde los recursos locales.
Ocurrió el año pasado: una adolescente se sintió mal en la escuela. La llevaron al médico y se descubrió que estaba embarazada, producto de la violación de su padre biológico.
Al ser menor de edad, cumplía con el protocolo para dar parte a la autoridad del municipio; peor las autoridades mandaron citar al padre, le pusieron una multa y lo dejaron irse.
Un tío de la menor se inconformó por el procedimiento, sus familiares sacaron a la chica de su casa y la llevaron a su comunidad de origen; luego contactaron a una organización de Tlaxiaco y ésta derivó el caso con Nduva Ndandi.
“Cuando llega con nosotras, nos explica que había acudido a la Fiscalía a interponer su denuncia; pero ahí le preguntaron si estaba segura de lo que haría, porque se trataba de su papá; le advirtieron que con eso lo metería a la cárcel y no podría salir, tratando de persuadirla para que no procediera en su contra”, cuenta Arely.
En la organización le dieron apoyo psicológico y legal y le ayudaron a llevar el procesos de dar en adopción a la niña que tuvo.
“Fue una situación muy fuerte; pues más allá de una razón lógica de por qué darla en adopción, en el proceso de maternidad se forma un lazo afectivo; y aunque estaba consciente de que eso iba a pasar, al momento de entregar a su hija, fue un golpe emocional muy fuerte”.
Hasta la fecha, la joven recibe apoyo psicológico que, por la pandemia, se ha hecho vía telefónica. Pero el proceso legal, que de por sí podría tardar años, por el momento está en pausa.
Uno de los primeros casos que acompañaron en la organización fue el de la familia de una mujer asesinada en 2011. El feminicida era policía municipal en su localidad y era constante la violencia física. En una discusión, frente a sus cinco hijos, la mató y se dio a la fuga.
Nueve años después no ha sido detenido. Pero hace tres meses, un familiar de la víctima recurrió nuevamente a la asociación porque había recibido la visita de policías para preguntarle sobre el caso, ya que por la alerta de violencia de género que se dio en el 2018 para el estado de Oaxaca, se comenzarían a revisar estos feminicidios.
“Sentimos que es la manera política del Estado para decir que están atendiendo, pero en realidad no ha habido una investigación como tal”, dice Arely López Quiroz, quien considera que las alertas de género han servido para evidenciar la violencia que se ejerce en contra de las mujeres; pero no hay acciones de atención .
Nduva Ndandi pidió que se instalara el consejo para la alerta de género de Tlaxiaco, y organización de mujeres formó parte de dicho consejo.
Sin embargo, el presidente municipal que entró en funciones en diciembre de 2019 no ha sido receptivo al tema y, por el contrario, “bloqueó” a la organización; argumentó que no tenía conocimiento de lo que hizo la administración anterior porque no dejó archivos.
“Ha habido mucha negativa a hablar y pareciera que el decirle que hay una alerta y que hay que hacer cosas, es como si le echáramos la culpa de algo o lo provocáramos y eso no le permite dimensionar que tiene una responsabilidad de generar acciones de atención”.
La Vicefiscalía Regional de Justicia en la Mixteca, reconoció que “ésta es una región muy violenta hacia nuestras mujeres, donde la sociedad influye mucho desde la educación de niñas y niños, por lo que es importante combatir los delitos desde los hogares”.
La dependencia ha atendido principalmente violencia doméstica, delitos de naturaleza sexual, homicidios dolosos contra mujeres y feminicidios.
En 2017 se abrieron en la Mixteca ocho carpetas de investigación por homicidios dolosos contra mujeres, cuyo número de víctimas mujeres varía. En ese año hubo 12; al año siguiente fueron 13 (con un total de 17 víctimas) y en 2019 hubo 11 carpetas de investigación (con 12 mujeres asesinadas).
En cuanto a feminicidios, en 2017 hubo tres carpetas iniciadas; en 2018, cinco casos; y cuatro carpetas en 2019 (con seis asesinatos).
El vicefiscal en la región, Jorge Alberto Flores Sánchez, asegura que el modelo de gestión que ha propiciado la Fiscalía General de Justicia en el Estado de Oaxaca agregó un “tercer piso donde se están llevando solamente delitos de alto impacto (homicidios, secuestros, extorsiones) por un lado, y, por otro lado, los delitos por razón de género y hacia menores”.
El funcionario dice que hace falta fortalecer la infraestructura de todo el país para atender la violencia de género, mayor especialización de ministerios públicos, policías y demás funcionarios, por lo que la instancia reforzó el equipo interdisciplinario con la integración de… un médico y una psicóloga.
Una de las dificultades que enfrentan las mujeres al recurrir a la instancia, es que las víctimas deben pasar por filtro en el que son atendidas por una persona a la que le tiene que brindar información de su denuncia.
“Pero en este proceso, se está generando bastante violencia porque el personal no está debidamente capacitado y es común que, si no ven golpes en una mujer, no lo consideren violencia y hay casos en los que, aunque se configure, les sugieren que se vayan a conciliación para evitar problemas”, lamenta Areli.
Tampoco tienen herramientas para enfrentar situaciones muy particulares, como la venta de mujeres, que se ha reportado en comunidades mixtecas.
Hace dos años, Nduva Ndandi atendió a una mujer del distrito de Juxtlahuaca, a quien, por la dinámica de usos y costumbres, su familia había vendido. Pero la joven se escapó y al pedir apoyo, encontró a la organización.
Ellas dieron el acompañamiento a la joven, quien decidió regresar con sus familiares, “hablando de una forma diferente para hacerles ver que ella no quería estar con la persona con la que la habían dado; se hablaba que por una casa”.
Otra mujer llegó hace dos año huyendo de su pareja, un hombre 10 años mayor, quien, en un intento de controlarla para que no saliera de su casa, incendió la casa en la que vivían, y le dejó en claro: “esto puedo hacer contigo, si no estás conmigo”.
Dice Areli que cuando todo se complica, personal o administrativamente, a las integrantes de Nduva Ndandi les reconforta darse cuenta de los cambios que se van generando, cómo hay mujeres cuya vida se va transformando.
También les compromete el estar conscientes de que es la única organización de la Mixteca que trabaja para prevenir y combatir la violencia de género.
“Hemos aprendido a mirar como mujeres, a veces como compañeras, de repente como rivales, como socias en muchos sentidos, lo que ha ayudado a un crecimiento, construcción y reconstrucción como personas”, dice.
Casi al final de la entrevista, destaca la importancia de fortalecer el trabajo en favor de las mujeres, de la mano con las instituciones y los medios de comunicación, para que la información sea más accesible y más acorde a la realidad que se está viviendo.
La asociación tiene su sede en la calle de Itandeca No. 24, Unidad Habitacional Ita-Luu, Barrio San Miguel, en el municipio mixteco de Tlaxiaco, Oaxaca. Su teléfono es (953) 5520700 y el correo electrónico: circuloequidad@hotmail.com
*Este trabajo se realizó con el apoyo de:
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