Para muchos, la pandemia ha cambiado nuestra manera de visualizar el trabajo y ahora que en el mundo se busca volver a la ‘normalidad’, las empresas tienen el gran reto de evolucionar, pero la gran pregunta es ¿cómo lo harán?
Cynthia Rodríguez
Mis padres son jubilados de la Comisión Federal de Electricidad y hace unos días mi hermano y yo recordábamos cuando nuestra madre nos enviaba a las oficinas generales ubicadas en Río Ródano a hacer algunos cobros que tenía por ahí pendientes.
Ella tenía dos objetivos, uno: que recuperáramos parte de su dinero y dos: que nos fuéramos familiarizando con el ambiente de ese lugar. Tenía la esperanza de que sus hijos, o al menos uno, siguiéramos la tradición de trabajar ahí, pero (y hasta ahora lo dijimos) a ninguno nos gustaba.
Con la imagen que nos quedábamos cada vez que íbamos a la CFE era con un montón de gente detrás de su escritorio haciendo básicamente nada o, dependiendo la hora, organizando el desayuno, o las bromas entre compañeros, en una especie de recreo entre adolescentes de más de 40 años que sólo esperaba la hora de la salida para ir a checar su tarjeta y continuar con la vida más allá de la paraestatal.
Ahí, como en muchos otros lados, los trabajadores cumplen con un horario, trabajen o no, que en el argot popular se le llama cumplir con “horas-nalga”, pues antes de la pandemia no se podían evitar los horarios de entrada y salida. Para quien no los cumplía, había siempre sanciones administrativas.
Con esto no quiero decir que los trabajadores de CFE o de cualquier otra empresa pública o privada vayan a sus oficinas a perder el tiempo; es sólo un recuerdo de cómo visualizábamos nosotros a aquellas personas que, parecía, no tenían en realidad un verdadero trabajo que desenvolver cuando nosotros llegábamos.
Pero justo este recuerdo viene a colación porque con la pandemia muchas dinámicas de los trabajadores han cambiado.
Hace unos días, se viralizó un video belga publicado en youtube (going back to the office – YouTube) donde un padre de familia (con traje y corbata) va caminando con su pequeña hija, quien lo va acompañando a su oficina después de casi dos años de trabajo en casa.
“No quiero ir”, le dice con un puchero en la boca el papá a su hijita, quien le responde animada: “Vamos, verás a tus amigos Luk, Rita y Mark”. Mira, también está Steve de la contabilidad”, y sigue: “¿te acordaste de traer tu lunch? Ten, te doy una galleta”, jalando al papá hacia su empresa, quien finalmente entra llorando a su oficina.
Un video que trata de desdramatizar lo que millones de trabajadores están pasando en estos momentos en todo el mundo, pues la decisión de trabajar en casa (con todos sus pros y contras), visto a la distancia, no resultó tan difícil como, al parecer, sí está siendo la decisión de hacer regresar a los trabajadores a sus oficinas.
En Estados Unidos y en Europa principalmente se han realizado ya varios estudios al respecto, pues en muchas empresas son decenas de trabajadores que, a pesar de la mala situación económica, están renunciando porque ya no quieren saber nada de su antiguo trabajo, del jefe, del ambiente laboral, aunado a que en algunas ciudades el tiempo invertido para llegar y regresar del trabajo es demasiado.
Anthony Klotz, profesor de Administración en la Mays Business School de Texas, ha llamado a este fenómeno de personas que ya no quieren regresar a sus trabajos como la “Great Resignation” por la cantidad de renuncias que ha habido este año.
Un análisis de Microsoft afirma que el 40 por ciento de la fuerza de trabajo global está pensando en renunciar antes de que acabe el año. Ante esto las empresas públicas y privadas están flexibilizando el regreso, es decir, hacer que los trabajadores (aquellos que pueden) continúen algunos días su labor desde casa, aunque hay muchas otras que no han hecho cambio alguno.
Así, con el pasar del tiempo y después de casi dos años de crisis sanitaria, muchas empresas han comenzado a plantearse las bases de la organización del trabajo en un futuro muy próximo.
Desde el inicio de la pandemia, con los centros desolados, ya muchos comenzaban a preguntarse cómo sería este futuro, donde también se ha estudiado que el trabajo en presencia alimenta la innovación, lo cual incide en la productividad mucho más que un trabajo quizá más intenso pero llevado a cabo en solitario.
Casi como lo que ocurre con las clases a distancia donde, al cabo de todo este tiempo, los resultados son estudiantes desinteresados y con graves atrasos, en la gran mayoría de casos.
El reto en esta nueva etapa, será buscar entre la creatividad para que todos quieran regresar a trabajar, donde por supuesto, la ecuación “horas-nalga” ya esté fuera del panorama laboral.
Periodista mexicana radicada en Italia, donde ha sido corresponsal para varios medios. Autora del libro Contacto en Italia. El pacto entre Los Zetas y la '
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