Una pesadilla llamada ‘Green pass’

18 septiembre, 2021

En menos de un año llegaron las vacunas y cuando muchos creíamos que con ellas las restricciones acabarían, no ha sido así, pues a pesar de que las vacunas pudieran ser de lo más colectivo que existe, la desinformación y el miedo se ha adueñado de un buen pedazo de la población.

@cynthiaitalia

Hace 20 meses, cuando la pandemia inició, las restricciones a la movilidad no se hicieron esperar.  Fue justo Italia, uno de los países que sufrió con más rigor el confinamiento. Aquí no había opción. Durante los primeros tres meses, desde que el 22 de febrero se declarara la emergencia sanitaria hasta el 18 de mayo del 2020, prácticamente toda la población se encerró en sus casas a excepción de aquellas personas cuyos trabajos eran considerados esenciales.

En esos meses, la gran mayoría de habitantes teníamos poquísimos permisos para poder salir de nuestras casas. Sólo se podía salir para comprar alimentos, medicinas y, quizá, algunos minutos para pasear al perro, para quien lo tuviera.

No se podía comprar otra cosa que no fuera eso (comida y medicinas), pues hasta dentro de los supermercados todos los anaqueles con otra clase de objetos fueron cancelados. Nadie podía comprar ropa, trastes o colores para los niños, por ejemplo.

La razón que daban las autoridades era que ninguno podía invertir más tiempo afuera pues el virus circulaba con tanta fuerza que los hospitales y crematorios no se daban abasto para atender los miles de casos de enfermos y decesos que se presentaban al día. Literalmente, en esos días no había respiro.

Ya para ese entonces, las dinámicas en toda la Unión Europea habían cambiado. El cierre inmediato de fronteras fue la acción más eclatante en ese primer periodo, pues quedó establecido de un día a otro, los ciudadanos de 27 países que la conforman ya no podían moverse libremente. En un principio, a casi nadie le afectó, pues nadie salía, sólo se convirtió en un problema para a quienes la emergencia los agarró fuera de su patria.

Así, poco a poco, se fueron perdiendo algunos derechos pero que, frente a lo que estaba ocurriendo en el mundo a causa de la pandemia, era lo menos grave.

Después, en menos de un año llegaron las vacunas en un tiempo récord y cuando muchos creíamos que con ellas las restricciones acabarían, no ha sido así, pues a pesar de que las vacunas pudieran ser de lo más colectivo que existe, la desinformación y el miedo se ha adueñado de un buen pedazo de la población.

Hoy, como nunca, la información científica se ha convertido en objeto de debate, en gran medida gracias a las redes sociales, donde lo mismo virólogos, que inmunólogos, políticos o conductores, han podido ocupar espacios comunicativos dando su opinión personal, algo que, en general, es legitimo pero que cuando se trata de algo científico como son las vacunas y su importancia, se convierte en un riesgo. 

Riesgo, porque además la desconfianza ha sido instrumentalizada por los partidos de extrema derecha y por los movimientos antivacunas que, por lo visto, no dan tregua. Apenas este sábado miles se manifestaron de nuevo en algunas de las principales ciudades italianas.

Y justo aquí, donde durante todo este tiempo Italia ha sido como un laboratorio social para el resto del mundo, las medidas por parte del gobierno también se endurecen día con día.

Ya desde el 6 de agosto, el pasaporte sanitario se hizo obligatorio para poder entrar a restaurantes, museos, cines, teatros, estadios, gimnasios, salas de juego, piscinas y sobre todo para poder viajar.

Luego la medida se extendió. Ya no sólo fue no poder salir a divertirse, hacer deporte o comer fuera, la medida se alargó a poder enseñar y estudiar cuando se decidió que el ‘Green pass’ era necesario para las escuelas, pues quedó establecido que tanto maestros y estudiantes para poder frecuentarlas, tenían que estar vacunados, obviamente los alumnos mayores de 12 años.

Con estas medidas, Italia alcanzó hace unos días que el 80 por ciento de su población ya estuviera vacunada. Sin embargo, para el gobierno no ha sido suficiente y va por más.

Apenas este jueves, el Consejo de Ministros aprobó por unanimidad el nuevo decreto que extiende el pase verde o ‘Green pass’ a todo el mundo laboral, público y privado, que será válido a partir del 15 de octubre.

Un punto de inflexión, que ve a Italia como pionera en Europa. Ahora la certificación verde es obligatoria para 23 millones de personas: trabajadores de la administración pública, grandes y pequeñas empresas privadas, además de trabajadores autónomos como taxistas, niñeras, amas de casa y cuidadores.

Para estar exento se necesita un certificado médico, de lo contrario, las sanciones son muy duras, incluida la suspensión del trabajo y el salario. 

Una disposición que para quienes aún y a pesar de todo, no quieran o teman vacunarse, tiene un costo semanal de hasta 180 euros, es decir, más de 4 mil pesos, pues el costo de cada prueba rápida (con duración de 48 horas) cuesta 15 euros para adultos y 8 para menores.  

El trabajador público que no cuente con el pase verde «se considera ausente injustificado hasta la presentación del certificado». Después de 5 días de ausencia, se suspende la relación laboral y no se adeuda el salario desde el primer día de suspensión.

Cualquiera que sea sorprendido sin un pase verde en el lugar de trabajo arriesga a una multa de entre 600 y mil 500 euros. Los trabajadores que no realicen los controles corren el riesgo de ser sancionados con una multa de entre 400 y mil euros. 

Para el gobierno italiano no hay marcha atrás. Sin embargo, el descontento en varios sectores comienza a crecer, pues las restricciones en nombre de la pandemia no terminan, y de hecho, se incrementan día con día.

Hace unos días, Massimo Galli, uno de los virólogos italianos más importantes durante esta pandemia, recordaba que una epidemia como esta no se veía desde hace un siglo.

“Covid-19 ha enfatizado la precariedad de la vida humana. Es como si la gente pensara que con la tecnología, la medicina podría salvarnos de todo aquello en lo que siempre viviríamos felices para siempre. En cambio, los jóvenes de hoy se lo contarán a sus nietos”.

Galli, como millones de personas, desea que la memoria de lo que hoy estamos viviendo, nos ayude a construir un sistema de salud lo suficientemente fuerte para evitar que algo así suceda demasiado pronto, incluidas las tantas restricciones a las que hoy, desgraciadamente, nos hemos acostumbrado.

Cynthia Rodríguez

Periodista mexicana radicada en Italia, donde ha sido corresponsal para varios medios. Autora del libro Contacto en Italia. El pacto entre Los Zetas y la 'Ndrangheta, sobre los lazos entre uno de los grupos criminales más antiguos del mundo y uno de los cárteles emergentes más temidos de toda la historia en México. Tiene una maestría en Migración por la Universidad de la Sapienza y otra sobre Combate a la criminalidad organizada y la Corrupción por la Universidad de Pisa.