Durante la pandemia, estas madres de familia con distintas circunstancias comparten un común denominador: trabajan más y tener tiempo para ellas es casi imposible
Texto: Vania Pigeonutt
Foto: Especial
Para llegar del trabajo que conserva a su casa, Mayra hace casi dos horas. Trabaja cerca del Metro Chapultepec y vive por Los Reyes, al oriente de la Ciudad de México. Para ella la pandemia ha modificado su rutina, pero sobre todo sus ingresos. Hacía trabajo del hogar doméstico en cinco casas y de ésas, sólo le queda una, que le absorbe todos sus miércoles.
Este miércoles se siente particularmente frustrada. Piensa que antes de que el gobierno mexicano determinara las medidas de “Sana Distancia” y “Quédate en casa”, aún podía disfrutar de unas galletas o un helado con sus hijos de 16, 13 y 9 años. Pero ahora que pasa más tiempo con ellos, paradójicamente, no le alcanzan sus ingresos para hacerlo.
Cuenta mientras realiza su rutina de todos los miércoles, ahora de regreso a su casa de casi dos horas, lo difícil que le es todo, y lo que vendrá. Mayra es madre soltera y necesita un Plan B, para poder mantener a sus hijos y pagar la renta.
“En el Metro todavía hay mucha gente. Yo tomo mis precauciones. Me pongo mi cubrebocas, unos guantes y traigo mil gel antibacterial. Desde que empezó esto, varios trabajos me dieron las gracias y, a excepción de una chica, ella aunque no vaya a trabajar, me paga. La mayoría me descansó. Ya no quisieron que fuera a sus casas. Por lo mismo que tenían pendiente que los fuera a contagiar. Yo ando en la calle, en el Metro”, cuenta.
Pie de página entrevistó a mamás que en diferentes circunstancias hacen frente a la pandemia y aprenden nuevas rutinas de estos días de encierros obligatorios y clases suspendidas.
Han estado más con sus hijos, algunas enfrentan la situación trabajando en la calle, como Mayra, y otras que pueden hacer trabajo en casa comparten cómo dividen su tiempo con sus hijos y todas sus tareas adicionales. El común denominador es que trabajan más y el tiempo para ellas es casi imposible.
Por ejemplo, Mayra, dice que se siente impotente, porque su jefe, quien trabaja desde su casa cuidando a sus dos hijas, la trata como si le estuviera haciendo un favor al sostenerle el trabajo. “Hazme esto, hazme aquello”, le dijo este miércoles. Ella se inconforma por labores que no tenía que realizar de nueva cuenta, como volver a tender una cama o lavar ropa, cuando ya se iba y le dijo que agradeciera que la contrataba.
“Ahorita es el único trabajo que tengo, por eso ya no le dije nada. Mis hijos están en el programa de Mi beca, los dos más chicos. Cada mes depositan 300 (pesos) y ahorita en abril depositaron 500 más”. Explica que con ese dinero ha sostenido los últimos días. Su apoyo más cercano es su mamá de 63 años, una mujer dedicada al igual que Mayra al trabajo doméstico que pasa la misma situación que la hija.
Aunque todo es diferente en pandemia, para ella la rutina sólo cambia porque sus hijos no van a la escuela. El mayor que va a la prepa. Cuida de sus hermanos todo el día, pero este miércoles que llegó casi a las diez de la noche, iba muy preocupada.
La rutina de Mayra consiste en levantarse a las 7 y media como si sus hijos fueran a la escuela, porque se acostumbraron.
“Tengo el apoyo de la Liconsa, voy por leche, y hay que darle de desayunar a los hijos y de ahí hay que hacer el quehacer de su pobre casa y hay que apartar agua, porque a las diez de la mañana deja de caer agua allí, hay que apartar agua, yo vivo en el primer piso, tengo que subir agua ya mis hijos me ayudan y ya, me meto a bañar y es cuando salgo para el trabajo”.
Dice que estos días son particularmente agotadores, porque además trata con sus tres hijos, que ahorita están desesperados por querer salir.
“Lo que me preocupa que este mes cómo le voy a hacer para pagar mi renta, para pagar un teléfono en mensualidades que saqué para mi hijo y no tengo para pagarlo. Estoy pensando en pedir prestado, pero la mayoría no te quiere prestar porque todos tienen ese pendiente de que todo va a subir, de que todo va a estar por las nubes, para comer, la renta, el pasaje, todo”, narra.
Mayra considera que gente que trabaja informalmente es más y necesita más apoyo. No está equivocada, en México de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), del Instituto de Geografía y Estadística (INEGI), 31.3 millones de personas trabajan en la informalidad, esta cifra aumentó el 2 por ciento con respecto al 2018.
El Plan B de Mayra es juntarse con una vecina de la tercera edad a quien despidieron de su empleo en una cocina económica, porque no podían mantener su sueldo ante la falta de ventas, y vender comida, tortas, ensaladas, hot dog, lo que sea necesario para mantener sus gastos.
Estos días ha pensado que la vida le da más pruebas. De regreso a casa, mientras sortea el Metro y las calles, dice: “sí me da pendiente dejarlos todo el día, porque mi hijo es adolescente y no vaya a caer en alguna mala tentación, porque tengo unos vecinitos medio locochones, que hay andan fumando, drogándose”.
Gabriela es una diseñadora que tiene dos hijos, Nicolás de cinco años y Romina de 9. En estos días ha enseñado a sus hijos a realizar labores domésticas, a cuidarse mutuamente y el valor que tiene la familia, el estar juntos. Pero tampoco tiene mucho tiempo para hacer todas sus actividades. A veces, cuenta, se le empalman sus trabajos con las tareas de los niños. Se esfuerza el doble para que no pierdan el ritmo de la escuela y no se siente una autoridad escolar.
–¿Cómo he modificado mi rutina con mis hijos?–
De todo a todo, en ventajas me levanto más tarde, pero sigue siendo el mismo plan, digamos. Yo trato de seguir los mismos horarios que tenían de comida, y cosas así de la hora de dormir, del baño. Esas cosas trato de seguir una rutina para que no se me desenganchen tanto. Ya lo que es viernes y sábado, sobre todo, los suelto un poquito más, pero la rutina no ha cambiado en sí.
Hice fue una hoja, como un calendario. Entonces les puse a qué hora se tenían que levantar, de qué hora a qué hora íbamos a hacer ejercicio; de qué hora a qué hora íbamos a hacer las cosas de la escuela; luego les puse ayuda en casa; tiempo libre la comida; alguna manualidad, hice un horario; y con base en eso si cumplían con esas tareas, les puse como una tiendita para que ganaran puntos y cambiaran esos puntos. Y así le hice las dos primeras semanas antes de vacaciones.
Ya ahora en las dos semanas de vacaciones, no los solté en cuanto a la escuela, lo demás lo dejé. Sí hicimos cosas de escuela y todo, porque a mí me preocupa mucho el hecho de que cuando regresen, regresen todos burros. De por sí que ya la costumbre de la levantada temprano. Como la rutina que ya teníamos sí es totalmente diferente, en cuanto el horario de levantarnos, de todo, de muchas cosas. De que nuestra rutina es mucho de correr. Todo el tiempo estamos corriendo, ellos son niños de estancia, entonces todo el día están fuera de casa y ahora todo el día dentro de la casa, entonces pues sí, ha sido muy diferente.
Les he explicado la situación, que no estamos aquí por gusto, que no estamos porque queramos estar; que no son vacaciones; que es un problema mundial. A pesar de todo eso y de que yo les he explicado y les he dicho y todo, no los siento preocupados. Sí, de repente sí me dicen, ¿cuándo vamos a regresar? Ya extraño a mis amigos, o cosas así. Sobre todo a Nicolás le ha pegado mucho, porque Romina como está más grande ya tiene un par de amigos que de repente se conectan en línea y pues se ven, hablan o lo que sea, y es como diferente a Nicolás.
Sí, por ejemplo, cuando les dije en Semana Santa, «ay, ahorita estaríamos en San Luis», o cosas así, Nico como que sí se enojó y me dijo: ¡Ay, maldito coronavirus! Sí es algo que a él sobre todo como que añora mucho. Ya quiere regresar y todos los días me pregunta: ¿y hoy, qué día es, y cuántos días faltan?
Ella comparte las labores de casa con su esposo, pero la demanda de cuidados y revisión de tareas recae en ella.
Yuri Guzmán es una reportera financiera cuya pareja también lo es. Sus rutinas han cambiado y tienen más tiempo en familia. Pero ella no ha podido leer un libro ni tenido tiempo para sí misma durante este mes en cuarentena por el covid–19. Considera que ha habido cosas positivas, como los cuidados en casa. Y le sorprende cuánto han tolerado su hijo Mateo de casi 10 años y Paolo de 4 el encierro.
–¿Cómo ha modificado tu rutina con tus hijos la covid19?
–Cambió mucho. Las mañana que utilizaba para avanzar en trabajos, para hacer entrevistas o realizar notas, ahora las dedico al desayuno, limpieza de cocina y los niños. Con mi esposo dividimos tareas y así la carga es más ligera. Si tengo algo importante que hacer, él se hace cargo de los niños y viceversa.
La rutina cambio en los horarios, de levantarnos temprano ahora nos damos una hora o dos más de sueño. Al principio quisimos establecer un horario familiar de ejercicios, sin embargo por el trabajo nos fue imposible cumplir con eso.
Y ahora después del desayuno los niños toman las clases de Aprende en Casa a través de Once Niños y Niñas, mientras mamá y papá trabajan, dependiendo de la carga de trabajo que tenga cada uno es cómo se realizan las tareas de la casa. Mi esposo se encarga de la cocina y entre los dos vemos la atención con los niños, lecturas, juegos, tv, videojuegos.
Debo confesar que al principio coordinar la atención didáctica con ellos y los tiempos de trabajo fue complicado, porque todo el día quería estar al pendiente del trabajo, revisar las redes sociales, estar al pendiente de las noticias del sector negocios y finanzas, que por ciento aumentaron mucho, y subirlas al portal y las redes al momento. Pero me di cuenta que eso me quitaba todo el tiempo y prestaba poca atención a los niños.
Ahora con las modificaciones que se aplicaron al programa de clases en línea sí es necesario implementar un “horario escolar” con los niños. Unas dos horas por la mañana, por niño, donde ayudemos a que realicen los ejercicios que envían los maestros.
Lo que me preocupa de estos ajustes de clases en línea es que son más exigentes, son dos o tres trabajos por materia y se requiere muchas veces de internet, de papelería, de más tiempo para ayudar a los niños a resolver los cuestionamientos y muchas mamás aún tienen que salir a trabajar o realizan home office y su trabajo también es muy demandante.
Dejé de llevar a mis hijos una semana antes de la fecha que estableció la SEP, fue difícil, en esos días pedía las tareas que dejaba el maestro y los ponía a resolverlas. Luego nos enviaron trabajos.
Para que los niños no se retrasen he tratado de realizar dinámicas de lecturas, de escritura y algunas veces de matemáticas.
Por ejemplo, mi niño pequeño de cuatro años estaba aprendiendo a contar y leer y para que continúe con eso, hacemos juegos con letras y números para que no pierda el hilo que traían.
Cuando comenzamos el encierro les explicamos que estaríamos encerrados en casa muchos días, que es para no contagiarnos y que no podemos tener contacto con los demás, que debemos lavarnos las manos muchas veces al día. A pesar de que es una situación complicada, me ha sorprendido como han vivido la cuarentena, están aguantado el encierro.
A veces veo que se desesperan, se ponen de mal humor, irritables y cuando pasa eso, hacemos un stop laboral para realizar algún juego con ellos, pintar, bailar, ver una película en familia, abrazarlos y eso los tranquiliza, después de eso se vuelve a comenzar de cero. Paolo añora la escuela, me pregunta qué día es y si ya puede ir, regresar. Mateo extraña a sus amigos, no a la escuela, a veces hace videollamada con uno de ellos y eso los pone de buen humor.
Añoran también poder visitar a las abuelas. A Mateo le preocupa la salud de las abuelitas, cuando habla con ellas les pide que por favor no salgan ni que reciban visitas.
Me ha gustado pasar más tiempo con ellos. Nos estamos conociendo más y aprendiendo a ser tolerantes entre todos. En nuestro caso, quien siempre está fuera de casa es mi esposo, entonces ahora que está más tiempo nos estamos disfrutando más como familia.
Él está teniendo más tiempo con los niños y eso me ha ayudado para desahogarme un poco de mi labor de mamá. Como mujeres asumimos que las tareas del hogar nos corresponden a nosotras, un día estaba muy cansada, tenía cólicos y solo quería estar estar recostada pero me preocupaba la cocina llena de platos sucios, esa mañana mi esposo se hizo cargo de eso y de los niños.
Ahora con todos en casa no he tenido tiempo para mí, para estar sola conmigo, creo que es cuestión de organizarme para tenerlo. Para poder ver una película, leer un libro, hacer ejercicio. Necesito establecer horarios, por ejemplo para las tareas de los niños, el trabajo, la casa, tiempo en pareja y para mí.
Andrea ha tenido que lidiar con su hija de un año de edad.
– ¿Cómo ha modificado tu rutina la pandemia?
No tengo tiempo de hacer nada, estoy trabajando en la casa y la mayoría de los jefes no entiende que tengo una hija en casa que demanda tiempo, atención y cariño. Mi hija parece tener más energía de lo normal, tiene menos siestas y aunque trato de ponerle actividades todo el tiempo, a veces es imposible.
Mi hija ha dejado de comer, me di cuenta que prefiere la comida de la guardería a la que le hago en casa.
Despierta muy temprano le preparo el desayuno, eso puede tomar unas horas, porque de distrae mientras come, para las nueve de la mañana ya tengo que atender llamadas, estar conectada para las juntas o mandar cosas al trabajo. Nos acabamos de cambiar de departamento y eso ha incrementado las tareas en mi casa, para mantener el orden.
Mi pareja igualmente trabaja desde casa y es imposible que ambos trabajemos al mismo tiempo, pues alguien tiene que atender a mi hija. Hacia el mediodía comienzo a preocuparme por lo que comeremos, trato de hacer comida los fines de semana para que rinda toda la semana y le dedique menos tiempo en la semana a esto. A veces mi pareja solo baja algo del congelador, pocas veces comemos juntos, porque de nuevo, nuestros horarios están totalmente descoordinados. El trabajo que solía terminar a las 5 o 6 de la tarde en la oficina se extiende hasta las 9 o 10 de la noche.
Mi hija tiene apenas dos años, desde los 6 meses va a una guardería, donde le han enseñado algunas cosas pero sobre todo ha desarrollado mucho mejor sus habilidades sociales. Ahora que está en casa todo ello es más complicado. Aunque trato todo el tiempo de ponerle actividades para que desarrolle sus capacidades de concentración que esté en un juego el mayor tiempo posible, que pase un buen rato haciendo legos o armando algo, aunque honestamente eso no ha sido del todo efectivo. Mi hija tiene ratos de solo hacer berrinches, de estar molesta, de no querer nada y ahí es cuando mi pareja o yo sólo la abrazamos.
Es muy pequeñita para entenderlo, pero sí trato de hacerle entender siempre porque estamos los tres juntos todo el día en casa. Lo complicado puede ser volver a la guardería
¡(He aprendido) que la paciencia es una virtud muy importante!, que los niños son seres muy inteligentes y que solemos menospreciar su inteligencia. Desde que nació he criado a mi hija sin violencia, sin gritos ni regaños, por mucho que me cueste trabajo mucho más en esta contingencia, pero creo que voy por el camino correcto. Quiero que mi hija sea una mujer de mucho razonamiento, que comprenda desde ahora sus emociones para que pueda equilibrarlas y controlarse. He aprendido lo importante que es el diálogo.
(El trabajo doméstico), pues esa carga es casi siempre mía, aunque mi pareja hace en algunas tareas, son muchas más las que hago yo, sobre todo porque el sí sale a ratos a hacer cosas del trabajo. Solemos dividirnos las tareas, como él barre y yo trapeo, pero esa división es una vez por semana. En el día a día, las tareas en la casa se multiplican mucho más si estas dentro de ella y con una niña en casa, es una locura.
Nunca tengo tiempo para mí, con pandemia o sin ella, nunca.
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