Las resistencias de los pueblos 

24 octubre, 2023

Microfilme Postal, columna de opinión por Daliri Oropeza Alvarez

De Palestina a la Selva Lacandona, en este tiempo de guerras que vivimos, los pueblos ponen de frente las posibilidades para resurgir, renacer, resistir, enraizar y germinar la vida en las piedras y ruinas que dejan el genocidio, la narcoviolencia en el mundo

Por Daliri Oropeza Alvarez / @Dal_air 

Aprendo qué es la Hakura en Palestina gracias a Natasha Aruri. Es una mujer alta para el promedio que somos en México. Desde que la vi sentí mucha simpatía por el modo que sonríe. La conocí en el encuentro Territorios fértiles: rumbo a un léxico de las luchas por la tierra, realizado en Cuetzalan.

La Hakura, expone Natasha, es un lugar de la casa donde las familias tienen un espacio para sembrar y tener los insumos o herramientas para la vida cotidiana. Esencial para producir comunidad pues son espacios abiertos en donde pueden jugar las infancias o son caminos para los pobladores, por ejemplo, de Jerusalén, donde ella nació. Un espacio para conectar a la comunidad. “Desconectados somos más vulnerables”, dice.

Era inevitable acercarme a ella después de que se presentó. Le pregunto por el contexto de los ataques de Israel. Aprovecho que coincidimos en el encuentro que realiza el Colectivo Sabr, en la visita que hacen diversas personas a México marco de la Conferencia Internacional de Geografías Críticas. Esta conferencia se realizó previo en Palestina y luego, Grecia.

“¡Dignidad!”, me dice con exhalto. Esa es la principal exigencia del pueblo Palestino.

“Dignidad y que dejen de cuestionar nuestra humanidad. No somos ‘animales bárbaros’ como los líderes israelíes y occidentales han tratado de etiquetarnos, deshumanizarnos… Queremos ser reconocidos como seres humanos iguales que sentimos dolor y no queremos nada más que tener una vida decente… Dignidad es por tanto nuestra tierra. Que no seamos desechados  o expulsados de ella…. Sin tierra, que es nuestro hogar, no puede haber dignidad”, asegura Natasha en inglés, idioma en el que nos comunicamos.

La tierra que es hogar, pienso mientras lo enuncia. Durante el encuentro las participantes de Chiapas, Oaxaca, Puebla, CDMX, Brasil, Egipto, Palestina o EU dialogan sobre los territorios y las luchas por la tierra, lo que han implicado en sus propias tierras u hogares, y las palabras que quieren compartir.

Pienso en la propia historia de Natasha, quien me confía que estudió la licenciatura en Arquitectura durante la llamada segunda intifada, que fue muy sangrienta, entre 2001 y 2006 en la Universidad de Birzeit, un municipio de Palestina, situado en Cisjordania, en la provincia de Ramala y Al Bireh.

En 2008 estudió maestría y doctorado en planificación urbana e investigó cómo rehacer infraestructuras de la ciudad (física y social) para germinar el crecimiento de nuevas y mejores formas de resistencia contra la opresión y el despojo. Salió de Palestina el posgrado y al regresar, Israel no le ha permitido el ingreso varias veces, solo ha complicado el proceso de reunificación familiar.

En el diálogo, la categoría con la que definen lo que sucede en Palestina es Settler Colonialism o Colonialismo de asentamiento. También ocupan la categoría genocidio. No es para menos, los cruentos bombardeos de Israel ya asesinaron a . No son números, son humanos. Muchas son infancias. 5 mil 87 personas, entre ellas 2 mil 55 menores, mil119 mujeres y 15 mil 273 heridas. Más de mil 500 desaparecidas entre escombros.

Aún con los bombardeos, Natasha Aruri no pierde la esperanza de regresar a su tierra. En la foto, ella marcha de niña con su familia y se pregunta en el cartel que sostiene: “Todos los niños tienen derecho a vivir en su país, ¿por qué yo no?”.

Pienso en las y los defensores del territorio en México que han tenido que salir de sus comunidades y siempre piensan en regresar. El profesor Jorge Velázquez, defensor de la comunidad nahua de Amilcingo que tuvo que salir por la persecusión. O en Esteban y Clementina, autoridades eclesiales de la Tribu Yaqui que tuvieron que salir por el hostigamiento y crimen en su entorno. Y siempre piensan en regresar. Ellos y tantos más.

Es ahí donde el Hakura, palabra de lengua árabe, cobra sentido como espacio físico de resistencia en Palestina. Una herramienta del pueblo palestino para procurar las plantas propias de la región, como los olivos. Para procurar la convivencia y la organización desde el núcleo familiar.

“Tristemente no tenemos no tenemos poder ni influencia política para luchar contra el genocidio, como se puede ver en las actitudes de los gobiernos. La única herramienta que tenemos es la solidaridad”, describe la arquitecta palestina.

Pienso en que recientemente, el Centro Comunitario U kúuchil k Ch’i’ibalo’on lanzó una campaña contra el genocidio del pueblo Maya. Para esta escuela colectiva de Chan Santa Cruz, es impotante enunciar que ha habido una guerra contra el pueblo maya penínsular desde la colonia, pasando por la modernidad de Porfirio Díaz y llegando al tren mal llamado “Maya” que construye el gobierno de AMLO.

Es una palabra que no resuena cercana en México, pero que enmarca diferentes atropellos que siguen vigentes. Y ahora arrasan con megaproyectos, cooptación de personas a través de programas sociales, la militarización o con la impunidad que prevalece frente al crimen organizado, narcotráfico, et al.

Pienso en el noticiero infantil que realizan para que las infancias estén enteradas y conscientes de la devastación de la selva maya, pensando en la supervivencia y futuro del pueblo, tierras, aguas y personas. Pienso en la similitud que hay entre el Solar Maya y la Hakura.

Natasha Aruri describe que es la solidaridad en varios niveles: “solidarizarnos unos con otros como palestinos, ayudarnos unos a otros a seguir adelante a pesar de la destrucción y el dolor…”

“Nada en el mundo podrá borrar el dolor y los traumas de los niños de Gaza que han vivido varios ataques genocidas por parte de Israel en los últimos años (de manera similar, los niños en las cárceles israelíes que están siendo sometidos a horrores y torturas)…. Pero hay que seguir intentándolo… a pesar de los poquísimos recursos que tenemos…. No podemos rendirnos…”.

Pienso en el escrito que dejó la poeta Heba Abu Nada antes de ser asesinada:

La noche en la ciudad es oscura,
excepto por el brillo de los
misiles;
silenciosa, excepto por el
sonido del bombardeo;
aterradora, excepto por la
promesa tranquilizadora de la
oración;
negra, excepto por la luz de los
mártires.

La esperanza está en la excepción.

“La segunda base sobre la que se sustenta nuestra lucha contra el genocidio es la solidaridad de los pueblos del mundo con nosotros, la solidaridad internacionalista”.

Pienso en la Travesía zapatista por Europa realizada por dos delegaciones (aérea y marítima) del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 2020, plena pandemia, mismo año que se cumplieron 500 años de la caída de Tenochtitlan.

“Esta dimensión de solidaridad solía ser mucho más fuerte en las décadas de 1960 y 1980. La “Era de Oslo” destruyó muchas de las “bases” que solíamos tener (también los cambios de las luchas de otras sociedades en la era de la posguerra fría). Pero, tenemos la esperanza de que nuestra generación pueda revertir la marea… hay algunas señales que dan esperanza, como tú… para esto son muy importantes los encuentros, el fomento de sueños y proyectos comunes…”, me dice Natasha mientras en mi mente resuena: sueños comunes.

Horizontes comunes entre pueblos.

La potencia de un poema puede revelar y exaltar las entrañas del ser en un mundo lleno de agravios que no se detienen. 

El EZLN trae al presente el poema Los motivos del lobo del escritor nicaragüense Rubén Darío, 110 años después de su creación. Lo publican en un contexto donde el narcotráfico se ha infiltrado hasta lo más profundo de la Selva Lacandona. En donde asesinaron al profesor de telesecundaria José Artemio López Aguilar. Él coordinó la Marcha por La Paz del pasado 12 de octubre en Chicomuselo, donde se agravó la disputa de cárteles por el territorio.

Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
Me vieron humilde, lamía las manos
y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
todas las criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron fuera.
Y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que esa mala gente.
Y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me alimentar.
Como el oso hace, como el jabalí,
que para vivir tienen que matar.

Las herramientas de liberación vistas como un arma. El lobo como ese ser que siempre tiene maldad. El lobo que llevan todos los seres existentes adentro. Las armas que tienen los pueblos para hacer justicia, para poner un alto al exterminio, al genocidio, al despojo. Pienso en el levantamiento armado de 1994.

No olvidamos el modo en que 43 pueblos de Guerrero (y contando) se armaron para poner un alto al crimen organizado recientemente. Esta historia presente también en pueblos como Cherán, Ostula en Michoacán.

Las circunstancias están orillando a que cada vez más los pueblos tomen justicia propia. No puedo dejar de pensar en la reciente criminalización que vive el pueblo otomí ñathö de Huitzizilapan por haber detenido a los delincuentes en su comunidad en el Bosque Otomí. 

El pueblo de Huitzizilapan se hartó de los asaltantes, extorsionadores. Las personas reaccionaron y se organizaron para llevar a cabo un proceso de justicia propia. Ahora, acusan a los pobladores de un delito que no cometieron.

Los pueblos del mundo nos han enseñado que tienen diferentes armas para enfrentar la opresión, invasión y exterminio. Una de ellas es el ejercicio de la autonomía. Otra de ellas son las artes, las ciencias, las filosofías. Otra arma que ha sido clave son las alianzas con los pueblos del mundo. Las pluricomplicidades.

Botas llenas de Tierra. Tejedora de relatos. Narro sublevaciones, grietas, sanaciones, Pueblos. #CaminamosPreguntando De oficio, periodista. Maestra en Comunicación y cambio social. #Edición #Crónica #Foto #Investigación