25 noviembre, 2024
Un nuevo estudio estimó los impactos históricos de las olas de calor marinas en la producción de pesquerías de pequeña escala en toda Baja California, para entender quiénes son los más vulnerables ante estos eventos. Se trata de uno de los pocos estudios cuantitativos sobre la vulnerabilidad y los impactos en los medios de vida debido a las olas de calor marinas, que se anticipa aumentarán en magnitud y frecuencia debido al cambio climático
Texto: Astrid Arellano / Mongabay Latam
Foto: Arturo Hernández
Un nuevo estudio documentó que las olas de calor marinas tienen grandes impactos negativos en la producción de las pesquerías de pequeña escala. En la península de Baja California —donde se centró la investigación que analizó datos pesqueros en un periodo de 40 años—, las capturas en las pesquerías de langosta, erizo de mar y pepino de mar disminuyeron entre un 15 % y un 58 % tras estos eventos climáticos.
“Cuando la temperatura del agua sube, las capturas de estas especies bajan”, explica Juan Carlos Villaseñor-Derbez, científico ambiental y profesor investigador de la Universidad de Miami. “Esto quiere decir que la gente —en comunidades que dependen directamente de estos recursos— no está pescando tanto como pescaba antes y, muy probablemente, no está ganando tanto dinero como lo ganaba antes”, dice el autor principal del estudio.
De acuerdo con la investigación publicada a inicios de noviembre en la revista Communications Earth & Environment, los modelos climáticos también predicen un aumento en la frecuencia e intensidad de las olas de calor marinas para todas las pesquerías de la península en los próximos años, sin embargo, el cambio será mayor para aquellas ubicadas en el norte. Estos resultados, según los autores, resaltan la urgente necesidad de apoyar la adaptación de los pescadores frente al cambio climático y cuáles de estas zonas son las que deben priorizarse.
“Las zonas que están más impactadas actualmente son las del sur, que hoy en día están bajo estrés climatológico”, sostiene Villaseñor-Derbez. “Pero dentro de 15 a 30 años, las zonas que serán más vulnerables, según indican nuestras proyecciones, son las que están en el norte. Podemos hablar sobre la urgencia de ayudar y priorizar unas zonas hoy, pero también sobre la necesidad de priorizar otras zonas en el futuro”.
El estudio explica que la mayoría de los ecosistemas marinos han estado expuestos a períodos prolongados de aguas anómalamente cálidas, conocidas como olas de calor marinas. La exposición a estos eventos puede llevar a la pérdida de especies importantes que forman hábitats, modificar la estructura de la comunidad y alterar la productividad y la provisión de servicios ecosistémicos.
Según los autores, la mayoría de las pesquerías de pequeña escala tienen limitaciones de datos, por lo que la magnitud y los patrones geográficos de su vulnerabilidad a eventos extremos generalmente se desconocen o han sido difíciles de estudiar.
“Existe mucho trabajo [científico] para estimar los impactos de las ondas de calor en fauna marina: que si al sargazo gigante le afecta, a la langosta, al pescado azul o al rojo, pero no se había hecho mucho trabajo sobre, una vez que afecta a estos animales, cómo impacta en los humanos cuya vida depende de la salud de esas especies”, comenta el especialista.
La península de Baja California es hogar de una diversa gama de especies marinas de importancia económica que habitan una zona de transición entre aguas templadas y subtropicales. El estudio investigó los casos de tres de las especies objetivo más valiosas: langosta espinosa (Panulirus interruptus), pepino de mar (Apostichopus parvimensis) y erizo de mar, en donde más del 90% de las capturas son de la especie Mesocentrotus franciscanus, aunque también se captura Strongylocentrotus purpuratus.
Para ello, se concentró en las pesquerías de pequeña escala que operan en aproximadamente 1000 kilómetros a lo largo de la costa del Pacífico de la península. Las pesquerías de invertebrados bentónicos se gestionan bajo un sistema de concesiones que otorgan derechos de acceso exclusivos de los recursos marinos a grupos bien definidos de usuarios: los grupos organizados de pescadores o cooperativas pesqueras. En este caso, se trata de 55 polígonos o áreas de explotación de recursos marinos, propiedad de 43 cooperativas.
“Son pesquerías que tienen zonas de concesión, es decir, las cooperativas pesqueras son entre comillas ‘dueñas’ de los recursos marinos que hay en un polígono, como si fueran dueños de un terreno o una parcela, es decir, no pueden moverse”, ejemplifica. “Una flota industrial sí puede hacerlo; si los peces se van al norte porque el agua está muy caliente aquí y está más fría allá, pueden seguirlos. Los pescadores artesanales no tienen esa facilidad”, agrega.
Se identificaron cuatro períodos distintos caracterizados por regímenes prolongados e intensos de olas de calor marinas que coinciden con eventos previos de El Niño. Sin embargo, el estudio se enfocó en el último de estos, ocurrido entre 2014 y 2016, cuando la región estuvo expuesta a un régimen sin precedentes de olas de calor marinas intensas y prolongadas que impactaron los ecosistemas marinos locales, periodo que también incluyó la ola de calor marina más intensa registrada. De hecho, las intensidades acumuladas registradas entre 2014 y 2016 fueron mayores que la intensidad de los otros tres eventos de El Niño combinados.
Entre esos años, anualmente las pesquerías estuvieron expuestas entre 68 y 204 días a olas de calor marinas.
“Lo que hicimos fue ver directamente cuánta pesca reportó cada una de las cooperativas ante la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) en los últimos 20 años y cómo varían estos arribos en relación a los cambios en la temperatura superficial de sus zonas de pesca. Vimos que el 56.4 % de los casos tienen una reducción en sus capturas durante los períodos de mayores ondas de calor marinas”, detalla Villaseñor-Derbez.
La pesquería de langosta muestra la mayor diversidad de impactos, con 15 de las 24 cooperativas que participan en su captura (el 62.5 %) con impactos negativos. En la pesquería de pepino de mar, siete de las nueve cooperativas fueron negativamente impactadas. Mientras que nueve de las 22 cooperativas que participan en la pesquería de erizo de mar muestran efectos negativos.
En la península de Baja California existen ejemplos importantes de resiliencia y adaptación al cambio climático que brindan modelos para la región y el mundo. La ecóloga marina Fiorenza Micheli, una de las autoras de esta investigación, señala que uno de ellos es la inversión que la cooperativa pesquera y la comunidad de la Isla Natividad, en Baja California Sur, han realizado en la protección y monitoreo de sus bosques de sargazo gigante y especies, así como la notable recuperación que documentaron de sus poblaciones de abulón.
“Las medidas de adaptación incluyen la diversificación de la producción y las actividades para aumentar la resiliencia, el monitoreo e investigación para hacer un seguimiento y prepararse para los cambios, así como el aumento de la comprensión sobre cómo los extremos climáticos afectan los ecosistemas y la pesca”, dice la investigadora y codirectora del Center for Ocean Solutions en la Universidad de Stanford.
Villaseñor-Derbez y Micheli coinciden en que se pueden utilizar las lecciones aprendidas y las acciones tomadas por los pescadores del sur de la península, para transferir ese conocimiento hacia las pesquerías del norte. “Aunque hoy en día no estén expuestos, puede ser que el día de mañana lo estén, entonces hay que empezar a prepararse”, apunta Villaseñor-Derbez.
También resulta importante prestar atención a la protección de los ecosistemas a través de reservas marinas y otras medidas de manejo espacial, como los cierres temporales de pesca y las áreas de manejo, agrega Micheli, y enlista otras posibilidades, como la identificación y protección de refugios climáticos —lugares que son naturalmente más resilientes a los extremos climáticos debido a sus características físicas y biológicas—, el fortalecimiento de capacidades y el intercambio de conocimientos a nivel regional e internacional; las plataformas digitales para generar información y experiencias relevantes más accesibles, la innovación en mercados, el empoderamiento de mujeres y jóvenes como agentes clave de cambio, y la participación activa de las comunidades en la toma de decisiones.
“Las proyecciones indican que toda la región enfrenta un creciente riesgo debido a eventos extremos”, concluye la científica. “Apoyar la capacidad de adaptación de los ecosistemas, las pesquerías y las comunidades, así como fomentar el aprendizaje y la innovación para soluciones climáticas en todas las escalas, desde las comunidades locales hasta las políticas nacionales, es clave para el futuro de la región”.
Este trabajo fue publicado inicialmente en MONGABAY LATAM. Aquí puedes consultar la publicación original.
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