La soberanía energética, asfixiada por importar demasiado gas

28 mayo, 2023

Golfo de México, plataformas de exploración y producción de Petróleos Mexicanos FOTO: Archivo Cuartoscuro

La dependencia de gas natural que tiene México de Estados Unidos es la frontera que lo separa de la soberanía energética. A pesar de que el Gobierno Federal cuenta con la infraestructura necesaria para generar la mayor parte de la energía del país, importa el principal combustible que usa para ello; el gas natural

Texto: Arturo Contreras Camero

Fotos: Archivo Cuartoscuro

CIUDAD DE MÉXICO.- Durante mayo de 2023, el Arctic Sunrise, un barco de Greenpeace, navegó las costas de Veracruz estudiando los impactos de un nuevo gasoducto que pone en peligro una vasta área de corales. El ducto llevará gas natural de Estados Unidos a dos destinos: uno en Veracruz, para su compresión y empaque interoceánico a otros mercados; y el otro a la península de Yucatán, donde se espera una mayor demanda energética como efecto de la construcción de Tren Maya. 

Este nuevo gasoducto es una muestra de la cantidad de gas que México importa de Estados Unidos. Una dependencia que corta por completo la idea de soberanía energética prometida por el gobierno de López Obrador. Según el mismo presidente, esta dependencia se debe a la firma de contratos de compra y traslado de gas realizados durante el sexenio pasado. Pero a pesar de que su administración renegoció los contratos, la cantidad de gas que el país está obligado a comprar, supera nuestra demanda. 

El superávit es tal que, en vez pensar cómo reducirlo, la administración federal decidió que sería más fácil licuar el gas natural (comprimirlo de su forma gaseosa hasta hacerlo líquido o incluso sólido), embarcarlo en navíos intercontinentales y venderlo en Asia o Europa, donde la guerra de Ucrania y las sanciones económicas que derivaron de ella han puesto en jaque su suministro. 

La dependencia, una historia de abandono

“Éramos autosuficientes en gas, en gasolinas, en petroquímicos, pero como se abandonó la industria petrolera, empezamos a importar gasolinas, diésel, gas, en grandes cantidades”, dijo López Obrador en respuesta a una pregunta sobre la dependencia al gas natural de Estados Unidos hecha por Pie de Página durante la conferencia diaria del presidente del pasado 8 de mayo. 

El presidente señaló que, en en los años de la autosuficiencia (la década de los 80), México incluso propuso la creación de un gasoducto que pudiera llevar gas de México a Estados Unidos, y no al revés (como pasa ahora). Incluso, mencionó que el ingeniero Heberto Castillo, renombrado activista social y político de la época escribió un libro en contra de la propuesta, llamado Huele a Gas. 

“La paradoja de los daños que ocasiona la política neoliberal –continuó el presidente– estos irresponsables, tecnócratas, corruptos: que ese gasoducto que se construyó para llevar el gas hacia el norte ahora se usa para traer el gas. Nunca se imaginó que eso iba a pasar”, dijo López Obrador, sobre el uso de ese gasoducto que hoy se está buscando expandir. 

Los contratos establecieron que, además del gas que México estaba obligado a importar (proveniente de yacimientos no convencionales, o de Fracking, un método extractivo sumamente dañino al ambiente), se debería levantar una red de gasoductos con capital privado para su traslado; además del gas, la Comisión Federal de Electricidad pagaría por la renta de los ductos.

“Hay más gas del que necesitamos porque así se firmaron contratos. Tuvimos que hacer una negociación con las empresas para bajar los precios; logramos ahorros. De todas maneras, fue un exceso”, añadió López Obrador. 

Un peligroso plan para exportar gas

Actualmente en el país hay planes para construir cinco plantas de compresión (o licuefacción) de gas: dos en Altamira, Tamaulipas; otra frente a las costas de Alvarado, en Veracruz. Mientras que en la costa del Pacífico hay otras tres, como la que se construye en Puerto Libertad, Sonora; u otra en Ensenada, Baja California. 

La mayoría de estas plantas se construyen en plataformas marinas, cerca de la costa. Esto, para que los buques que transportan el gas puedan tener un mejor acceso. A ellas llega un ducto submarino que bordea la costa; del ducto emana gas que es procesado en la plataforma y posteriormente embarcado. Su edificación además de ser un desafío a la ingeniería, representa una fuente de diversos riesgos para el medio ambiente. 

“Por razones logísticas y ambientales, en Estados Unidos mucha gente no quiere una terminal de licuefacción de gas”, explica en entrevista Pablo Ramírez, coordinador del programa de energía y cambio climático de Greenpeace México.

Dependiendo de los estados, hay condados, sobre todo en California, donde hay grandes oposiciones, además de importantes reglas ambientales que inhiben su instalación. Por eso prefieren construir una terminal en Guaymas, Sonora, o en Ensenada, que frente a las costas de California. Porque no es mucha la diferencia para salir a China, o a Europa desde las costas del Golfo de México”. 

Estados Unidos es el segundo exportador mundial de gas natural. El primero es Australia, y el tercero es Rusia, que surtía de gas a muchos países en Europa y otros tantos en Asia. Con el conflicto entre Rusia y Ucrania, y todo el tema de las sanciones económicas, estos países están en una crisis de demanda energética. 

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Durante los últimos 30 años el consumo de gas alrededor del mundo se ha duplicado. Esto, de acuerdo con datos de la empresa Enerdata, quienes registran que el consumo pasó de 2 billones de metros cúbicos de gas a inicios de los 90, a más de 4 billones al inicio de esta década. 

México no es la excepción. Nuestra dependencia es tal que, una de las acciones más celebradas de este gobierno rumbo a la soberanía energética, fue la compra de 12 plantas de generación eléctrica a Iberdrola. Además, se planea construir dos centrales más, como esta en la península de Yucatán para satisfacer la demanda que tendrá el Tren Maya, que en la mayoría de su recorrido será eléctrico, así como del incremento en el turismo que se espera genere. 

Actualmente las plantas de ciclo combinando (que hierven toneladas de agua y que con su vapor mueven turbinas que generan electricidad) producen el 63 por ciento de la electricidad que consumimos en el país y el 90 por ciento del gas que usan, se importa, explica Pablo Ramírez de Greenpeace.

Alrededor de esta dependencia  hay dos problemas primordiales, añade Luca Ferrari, investigador del Centro de Geociencias de la UNAM y una de las personas que coordinan el Programa de Programa Nacional Estratégico de Energía y Cambio Climático en el Conahcyt. 

El primer problema es que se ha dado por hecho que el gas es infinito, cuando en realidad es lo último que le queda a Estados Unidos. Ya no es como hace 10 o 15 años, cuando se decía que el suministro iba a durar un siglo, cuando la verdad es que es muy limitado. Sus principales campos están llegando a un tope. El segundo, es que la producción nacional no alcanzaría para satisfacer la demanda actual».

México siempre ha importado mucho gas, por décadas, la política se enfocó en la extracción de crudo y todo el gas asociado no se aprovechó. Cuando se dieron cuenta del error, la reconversión de las plantas era demasiado cara. La cantidad de gas que se ha quemado o se ha liberado a la atmósfera, dice Ferrari, es una atrocidad. De 2021 a la fecha, la quema o venteo de este tipo de gas fue dos veces superior a las ventas de Pemex. Además, gran parte de este gas que sí se aprovecha, es usado por Pemex en sus procesos de refinación y petroquímica. 

¿Problema sin salida?

Aunque la producción de petróleo y gas natural de Pemex terminó con su histórico descenso, no ha crecido. Satisfacer la cantidad de gas que se necesita actualmente sería muy difícil sin que se extraiga el gas de fracking que existe en el país, una opción considerada por muchos como impensable, por sus costes medioambientales. La única respuesta, opina Ferrari, es aumentar el componente de fuentes de energías renovables a la matriz energética del país.

Otras de las soluciones que propone se relacionan con políticas de decrecimiento económico, como la reducción del uso de energía por parte del sector industrial y el turístico.

Tenemos que hacer cuentas con un planeta que tiene límites físicos y ambientales, la situación no es sencilla y dentro de todo lo que se ha dicho, el gas sigue siendo el elefante en la habitación”, asegura.

Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.