La irrupción feminista llegó para quedarse; su movimiento ya es histórico. Frente a la incomprensión e indiferencia de una política dirigida por hombres, les tocará a ellas, y sólo a ellas, decidir hacia dónde encauzar tanta energía
Twitter: @chamanesco
Las mujeres decidieron dejar de callar, y la sacudida social que están provocando es total.
En el Día Internacional de las Mujeres, miles de ellas marcharon, gritaron, bailaron, corearon consignas; levantaron puños, mantas y pancartas; tocaron tambores y silbatos; aplaudieron, ondearon banderas; se hicieron notar con pañuelos verdes y camisetas moradas; hicieron sonar cacerolas y panderos; marcaron con brillantina los lugares donde, en días “normales”, son acosadas y agredidas.
Se organizaron en grupos, formaron cadenas humanas, se apropiaron de vagones del Metro, caminaron solas o en contingentes. Tomaron las calles.
Y, al día siguiente, decidieron salir de la escena, guardarse y guardar silencio, para hacer sentir el peso de su ausencia.
Tan contundente es su estridencia, como el vacío que decidieron dejar por un día.
Ese silencio es el eco de sus consignas de ayer. Ese hueco que no puede ser llenado por un varón es del tamaño de su reclamo por un México igualitario y libre de violencia.
Esos ríos de mujeres que caminaron del Monumento a la Revolución al Zócalo capitalino nos están diciendo ya basta.
Ese espacio en el que no están es del tamaño de la incomprensión y desinterés masculinos. No estar es su manera de decir que es grave no entenderlas, pero es más grave no querer entenderlas.
Esas oficinas y aulas vacías nos piden imaginar el mundo sin ellas. Sin profesionistas, empleadas, maestras, estudiantes. Esas calles sin ellas nos confrontan para revalorar su presencia diaria. Es la huelga de mamás, abuelas, hermanas, novias, esposas, amigas, hijas y nietas; la página en blanco sin mujeres periodistas.
Esa confusión y ese desconcierto provocado por su ausencia es el reflejo nítido del México disfuncional en el que ya no quieren seguir viviendo.
Cuando pensábamos que la tercera alternancia del 2018 era lo más importante que estaba ocurriendo en el primer cuarto del siglo XXI, ellas irrumpieron para poner una nueva prioridad en la agenda.
Cuando nos decían que México estaba inmerso en un “cambio verdadero”, ellas aparecieron para decirnos a los varones que no puede haber democracia sin ellas; para decirle a los políticos que el “cambio de régimen” carece de sentido en un país inseguro, violento, inequitativo e injusto.
La sacudida es enorme y, sin embargo, los dirigentes del país siguen sin darse cuenta.
Ellas están exigiendo inclusión, y en los espacios de poder se les regatea la palabra.
Las mujeres reclaman una auténtica transformación de la vida pública, pero la política mexicana se recrea en su visión falogocéntrica.
Ellas plantean un nuevo paradigma civilizatorio, pero el presidente cree que el movimiento es en contra de su supuesta revolución.
Las mujeres quieren un México distinto, pero los partidos políticos “nacionales” son incapaces de abanderar sus causas y reclamos.
¿Qué entiende el PAN de feminismo, cuando es dirigido por un hombre emanado del grupo que organizaba fiestas con bailarinas y discutía su agenda legislativa al grito de “ánimo, Montana”?
¿Qué puede decir el PRI en el 8M-9M, cuando su dirigente nacional no tiene empacho en dejarse abrazar por un presunto explotador sexual de mujeres, como lo es su “líder moral” en el DF, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre?
¿Por qué no podrían ser sustituidos por mujeres los líderes partidistas de Morena, MC, PVEM, PT y PRD?
Más allá de las dirigencias, los cargos y las candidaturas, ¿algún partido se está preparando en serio para atender la agenda que las mujeres han puesto sobre la mesa?
Más allá de reunirse para fotografiarse en defensa de Andrés Manuel López Obrador, ¿qué cambio real van a detonar las siete mujeres que hoy ocupan una secretaría en el gabinete presidencial?
¿Cuál será la impronta de la “cuarta transformación” en temas de género?
¿Cuál será el legado de Claudia Sheinbaum?, la primera mujer electa para gobernar la Ciudad más grande del país, que por cierto es el epicentro del movimiento feminista.
Si se revisa el padrón electoral, hoy existen 46 millones 340 mil mujeres en la lista nominal, y 43 millones 79 mil hombres. Ellas son más, pero deciden menos.
Más de 23 millones de mujeres tienen entre 18 y 39 años de edad. Su voz pesará, y mucho, en las elecciones del próximo año, cuando se renueven la Cámara de Diputados, 15 gubernaturas, 30 Congresos estatales y casi dos mil ayuntamientos en 30 entidades.
¿Cuántos de esos 3 mil cargos públicos quedarán en manos de mujeres después de la cita electoral del 2021?
Sin ellas no hay democracia y, sin embargo, no se vislumbra en el panorama una alternativa política para encauzar los anhelos de esos millones de niñas, jóvenes y mujeres adultas que están tomando las calles. No queda claro que se esté construyendo un proyecto político para atender sus demandas, para canalizar su furia.
¿O alguien piensa en serio que entre los partidos políticos en formación podría surgir uno que se ponga a la vanguardia del movimiento feminista?
Frente a esas no opciones políticas también se erige el reclamo y el silencio, la estridencia de sus consignas y su notoria ausencia.
Visibilizar la violencia, tomar en serio las denuncias, detener los feminicidios, investigar los casos, castigar a los culpables, crear espacios libres de violencia en escuelas, universidades y centros de trabajo; castigar y frenar el acoso; erradicar la violencia doméstica e intrafamiliar; acabar con machismos y condiciones de inequidad en el ámbito laboral; eliminar la brecha de género y la violencia política en contra de ellas. Limpiar las calles de acosadores, violadores, pervertidos y asesinos. Todas son demandas justas. Ésas y muchas más que sólo ellas son capaces de nombrar, enlistar, enumerar y exigir.
Su marcha nos obliga a escucharlas; su ausencia debería llevarnos a tratar de comprender sus reclamos.
La sacudida llegó para quedarse; su movimiento ya es histórico. Les tocará a ellas, y sólo a ellas, decidir hacia dónde enderezar tanta energía.
Nos toca a los varones escuchar, intentar ser comprensivos y desandar el camino por el que veníamos transitando.
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Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.
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