La justicia de las mujeres puede ser muchas otras cosas más que la justicia patriarcal que nos ofrecen. Puede ser una que no revictimice y sí repare, más que sentencias y castigos, una que por fin nos proteja
Twitter: @CeliaWarrior
Pensemos en un hombre que asesinó de la manera más brutal a su pareja. Después del feminicidio, intentó suicidarse y no lo logró. Lo arrestaron y confesó el crimen. Dijo, de acuerdo con la información que publicaron medios: “Que se haga justicia, soy culpable”. Ante sus palabras se genera un abismo, el mismo que crea un vacío instantáneo, el sinsentido. Todo me separa de su aparente razonamiento. Para mí, lo que plantea es incomprensible. La justicia de la que habla no tiene ningún valor. La justicia posible ante su culpabilidad nació muerta y hay dos cadáveres en el piso.
Lo mismo que llegar a un veredicto donde se decide el tamaño del castigo que recibirá otro feminicida o un abusador sexual o un misógino empecinado. ¿Qué sería lo justo y para quién?, ¿quién lo decide y en qué circunstancia? ¿Por qué la culpa, el castigo y la justicia parecen ser eslabones de una misma cadena? Y podríamos articular muchas otras preguntas más al rededor del sistema penitenciario, de la reinserción de los delincuentes, del ideal de reparación; de todo lo inútil, lo negativo y lo permanentemente perdido en la noción de justicia patriarcal.
Le hemos dado muchas vueltas, juntas, intentando mirar desde distintos ángulos. Nos hemos preguntado una y otra vez, ¿por qué la justicia que el mundo nos ofrece a las mujeres puede ser tan absurda y carente de valor? Lo hemos platicado, hemos escuchado sentires y nos reconocemos en las dudas, nos identificamos y diferimos en reflexiones sobre lo que pensamos es y debe ser la justicia. No soy la única que considera que nos debemos la escucha y el diálogo entre nosotras, y tal vez solo así podemos encontrarle sentido, si lo tiene; si no, minarla y resignificarla para siempre.
Creo firmemente que su justicia, la de ellos, no es la nuestra y necesitamos imaginarnos una nueva, alterna, que sí nos satisfaga. Quizá deberíamos ir buscándole un nuevo nombre porque tendría que ser radicalmente distinta a lo que hasta hoy nos han planteado y tendría que quedar claro desde la palabra. Tal vez también, primero habríamos de preguntarnos ¿para qué queremos la justicia nuestra? Y si ya sabemos para qué la queremos, ¿cuándo, cómo y dónde la buscamos? No será definitivamente en el mismo lugar, de la misma manera, ni en el momento en que aparenten concedernos esa otra justicia suya.
Más complejo aún —como con los múltiples feminismos— a lo mejor la justicia nuestra es más de una. Entonces, aunque se trate de un proceso colectivo podemos plantear veredas y no caminos absolutos que nos encierran como nos ha encerrado la justicia patriarcal. Tendríamos que buscar construir con fondo, mas no con vacío.
Hay mujeres que han imaginado y echado a andar sus propios modos de justicia que responden a circunstancias particulares, como ejemplo, Actoras de cambio, una organización guatemalteca de mujeres sobrevivientes de violación sexual durante la guerra, quienes hablan de la reapropiación de la dignidad y el cuerpo a partir de la recuperación de la voz. Aunque su proceso comienza por recuperar testimonios y hacerlos públicos, nada tiene que ver con los tribunales como los conocemos. Para ellas, la justicia pasa por el reconocimiento de la legitimidad de la historia de otras como un detonante de acciones colectivas que transforman sus comunidades. Es un camino que considera la sanación, la recuperación de la memoria y la sororidad.
En el encuentro de mujeres convocado por las zapatistas en 2018, Josefa Lorenzo, integrante de Actoras de cambio lo explicó así: “Justicia es alguien que me escucha. No es ir con el juez, con alguien para que metan al tipo a la cárcel, por ejemplo, si es un violador. No es esto porque yo me quedo enferma y el tipo va a estar un tiempo, una semana, un mes en la cárcel y al final sale porque los hombres manejan y yo sigo enferma. Entonces, es alguien que me escucha, le cuento lo que me pasa y me ayuda en la sanación. Eso es justicia para nosotras”.
La justicia nuestra puede ser muchas otras cosas más que la justicia patriarcal que nos ofrecen. Puede ser una que no revictimice y sí repare, más que sentencias y castigos, una que por fin nos proteja. Puede llegar a ser todo lo que logremos imaginar y diseñar para nosotras.
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