Producimos, consumimos y usamos las imágenes fuertemente guiadas por rutas interpretativas de un sistema de visualidad totalizante, dominado por una lógica de control político y comercial. La mirada ha sido alineada a los intereses del sistema
Por Jacob Bañuelos Capistrán / Ig @jibcjac
La tesis sobre la imagen vacía parte de la idea del vaciamiento de sentido de las imágenes causado por un sistema tecnopolítico de estructuras tecnológicas, industrias culturales y estrategias discursivas de los poderes mediáticos del capitalismo de la atención y la vigilancia (Zuboff, 2019).
Una lección fundamental de la hermenéutica indica que el significado de las imágenes depende del tiempo histórico y contexto cultural de individuos en una colectividad. De acuerdo con Derrida, la imagen es nada en sí misma. La tesis posmoderna apunta que “ante la imagen no hay nada que interpretar, sólo un terreno en el que ponemos nuestras propias inscripciones” (Lizarazo, 2002).
La imagen vacía, en el contexto de la sociedad de la vigilancia, tiene dos características: 1. El sentido de la imagen vacía se construye en la mirada de un intérprete fuertemente condicionado por el sistema; 2. La imagen no está exenta de sentido, su sentido está vacío, agotado; 3. Las imágenes vacías asfixian el sentido al constituir una iconosfera progresivamente homogénea y retorizada, dispuesta por una lógica totalitaria guiada por la economía de la vigilancia.
Es preciso insistir en que en la construcción del sistema, los usuarios (personas, colectivos o ciudadanos) son una parte fundamental de su constitución y de su existencia. El sistema de visualidad totalizante se alimenta de los usuarios, para convertirlos en un activo esencial, un valor de uso y de cambio. La mirada se ha convertido en mercancía, un insumo de control político y cultural.
La mirada está a tal punto mediatizada que la posibilidad de abrir el sentido se ha desvanecido progresivamente. Los márgenes para una interpretación poética han quedado extinguidos bajo el peso de una retórica visual dominada por algoritmos dispuestos a expandir y reforzar dicha retórica.
El sistema de visualidad totalizante tiende a la producción de imágenes operativas con tres funciones centrales: informar, entretener y controlar. De esta forma, distinguimos cuatro campos de producción de sentido a través de la imagen: 1) imágenes que guían el comportamiento, los gustos y la atención de sus usuarios, donde ellos mismos son alternadamente receptores, productores y resignificadores; 2) imágenes producidas mediante inteligencia artificial con grandes cantidades de información (big data) que remedian discursos visuales fuertemente retorizados; 3) imágenes como interfaces interactivas y sensoriales, realidad virtual y aumentada, memoria y estimulación háptica en metaversos; 4) imágenes creadas mediante inteligencia artificial por máquinas para máquinas.
Las imágenes vacías de los sistemas de visualización totalizante son cómplices, esclavizan, vigilan, ocultan la violencia, enmascaran la desigualdad y la discriminación, encubren los desperdicios, disfrazan, velan el desastre ecológico, omiten el racismo, el clasismo, la exclusión social, el desprecio por la vejez, los desequilibrios mentales, la enfermedad, el abuso infantil, la violencia contra mujeres, la explotación en el trabajo, los horrores de la pobreza, la migración, minimizan la crueldad humana sobre humanos y contra animales, censuran y estereotipan el cuerpo y la identidad, moldean la memoria individual y colectiva, exhiben selectivamente los conflictos que convienen al sistema y ocultan otros, dirigen y controlan la atención, violan y merman la privacidad, mediatizan la conciencia, entre un largo etcétera.
Cabe preguntarse: ¿Qué no estamos viendo? ¿Qué no queremos ver? ¿Cómo hacerlo visible? ¿Estamos ante un simbolismo asfixiado de corte totalitario? ¿Hay espacio para la construcción de nuevos sentidos?¿Hay margen para deconstruir y construir nuevas miradas? ¿Qué implicaciones tiene para la humanidad que la memoria humana (textual: visual, sonora, escrita) sea almacenada, administrada, gestionada y explotada por grandes corporaciones? ¿Dónde están las imágenes poéticas y las imágenes sagradas? ¿Cómo abrir los ojos, cómo despertar la mirada?¿Dónde están las fisuras del sistema de visualidad totalizante? En consonancia con Didi-Huberman: “frente a la imagen, lo que deberíamos preguntarnos es cómo (nos) mira, cómo (nos) piensa y cómo (nos) toca”.
Es necesario poner el acento sobre las relaciones de fuerza que se dan en el espacio social en el que sucede la comunicación a través de medios digitales. Estas relaciones están protagonizadas por poderosas corporaciones de medios digitales que gestionan, administran y conducen de manera dominante la economía política de vigilancia y, por lo tanto, la economía política de la mirada y de la imagen. Estas corporaciones disponen, controlan, censuran y orientan el consumo, la distribución y la producción de las imágenes con la complicidad de millones de usuarios en las redes sociodigitales.
Los márgenes de acción social y las rutas interpretativas de la imagen no se realizan del todo libremente, sino que están sujetas a un campo de tensiones donde se producen, están expuestas a una lucha de sentidos de producción de realidad: “las imágenes convocan a un choque de visiones y operación política del sentido, en las que unas se imponen neutralizando la cadencia de las otras” (Lizarazo, 2003).
También es cierto que las redes sociodigitales han permitido ampliar el contrato civil de la imagen, hasta cierto punto, y que dentro de sus márgenes hemos asistido al advenimiento de movimientos sociales que demuestran las inmensas posibilidades que tienen para la organización colectiva, la denuncia política, la resistencia y la transformación social. Nos referimos a movimientos como la Primavera árabe (2010-2012), la Primavera mexicana o #YoSoy132 (2012) y el movimiento 15M en España (2012-2013), en los que la batalla político-discursiva por medio de la imagen fue decisiva.
Lo anterior demuestra que existe un campo de acción, aunque sea reducido, para la transformación de la mirada en el contexto de la economía política de la vigilancia, en plataformas y medios digitales. Cabe preguntarse hasta qué punto y qué tan amplio es este margen de acción política, es decir, ¿qué posibilidades de resistencia y transformación existen ante un sistema basado en algoritmos al servicio de intereses corporativos? ¿Qué posibilidades tiene una sociedad sintetizadora de imágenes frente a la nueva «caja negra», los algoritmos guiados por una economía política de la mirada? ¿Qué tendencia tomará más fuerza en este sistema?
La sociedad de la imagen vacía tiene por delante el reto de despertar la mirada, encontrar el espacio-tiempo para visibilizar lo que el sistema de la visualidad totalizante impide mirar y romper los horizontes de la burbuja de sentido que imposibilitan ver diferentes realidades, quizá más humanas y urgentes, y en donde, como apuntó Bauman, “hemos aprendido a ver sin mirar”
El pasado mes de marzo vio la luz el libro La imagen y el tiempo. Miradas al pensamiento de Diego Lizarazo, coordinado por Mauricio Andión y Dona Arrieta, publicado por la Universidad Autónoma Metropolitana. El libro compendia una serie de textos que reflexionan sobre los procesos interpretativos y las transformaciones en la producción de sentido de la imagen, la fotografía y el cine, desde la teoría hermenéutica que ha aportado Diego Lizarazo a lo largo de su obra.
El libro clarifica conceptos esenciales para comprender los procesos interpretativos de la imagen a partir de su comprensión en un tiempo y espacio social, y a partir de la mirada individual y colectiva. Reflexiones sobre la fotografía y el otro, la persistencia de las imágenes y la postfotografía, rutas interpretativas y contratos icónicos, notas sobre la experiencia interpretativa y la pragmática visual, análisis sobre los regímenes políticos de la interpretación, violencias visuales, estéticas e imágenes del horror, estética de la mirada, visualidades contemporáneas y teoría del cine, son algunos de los temas clave que se desarrollan en el libro.
El proyecto editorial es una actualización sobre los procesos de significación que tienen las imágenes en el mundo actual. Una colección de importantes acercamientos a las problemáticas que sufre la imagen como instrumento de construcción de sentido y como eje de articulación del régimen de visualidad contemporáneo.
Participo con un ensayo teórico titulado Imagen vacía y sistema de visualidad totalizante, y con una entrevista realizada a Diego Lizarazo titulada Urdimbres epistemológicas de la imagen. En esta columna, hice un resumen, si quieres ver completo el ensayo y libro accede a este enlace de la UAM-X: https://shorturl.at/hmvFL
Referencias
Bauman, Z. (2018). Amor líquido. Sobre la fragilidad de los vínculos humanos, Barcelona: Paidós.
Lizarazo, D. (Diciembre, 2002). «Trazos para una hermenéutica comunicativa», en Argumen- tos. Estudios Críticos de la Sociedad, núm. 43, p. 35.
Didi-Huberman, D. (2013). Harun Farocki. Desconfiar de las imágenes, Buenos Aires: Caja Negra Editora.
Lizarazo, D. (Octubre, 2003). «La interpretación de la imagen. Conflictos en torno a las interpretaciones icónicas», en Encuadre. Revista de la enseñanza del diseño gráfico, núm. 3,. [https://encuadre.org/la-interpretacion-de-la-imagen/].
Zuboff, S. (2019). The Age of Surveillance Capitalism: The Fight for a Human Future at the New Frontier of Power, New York: PublicAffairs.
Doctor en Ciencias de la Información (Apto Cum Laude 1991-1995), en el Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad II, Facultad de Ciencias de la Información, Universidad Complutense de Madrid. con la Tesis Doctoral: Fotomontaje Síntesis Visual: historia, teoría y práctica. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) desde 2005, actualmente es SNI-1. Actualmente es Director de la Maestría en Comunicación (MCO) y profesor e Investigador de Tiempo Completo Departamento de Industrias Creativas del Tecnológico de Monterrey-Campus Ciudad de México, donde imparte las materias de Fotografía e Imagen Digital y Fotoperiodismo. Pertenece a la Escuela Nacional de Humanidades y Educación del Tecnológico de Monterrey.
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