La falsa casa del conquistador Pedro de Alvarado

22 junio, 2019

En la entrada de la lugar dice “Casa Alvarado”, pero en esta casona de Coyoacán nunca vivió el adelantado y conquistador español. El dato erróneo es atribuido al diputado Cástulo Zenteno, quien le tomó el pelo a una antropóloga estadounidense para venderle su residencia. Años después, en este lugar moriría el poeta Octavio Paz

@ignaciodealba 

Cuando se construyó la casona ubicada en Francisco Sosa 383, en el siglo XVIII, el conquistador Pedro de Alvarado ya tenía unos doscientos años muerto. Esta información la obtuvo demasiado tarde la antropóloga californiana Zelia Nutall.

El investigador Guillermo Sheridan escribió un texto donde asegura que el diputado Cástulo Zenteno “convenció” a la norteamericana de que la casa fue hecha por el conquistador y capitán extremeño.

Zenteno fue un diputado cercano al expresidente Manuel González. A los dos les tocó combatir al ejército estadounidense cuando el vecino del norte intentó conquistar México, en 1846.

Probablemente un sentimiento antiyaqui, muy a flor de piel, provocó que el diputado Zenteno engañara a Nutall. La mujer, una importante antropóloga estudiosa de las culturas prehispánicas, llegó a vivir al recinto y colocó una placa sobre el umbral de la puerta con letras góticas: “Casa Alvarado”. Tiempo después, ella escribió un artículo sobre la imposibilidad de que el adelantado español viviese en la casa.

Pero el engaño logró sobrevivir hasta nuestros días y el paseante distraído, como Ramón Ruelas, llega a pensar que en ese sitio vivió el conquistador.

Ruelas, un paseante de Coyoacán, me dice que en la «Casa Alvarado» había esclavos aztecas y que que en en las noches por la calle se escuchan cadenas y gritos de los indios azotados y encerrados. También jura que en el Callejón del Aguacate se aparece la llorona. Así, habitada por fantasmas, la supuesta casa del conquistador es, en la imaginación de muchos, un lugar maldito: “se le quedaron las malas vibras”, insiste Ruelas.

No deja de ser asombroso que después de 500 de la conquista española los mexicanos opten deliberadamente por quedar representados en el papel del conquistado.

La “Casa Alvarado” es una casona roja de estilo morisco, sobre la entrada hay un nicho que guarece a San Juan Nepomuceno. La puerta principal es una réplica, tallada en madera fina, de la que tiene el Antiguo Colegio de San Ildefonso.

Adentro hay un antiguo jardín con arbustos y adoquines. Las copas de los árboles antiguos nublan el cielo. Los troncos gruesos y enlamados, como si hubieran estado allí siglos, refrescan el ambiente. Las arcadas y barandales son de piedra. Tiene un patio central y varios salones. Con el tiempo se le han hecho cambios, pero las modificaciones cuidan la fachada exterior.  

Cuando Zelia Nutell vivió aquí, el lugar fue decorado con arte prehispánico. La mujer hizo además un jardín con plantas mexicanas como las flores dahlias, una de las favoritas de la nobleza azteca.

Nutell también hizo estudios sobre semillas y diversos objetos precolombinos. La antropóloga centró sus investigaciones en la civilización Azteca, pero la visión que tenía sobre los habitantes indígenas fue disruptiva en su época, pues se alejó de las miradas que aseguraban que los aztecas eran un pueblo de salvajes conquistado por hombres blancos y civilizados. En su momento, fue llamada “amateur”, pero con el paso del tiempo su trabajo fue reconocido; en la Universidad de Harvard ocupó un cargo relevante como maestra y en México trabajó en el Museo de Historia.  

Entre las investigaciones que hizo están las cabezas de terracota halladas en Teotihuacán y el estudio. ahora conocido como “Códice Nutell”, que relata las conquistas hechas por gobernantes mexicas.  Este códice, uno de los pocos que sobrevivieron a la colonia, está en el British Museum de Inglaterra. Fueron varias las ocasiones en las que la antropóloga tuvo que salir del país en busca de objetos de las culturas prehispánicas que fueron robados y llevados a museos en el extranjero.

La “Casa Alvarado” fue un sitio de encuentro de diversos estudiosos que Nutell hospedó, principalmente llegados de Europa con ánimos de explorar tierras exóticas. Hasta que, en 1933, la mujer murió en esta casona de Coyoacán y el sitio pasó a manos del gobierno mexicano.

En 1996 un incendio acabó con el departamento de la colonia Cuauhtémoc donde vivía Octavio Paz. En la casa del poeta quedaron destruidos diversos objetos traídos de la India y parte de sus libros, algunos de ellos entrañables, como los de su abuelo Irineo (“Los amigos se van como los libros” diría alguna vez Paz en una entrevista). Entonces, el gobierno mexicano decidió prestarle a Paz la “Casa Alvarado”.

El cambio de casa deterioró la salud del escritor, que padecía cáncer. El poeta murió en 1998; siempre insistió que la casona de Coyoacán no le era familiar. El gobierno mexicano puso en este sitio la Fundación Octavio Paz; pero recientemente se instaló aquí la Fonoteca Nacional.  

Pedro de Alvarado no vivió ni murió aquí. El conquistador falleció atropellado por un caballo de sus tropas mientras guerreaba contra los chichimecas en Zacatecas.

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Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).