En Nueva York, el actual epicentro de covid-19 en el mundo, los residuos de materiales con que las personas buscan protegerse de la pandemia se integran al panorama cotidiano. La ciudad supera las 10 mil muertes por la enfermedad
NUEVA YORK, ESTADOS UNIDOS.- Los tapabocas, los guantes y los trajes esterilizados son ahora parte de la nueva arqueología de la pandemia que nos aqueja. Son restos del instinto de conservación, de nuestros esfuerzos por sobrevivir a la enfermedad, residuos físicos de nuestro intento de convivir con el virus y mantener la vida cotidiana.
El material de protección está hecho de látex y de telas especiales, restos no biodegradables que ahora se suman al muestrario de la basura que dejará esta nueva guerra. Son los casquillos de una larga batalla que aún no termina de mostrar su lado más oscuro.
A lo largo de las calles de la ciudad de Nueva York proliferan los tapabocas en los rostros de la gente, pero también aparecen tirados en el piso; su presencia es angustiante. Lo mismo sucede con los guantes de látex, están en las manos y en el piso.
Tan sólo el 21 de marzo de 2020, a petición del gobernador Andrew Cuomo, se entregaron 2 millones de mascarillas N95 a los servicios médicos: 1 millón para la Ciudad de Nueva York y otro para el resto de los condados.
El 25 de marzo, Cuomo anunció que todos los hospitales estaban completamente abastecidos de mascarillas, tapabocas, guantes y trajes esterilizados, aunque afirmó que se requerirían más y así sucedió.
El precio original de la mascarilla N95 es de ¢80 centavos y subió hasta a $7 dólares (precio de mayorista) después de que distintos gobiernos estatales las solicitaran en enormes cantidades. En las calles puede llegar a costar hasta $20 dólares.
La adquisición y producción de estas provisiones comenzó una especulación que ha puesto en entredicho el interés por salvar las vidas de las personas contagiadas por COVID-19.
Usados y tirados en el suelo, los guantes aparecen en las banquetas de Manhattan, mientras en tiendas los tapabocas quirúrjicos cuestan un promedio de $2.50 dólares y ya se venden en el comercio informal.
Son los rastros de una batalla contra lo invisible. Un tipo de munición que impide el tacto y el contagio.
Poco a poco, los tapabocas y los guantes comienzan a normalizarse. Luego de la crisis epidemiológica habrá que lidiar con los residuos de la enorme producción de estos materiales.
Fotógrafo y periodista independiente residente en México con conexiones en Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Cuba, Brasil, Haití y Estados Unidos.
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