Adriana Guzmán, feminista comunitaria aymara, advierte: lo que está en juego en Bolivia no es la silla presidencial o el regreso de Evo Morales, sino la intención de una nueva colonización sobre los pueblos indígenas. Cuestiona el feminismo que, desde la academia, es incapaz de ver un movimiento indígena y manda un mensaje al Evo: «los muertos no se negocian»
Texto: Lydiette Carrión
Foto: Especial
Desde el domingo pasado, cuando Evo Morales anunció su renuncia como presidente de Bolivia y todo desencadenó en un golpe militar, Adriana Guzmán Arroyo empezó a enviar audios describiendo lo que ocurría en su país: “Este golpe no es solamente al Estado. Es un golpe a los pueblos. No están peleando por la silla presidencial. Es por nuestra dignidad”.
Adriana es una mujer indígena de la comunidad aymará. Forma parte del Feminismo Comunitario Antipatriarcal de Bolivia. “Primero nos hicimos feministas. Luego comunitarias. Y luego nos dimos cuenta que la comunidad también puede ser patriarcal. Por eso nos llamamos así.”
En entrevista telefónica para Pie de Página, fija postura respecto a Evo, a los feminismos. Narra también el proceso de toma de organización de los pueblos y trabajadores en su país, que inició en 2003.
“Nos ponen la Biblia, nos ponen en ‘manos de dios’ y queman la whipala. Dicen que expulsarán a la pachamama”.
La represión a manifestaciones ha dejado una veintena de muertos en una semana. Ahora, hay quienes hablan de diálogo con el gobierno interino. Pero desde las organizaciones sociales se repudia. «Las organizaciones determinan que no se dialoga sobre nuestros muertos. No queremos paz, queremos justicia. Queremos que se restablezca el Estado de derecho y la renuncia de Jeanine Áñez”.
Adriana Guzmán advierte: quieren imponer un nuevo proceso de colonización contra los pueblos originarios.
De ahí que simbólicamente hayan traído la Biblia, que hayan quemado la whipala. Que en las calles, hayan agredido sobre todo a mujeres con polleras (faldas largas, enaguas), explica. Esto fue lo que hizo que la gente se volcara a las calles.
«En las manifestaciones gritamos: «¡Con la whipala no, carajo!». «¡Con mujeres de polleras no, carajo!».
Atacaron símbolos y organización, resume: los primeros ataque fueron a las radios comunitarias.
Por eso, si bien se puede discutir que la reelección del presidente era un error, a Evo Morales no lo depusieron por cuestiones electorales. «No le perdonan que sea indio», resume.
Por eso, las organizaciones sociales han armado un plan de acción para defenderse, que incluye bloqueo a carreteras y ciudades.
Un momento histórico que sale y reluce en varios momentos durante la entrevista es la masacre del gas, en Bolivia en 2003.
El entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada promovió varias medidas impopulares. Éstas incluían el exportar gas a través de puertos chilenos, en un momento en el que la cobertura interna era muy limitada. Para octubre, el presidente autorizó la intervención militar contra las protestas sociales. Esto cobró la vida de al menos 63 personas en lo que se conoció como la masacre de octubre o masacre del gas.
Carlos Meza, quien fue el contendiente contra Evo Morales en las pasadas elecciones, y actual líder de las movilizaciones contra contra su reelección, era vicepresidente durante el mandato de Sánchez de Lozada y fue acusado de represor. Pero en la prensa internacional esto jamás se discutió.
Para Adriana Guzmán, este es el parteaguas del movimiento social en Bolivia. Este proceso devino en la elección de Evo Morales en 2004, el primer presidente indígena del país en toda su historia. Devino en la nacionalización del petróleo, y en una serie de cambios estructurales. Todo esto, explica, ha sido un proceso difícil, con muchos errores –como aciertos–. Con acciones pendientes. Pero que sí han mejorado las condiciones de vida de los pueblos indígenas.
“Aquí los protagonistas son los pueblos. Y así ha sido por 13 años. Pero con esta democracia representativa, el poder sólo ve a Evo”, señala.
–Entonces este proceso no se acaba con Evo
–No. No empieza ni termina en el Evo. Empezó antes, y continúa ahora.
Esto de verse, mirarse en Evo Morales, como pueblo, regresará una y otra vez a lo largo de la entrevista. Por ejemplo: En su experiencia como educadora de niños. Recuerda que antes del 2003, cuando se preguntaba a los niños indígenas qué querían ser, estos repetían los oficios de sus padres. Ahora dicen que quieren ser presidentes, como el Evo.
“Yo no creo en el Estado”, ríe. Pero no puedo negar que hay un cambio: que los niños aspiren a algo distinto”. Y eso desde una postura no indígena, desde un cuerpo que no ha sido discriminado, no lo ven.
Adriana destaca algunos cambios en estos 13 años:
Pero también hay críticas sobre lo que no han podido transformar:
–¿Cómo hicieron esto, la organización social y comunitaria?
–En Bolivia, al igual que en México, hay una memoria comunitaria muy grande. Una memoria ancestral, prácticas comunitarias. Aunque en Bolivia no hay esas grandes ciudades monstruos. Son ciudades pequeñas. Y hay una memoria muy fuerte que se resiste a ser ciudad. Incluso la ciudad del Alto es una ciudad comunidad. Ya había toda esta memoria. Y tenemos 500 años de resistencia.
“El problema es que el neoliberalismo estaba destrozando las organizaciones y nos estaba matando de hambre.”
Entonces fue la elección de Evo Morales. Esto, explica, les dio aire para organizarse.
Se han recuperado los hidrocarburos y ha habido una redistribución de la riqueza. Eso nos ha dado tiempo para pensar. Nosotras, por ejemplo… seguramente yo estaría en otra cosa, pero no en el feminismo. Yo no soy una académica. No he terminado la universidad, como muchas de mis compañeras. Pero este proceso nos ha exigido pensar qué clase de país queremos.
A lo largo de estos 13 años, en Bolivia han organizado muchas cumbres. Éstas, “por sí mismas son un espacio para repensar la justicia, desde la justicia comunitaria”. En ocasiones estos encuentros han sido criticados. “Pero los encuentros han propiciado la reflexión”.
“Hemos tenido tiempo para juntarnos, para pensar, para exigir jubilación universal. Que el Estado devuelva a las mujeres lo que han trabajado. Que nos den salud, que nos den jubilación. Hay varias cosas que hemos podido pensar”.
–Evo ha sido duramente criticado desde el feminismo. Ustedes como feministas, ¿cómo evalúan esto?
–Nosotras nos hemos hecho feministas durante la masacre del gas en 2003. Se trató de una masacre terrible hace 16 años. Y desde ahí hemos aprendido a construir el feminismo. Pero siempre dentro de las organizaciones sociales, campesinas, obreras. Obviamente sí, los compañeros son machistas, y hacen transas, pero no nos entendemos haciendo feminismo desde un escritorio o la academia.
Además, agrega, ese feminismo, que ha señalado únicamente a Morales, paradójicamente tiene una mirada “falocéntrica”, fija en el expresidente boliviano.
Hay una mirada feminista falocéntrica en Evo. El Evo, como la mayor parte de los hombres, era, es machista. Pero este proceso que hemos hecho en este tiempo, lo hemos hecho todos. Sí hemos hecho un cambio. Sí, con problemas, con errores, con pendientes. Pero [este cambio] existe, y es un proceso no sólo de Evo. Eso lo que ellas no ven. Yo lo resumo en que al feminismo le ganó el racismo.
Las críticas desde ahí, desde un feminismo lejano, “son reducidas, porque no ven más allá del Evo. Y más allá, hay un país que se ha transformado, no como quisiéramos. Pero se ha transformado.”
Adriana agrega, diserta. “Sí, hay una lectura feminista. Sí, hay una pelea entre machos. Yo coincido. Pero la disputas es más grande, es estructural. Es eliminarnos (a los pueblos indígenas) no físicamente, sino simbólicamente”.
“Nuestra posición como feministas comunitarias no es en defensa del Evo, sino en defensa de este cambio. Un cambio a través del Estado en ocasiones, y a pesar del Estado en otras”.
La feminista aprovecha para mandarle un par de mensajes al Evo. Primero: “él no puede convocar a una negociación para la paz, porque hay muertos. Y “sobre los muertos no se negocia”. Eso, enfatiza, lo ha decidido la Central Campesina, las organizaciones sociales. Segundo: Evo no puede instruir a nadie, porque él no está aquí. “Estamos nosotros a pie de calle”.
Dicho esto, explica Guzmán, “es bueno que (Morales) haya salido. Porque lo mínimo que le habrían hecho es encarcelarlo o matarlo, valora. Y “aunque tenemos críticas hacia él, también nos vemos en él”. Y eso, señala, enfatiza, “no es un detalle”.
Segundo mensaje: “Es importante que mientras él está a salvo, que haga su propia reflexión. Su propia autocrítica. Pero para ver el sentido de este movimiento.
“El Evo ha planteado que puede venir… pero no. Ahorita le toca quedarse (en México). Lo que va a pasar ahorita en las calles es el movimiento campesino, los pueblos originarios, obreros, la central obrera (no todos pero una parte) trabajadores mineros, mujeres constructoras. La Junta Vecinal de la ciudad del Alto, que en 2003, sacó al presidente que nos hizo la masacre.”
Agrega: los movimientos de calle “no pueden ser caudillistas. Evo no tiene ahorita a qué venir. Debería dejar que esto se resuelva frente a las calles. Pero sí que reflexione, que observe el movimiento zapatista».
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Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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