1 mayo, 2024
¿Por qué tenemos qué defender los sindicatos hoy en día? En entrevista, el abogado laboralista José Luis González Godínez recalca: «Para reivindicar nuestro derecho a una vida digna y feliz, nuestro derecho a participar políticamente, y para fijar los rumbos de este país»
Texto: Alejandro Ruiz
Foto: Especial, Tomada de video
CIUDAD DE MÉXICO. – En junio de 2020 un obrero regiomontano gritó desde un camión: “Los obreros movemos a México”.
El grito, mientras enseñaba su músculo por la ventana, se quedó grabado en la memoria de todo el país, uno donde el 10 por ciento más rico de la población gana 30 veces más que el 50 por ciento del más pobre.
Todos nos sentimos identificados, o al menos todos quienes nos asumimos como clase trabajadora y que con nuestra fuerza de trabajo (la vida misma) hacemos que este país camine.
Pero, mientras hacemos que México se mueva, paradójicamente muchos de nosotros estamos desorganizados, o representados por sindicatos charros, blancos o patronales, que negocian prebendas y favores con nuestros derechos.
¿En qué momento de la historia se perdió eso que tanto les costó a los obreros de Cananea y Río Blanco? ¿En qué momento los sindicatos se convirtieron en base del poder político y económico de los empresarios y sus representantes en el gobierno? ¿Tenemos que luchar por ellos?
Esta es una breve radiografía del sindicalismo mexicano, contada por uno de sus constructores, el abogado laboralista José Luis González Godínez, integrante del Centro de Investigación Laboral y Asesoría Sindical (CILAS).
El 3 de septiembre de 1910, a unos días de que estallara la Revolución Mexicana, el anarquista Ricardo Flores Magón escribiría un artículo en su periódico Regeneración:
«Proletarios: tened presente que vaís al nervio de la revolución; id a ella, no como el ganado que se lleva al matadero, sino como los hombres conscientes de todos sus derechos. Id a la lucha; tocad resueltamente a las puertas de la epopeya; la gloria os espera impaciente de que no hayáis hecho pedazos todavía vuestras cadenas en el cráneo de vuestros verdugos».
Recordando este episodio, José Luis y yo comenzamos la entrevista.
–Podemos hablar de que la organización de los trabajadores en México es muy vieja, casi desde la Colonia, pero ¿cuál crees que es el punto de partida del sindicalismo contemporáneo en México?
–El sindicalismo nace a partir de Revolución Industrial en Inglaterra. Es decir, en el momento de la transición entre el sistema feudal y propiamente la industrialización, el capitalismo, y la necesidad en la clase trabajadora de organizarse para replantearse estas nuevas formas de trabajo.
«En México, el referente de los primeros procesos organizativos de los trabajadores, más allá del mutualismo o el cooperativismo, está en los postulados de Ricardo Flores Magón, como lo demuestran los movimientos obreros de Cananea y Río Blanco a principios del siglo XX».
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«Esto marcó, inclusive, las bases ideológicas del movimiento revolucionario de 1910, donde aunque la participación de los trabajadores no fue muy notoria, sí fue muy importante, tanto que plasmaron muchas de sus banderas de lucha finalmente en la Constitución de 1917, concretamente en el artículo 123 con tres conquistas: la jornada laboral; las prestaciones y vacaciones, y el derecho a la organización de los trabajadores, que es donde surge, ya formalmente, el establecimiento de los sindicatos y las centrales de trabajadores.
«De ahí, primero nace la Casa del Obrero Mundial, y después centrales como la CTM y la CROM. Este periodo lo calificamos como el de un sindicalismo oficial post revolucionario, en donde casi era un requisito la afiliación masiva colectiva de las organizaciones sindicales al partido oficial, al partido de la revolución, que ahora es el PRI.
«Ahí nace la etapa de lo que conocimos como el sindicalismo corporativo, que sirvió para impulsar y sostener las estructuras políticas de los gobiernos. Todo, desde los apoyos que se daban desde las instituciones gubernamentales a las organizaciones sindicales, mismos que generaron componendas o acuerdos políticos que finalmente derivaron en una relación muy viciada».
En mayo de 1962, Encarnación Pérez Gaytán, desde una cárcel del Distrito Federal, publicó una respuesta a una serie de declaraciones de Vicente Lombardo Toledano, en ese entonces dirigente de la Central de Trabajadores de México e ideólogo del Partido Popular Socialista.
Pérez Gaytán, quien fuera tercer secretario del Comité Central del Partido Comunista y activo militante en el sindicato ferrocarrilero en épocas de Valentín Campa y Demetrio Vallejo, criticaba las denotaciones que Toledano hizo hacia el Partido Comunista durante un seminario sobre el movimiento obrero en México.
La declaración de Lombardo fue la siguiente: “En México hay tres agrupaciones que han adoptado el marxismo-leninismo: el Partido Popular Socialista, Partido Comunista Mexicano y el Partido Obrero Campesino. Pero hasta este momento no han llegado a la unidad, porque el Partido Comunista dice ser el propietario único del marxismo-leninismo, y acusa a los otros de no poder, sin su consentimiento, utilizar la filosofía marxista-leninista”.
La respuesta de Gaytán, preso por las movilizaciones de los ferrocarrileros, reflejaban un nivel de debate entre los movimientos obreros que se disputaban la dirección de la clase trabajadora en el país, la cual se debatía entre seguir al gobierno, o construir centrales autónomas.
Gaytán contestó: “La apreciación de las diferencias entre ambas (posturas), únicamente será posible analizando los hechos tal como han sucedido, examinándolos de un modo materialista y no idealista (…). ¿Cómo es posible que Vicente Lombardo Toledano se lance contra reformistas y oportunistas si él ha sido durante toda su vida exponente destacado e ideólogo consumado del oportunismo y del reformismo en el movimiento obrero mexicano?”.
Volvemos a la entrevista con José Luis.
–¿Entonces el sindicalismo en México, después de Magón, siempre ha estado cargado al oficialismo?
–No, pero hay que reconocer que esa época fue de un sindicalismo corporativista, con personajes y dirigentes muy importantes como Lombardo Toledano o Fidel Velázquez. Personajes que, inclusive, influían mucho para poner y quitar gobernantes, hasta al Presidente de la República.
«Hay que entender el periodo, la primera y segunda guerra mundial, el petróleo, hicieron que en ese momento hubiera cierta estabilidad económica porque las condiciones del país se prestaban para eso. Las conquistas laborales daban para que los trabajadores estuvieran más o menos satisfechos. Por ejemplo, fueron mejorando la jornada de trabajo, el salario, las prestaciones, se generaron instituciones a favor de los trabajadores y de los sindicatos, como el Seguro Social o el Infonavit.
«Fue una época que le brindó beneficios a la clase trabajadora, y también, donde desde la clase trabajadora también se generaron beneficios hacia el sistema. Hay que recordar, por ejemplo, cómo se generó la expropiación petrolera: fue a partir de un conflicto laboral que presionó a las empresa extranjeras el pago de prestaciones, y que derivó en la decisión de la expropiación.
«El sindicalismo fue evolucionando, y después de la bonanza se dan movimientos que empiezan a romper con esta dinámica del corporativismo. Movimientos que recuperan la base ideológica sindicalista: el proyecto socialista. Aquí son muy importantes los ferrocarrileros, los electricistas, los médicos, el magisterio, todo lo que confluyó junto al movimiento estudiantil en 1968, y que también los reprimieron».
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«El referente más reciente es el movimiento del magisterio, del sector de educación básica, quienes han dado luchas muy importantes en el aspecto sindical, hasta lo que hoy conocemos como la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, uno de los sindicatos más fuertes y más grandes de Latinoamérica.
«Hay tres momentos del sindicalismo en el México del siglo XX: el de 1920 a 1930; el de 1950 a 1968, y el de 1980 a 1994. En esas etapas podemos visualizar el esfuerzo del sindicalismo independiente, y también las expresiones de perversión del sindicalismo, el sindicalismo oficialista, donde aparecen sindicatos de protección patronal, que a mi parecer no podemos llamarles sindicatos, sino mecanismos de control por parte de los gobiernos y de los patrones para contener los reclamos de los trabajadores para seguir fortaleciendo un sistema de explotación y de sometimiento en contra de la clase trabajadora, en contra de un sistema de justicia social».
El 28 de junio de 1989 Elba Esther Gordillo celebró ante los medios de comunicación su arribo al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación tras la imposición del presidente Carlos Salinas de Gortari, todo, a pesar de las huelgas del magisterio disidente que ese mismo año congregaron a medio millón de docentes que exigían democracia sindical.
Una de sus declaraciones, recuperada por el periódico La Jornada en ese año fue:
«Me hubiera gustado llegar de otra forma (…). El gobierno no tuvo ninguna injerencia, al menos en mi caso (…). De inmediato traté de ponerme en contacto con el presiente de la República y ponerme a sus órdenes. Es el presidente de la República. No puedo ser neutral, milito en su mismo partido».
Su confesión, con maestros asesinados a cuestas, da cuenta de la cooptación corporativa que el priísmo hacía en los sindicatos. Lo mismo que pasaba en el magisterio, pasaba con los electricistas, los ferrocarrileros y las grandes centrales obreras.
Antes de Elba Esther, Jonguitud Barrios. Antes de Fidel Velázquez, Lombardo Toledano, pero todos ellos parecen calca y copia.
Paradójicamente, a partir de Salinas y la llegada del neoliberalismo, el priísmo selló la muerte del sindicalismo corporativo, y en general, de todo el sindicalismo.
–¿Por qué parece que de la primavera magisterial del 89 a la fecha, las banderas de los sindicatos se han decaído? ¿Cuándo se abandonó la lucha por y desde los trabajadores en los gremios?
–Por ese mal bautizado como neoliberalismo, y porque la política del gobierno, del PRI, fue sencillamente aplastar a la disidencia. Por ejemplo, con la privatización de Ferrocarriles Nacionales, se desestructura la propuesta sindicalista del Sindicato Ferrocarrilero.
«Históricamente se han combatido desde el sistema, desde los poderes gubernamentales, y desde luego económicos, los esfuerzos de los trabajadores de manera independiente y auténtica para que los gobernantes puedan presumir la estabilidad laboral y la paz social para atraer inversiones.
«Un ejemplo claro es lo que pasó en la imposición de la reforma a las pensiones, tanto en 1997 y en el 2007, reformas que afectaron gravemente a los trabajadores en cuanto a sus derechos pensionarios y jubilatorios, y que también rompieron con los principios de solidaridad generacional.
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«Ese golpe, en cuanto a los movimientos sindicales y obreros, pues también sirvió para que se desvinculara la lucha de los trabajadores contra la sobreexplotación y precarización de de las condiciones laborales».
«Otro ejemplo es lo que pasó con la Ley Abascal de Vicente Fox, que permitía legalizar el outsourcing y la precarización, pero fue imposible una respuesta contundente de manera colectiva porque ya había una desvinculación en los procesos de organización históricos de los trabajadores desde el 97. Aunque hay que reconocer que los mismos compañeros del magisterio, y otros sectores del trabajo burocrático, procuraron dar una lucha, pero pues no fue suficiente.
«Ese fue uno de los golpes más fuertes que se le ha dado a la clase trabajadora y al movimiento sindical, sobre todo el independiente.
«Con la llegada del neoliberalismo se dio esta embestida contra los procesos organizativos de los trabajadores de los sindicatos independientes. Podemos ubicarlo desde el periodo de Carlos Salinas de Gortari, aunque antes Miguel de la Madrid ya venía implementando estas estas acciones en contra del sindicalismo independiente.
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«Desde ese periodo, el control sobre la acción sindical fue brutal. Aparecieron propiamente los sindicatos patronales, que ya ni siquiera eran sindicatos blancos, que ahí estaban nada más para las cuotas y lo único que hacían era cumplir con el requisito ante las autoridades de que había un sindicato dentro de la empresa. Ahora, ya eran sindicatos formados por los mismos patrones, quienes designaban las dirigencias y los ponían a su servicio. Eso, al mismo tiempo, fue replegando y reprimiendo los esfuerzos de la organización sindical independiente.
«Además de esto, está el discurso que el gobierno y los patrones llamaron la nueva cultura laboral. Ese fue otro factor a considerar.
«Esta nueva cultura laboral se movía en dos ejes principales: la productividad y la calidad, y a partir de eso prometían que eso iba a sacar adelante a empresas y a trabajadores.
«En los hechos, la nueva cultura laboral fue el discurso de ponerte la camiseta de la empresa. Con esto, también cambiaron el lenguaje, ahora a los trabajadores ya no se les dice trabajadores, ahora son colaboradores, y otros más cínicos inclusive se atreven a decirles que son socios, cuando realmente seguimos siendo los explotados.
«Implementaron todo un bagaje conceptual, un nuevo lenguaje, pero siguieron con los viejos métodos de represión en contra de los esfuerzos organizativos de los sindicatos.
«Así, cuando llega la Ley Abascal y los periodos de gobiernos panistas, pues ya estábamos controlados, como lo dijo Vicente Fox: Por un gobierno de empresarios y para empresarios. Y en ese tipo de gobierno, lo que menos querían era permitirle a los trabajadores que se organizaran».
«Otro factor que contribuyó a esto fue el discurso de que la lucha de clases ya era obsoleta, que no existía, que el proletariado no es proletariado. Estos discursos, al final, dejaron libre el terreno para que se impusiera el individualismo, la competencia, y hasta la confrontación entre trabajadores que te decían: Tú dedícate a trabajar y a producir, olvídate de lo demás.
«Esto vino acompañado de imposiciones como el outsourcing, lo que nos situó ante un panorama muy complejo, porque cuando querías organizar a los compañeros, resulta que un compañero que estaba trabajando en el mismo centro de trabajo, que estaba haciendo lo mismo que el otro, que ganaba lo mismo que el otro, pues resulta que estaba contratado en otra empresa y entonces no podíamos formar un sindicato.
«De repente, en las empresas había momentos donde eran 50 compañeros que estaban divididos en cinco empresas distintas.
«Todos estos elementos frenaron los esfuerzos de los procesos organizativos. Pero además, si a esto le sumas la desestructuración de nuestra base o nuestra plataforma ideológica como trabajadores, pues no hubo mucha resistencia.
«Para mantener un sindicato independiente se tiene que trabajar desde la izquierda, con aspiraciones, objetivos, rutas y un proyecto político que tenga que ver con la conquista de la justicia social; con la construcción de otro mundo posible. Un proyecto donde sea la clase trabajadora quien pueda tomar el rumbo político y la dirección económica del país. Algunos decimos, y lo decimos claramente: si los sindicatos no tenemos un proyecto socialista, no somos sindicatos».
El 1 de mayo de 2019 el presidente López Obrador presentó la nueva Reforma Laboral que, entre otras cosas, garantiza la libertad sindical y la modificación de las Juntas de Conciliación y Arbitraje.
En su discurso, el presidente dijo:
«No es exagerado decir que estamos en el mejor momento de la historia de México en cuanto a desarrollo de conciencia política, es cuando más conciencia política ha habido en México, es algo ejemplar. Somos vanguardia en este aspecto a nivel mundial (…). Queremos llevar a cabo la transformación con la participación de todo el pueblo de México. Y desde luego, que es muy importante que podamos contar con el apoyo del sector obrero, como se está logrando también el apoyo del sector empresarial y de todas las clases sociales, de los sectores, de los ciudadanos en general, de todas las corrientes de pensamiento. Queremos que la transformación se dé por el camino de la reconciliación, por el camino de la concordia».
De las promesas, más allá del aumento al salario mínimo y las iniciativas de reforma en pensiones y seguridad social, apenas hace un año faltaba un largo trecho para cumplirlas. El sindicalismo parece quedar, de nuevo, rezagado.
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–¿Estamos ante un declive del sindicalismo blanco y patronal? ¿Cómo leer el sindicalismo en tiempos de laCuarta Transformación?
–Algunos dicen que desde 2019 estamos viviendo una primavera sindicalista, esto, a partir de la Reforma Laboral impulsada por este gobierno, aunque propiamente la construcción de esta nueva ley comenzó desde 2017.
«Sí podemos decir, en términos generales, que este gobierno ha tenido políticas a favor de los trabajadores, aunque hay que ser claros, estos derechos han nacido de las luchas históricas de los trabajadores, de causas de toda la vida de la lucha obrera.
«Algo importante a analizar es que estos derechos ahora no tienen su soporte en la movilización real de la clase trabajadora, o de los sindicatos, por lo que habría que preguntarnos si lo que estamos viviendo no es un oasis en el desierto».
«Este análisis es importante, porque hay otra lectura que plantea que la desestructuración orgánica del aparato de las luchas independientes sindicalistas se acentúa más a partir del triunfo de Andrés Manuel.
«Esta lectura plantea que cuando se genera la propuesta de Morena, como movimiento, pues hubo quienes lo vimos como un nicho organizativo real, y que desde ahí se podía construir la propuesta de una transición hacia otro sistema que beneficiara a la clase trabajadora.
«Cuando se decide que Morena se iba a constituir como partido político, hubo muchos que no estuvimos de acuerdo, pero no dejamos de reconocer que el movimiento obrero debe tener un instrumento político que contienda en esos espacios para buscar que quienes conduzcan esa dirección sean las y los trabajadores. Eso era algo coyuntural. El problema es que la mayoría de la gente depositó todas sus esperanzas en esa vía, y con eso se desarticularon muchos movimientos.
«Andrés Manuel es carismático, es un buen líder, pero sigue siendo un burgués; un liberal democrático; un demócrata, si quieren. Y está bien, en la lucha política la clase trabajadora debe coexistir con ellos, pero sin desarticular nuestras propuestas, nuestros movimientos, y entregarlo todo a esa a esa vía».
«Ahora, analizando estos nuevos derechos en este gobierno, parece que quieren que les agradezcamos a los políticos y que reconozcamos la bondad de los patrones por cumplir con derechos mínimos. No se dan cuenta que eso también abona a que los trabajadores piensen que ya no hay necesidad de organizarse, o que ya no hay que luchar, cuando el fondo del asunto de la lucha de los trabajadores es reivindicar nuestra postura desde todos los ámbitos: nuestro derecho a una vida digna y feliz, nuestro derecho a participar políticamente para fijar los rumbos de este país y nuestras posturas anticapitalistas.
«Luchamos contra la explotación y el sometimiento, no luchamos para que nos den prebendas, y parece que eso se ha olvidado».
«Estos derechos pudiera decirse que son cosas buenas, pero no son suficientes; y, como se han dado, yo no lo veo como una conquista de los trabajadores, y eso es peligroso, porque ahora muchos trabajadores piensan que no podemos organizarnos porque ya se están consiguiendo cosas. Pero hay que valorar qué es lo que se está consiguiendo. ¿No será nada más un oasis en el desierto? ¿De verdad son conquistas reales?
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«No sé las respuestas, pero es muy peligroso si en realidad nada de esto es real, porque pudiera ser que con esto manifestemos estar de acuerdo en seguir sosteniendo este sistema de explotación. Quizás estos derechos sean paliativos para contener cualquier otra aspiración de los trabajadores.
«Habría que preguntarnos a quién favorece esta pasividad y desorganización de la clase trabajadora. Estamos viendo a una derecha que parece pretender dar un golpe de Estado, ¿y si eso llega a pasar? ¿No es más conveniente tener células organizadas, sindicatos fuertes que defiendan las propuestas y derechos?
«Ahora, se está peleando para reducir la jornada laboral a 40 horas, y el Congreso lo tiene detenido. A veces creo que olvidamos que desde los sindicatos, desde la lucha colectiva, se ha logrado que haya contratos colectivos que ya establecen ese derecho. Pero ahora, los políticos hacen los cálculos desde los intereses de los empresarios, cabildean si darnos o no darnos, y los trabajadores estamos esperando a que bondadosamente digan que sí, cuando tendríamos que estar tomando las calles para conquistar ese derecho».
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En febrero de 2022 los trabajadores de la General Motors, en Silao, Guanajuato, hicieron lo imposible: lograron registrar un sindicato independiente en una empresa transnacional y derrotar a la Confederación de Trabajadores de México.
Días después de las elecciones, con todo en contra, este reportero habló con uno de los trabajadores. Con orgullo, dijo: “Esta victoria no es producto del T-MEC, nosotros aprovechamos la coyuntura. La victoria viene del hartazgo y la organización de nosotros los trabajadores”.
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A partir de este movimiento se revivió una de las figuras más interesantes de organización obrera en México: las casas obreras.
José Luis dirige la Casa Obrera Queretana, y acepta que, aún con las críticas, la reforma laboral de 2019 sí abre nuevas posibilidades para la organización sindical independiente. El trabajo, dice, está en formar cuadros político-sindicales.
–¿La experiencia de los trabajadores de General Motors, en Silao, demuestra que no todo está perdido, no crees?
–Sí, y es importante reconocerlo, pues a partir de la reforma de 2019 a la Ley Federal del Trabajo, que se enmarca en la disposición del capítulo 23 del T-MEC, se abre una coyuntura importante para que podamos re impulsar los procesos organizativos en sindicatos independientes a favor de las y los trabajadores.
«La experiencia de General Motors, Silao, que fue la primera donde se pudo aplicar todo este bagaje de disposiciones legales internacionales, ayudó mucho para conseguir que se constituyera un sindicato independiente en el ramo automotriz.
«Primero se tuvo la tarea de organizar a la gente, informarles sobre las nuevas disposiciones, y a la vez ir reconociendo nosotros las nuevas herramientas legales para hacer valer nuestros derechos, porque aquí inclusive podemos iniciar procesos en instancias internacionales, como el Mecanismo de Respuesta Rápida».
«Con esta reforma se abrieron expectativas favorables para las trabajadoras y los trabajadores, en la posibilidad de constituirse en sindicados independientes que realmente los representen, que vivan internamente sus ejercicios democráticos y que definan ellos mismos sus instancias y procesos en la toma de decisiones en cuanto a su vida interna y sus relaciones con la patronal»
«Esta es una expectativa favorable, siempre y cuando todas las trabajadoras y trabajadores tengan conocimiento de estos instrumentos, de estas nuevas formas que nos permiten las leyes y las instancias procuradoras de justicia laboral; por eso también es importante una cruzada que estamos llevando a cabo a través de las casas obreras en el país, una cruzada de formación sindical, informando que ahora a los trabajadores les resulta más fácil organizarse en sindicatos, ya que a los patrones les resulta más difícil intervenir en estos procesos internos.
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
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