Los trabajadores de las plantas de reciclaje viven en la informalidad laboral, mientras el mundo no deja de producir y consumir plásticos. La paradoja están en que cuando el reciclaje no es una opción, la gente se ve obligada a deshacerse del plástico como sea, ya sea quemándolo o enterrándolo. Hacerlo ya ha tenido consecuencias devastadoras.
Texto: Mélissa Godin / IPS
Foto: Alamy
CIUDAD DE MÉXICO. – Es una tarde calurosa en Iztapalapa, la demarcación más poblada de la Ciudad de México. Bajo un sol abrasador, Enriqueta Loreto separa los materiales reciclables de los residuos. Todos los días va de puerta en puerta recogiendo los desechos de la gente con la esperanza de encontrar objetos que pueda revender.
“Nadie nos protege”, afirma Loreto, que realiza su trabajo de recicladora de manera informal, sin contrato ni protección social. “El gobierno no nos reconoce, ni el sindicato de basureros. No tenemos protección”.
A más de 9 mil kilómetros de Iztapalapa, representantes de más de 170 naciones se reunieron recientemente en París para deliberar sobre un acuerdo que tendrá una influencia significativa para el futuro del uso global de los plásticos, y también para los recicladores como Loreto.
El nuevo tratado mundial de las Naciones Unidas tendrá como objetivo hacer frente a la creciente contaminación mundial por residuos plásticos, pero deberá superar una serie de complejos problemas internacionales.
Entre los puntos más urgentes de la negociación, mientras los países tratan de redactar un acuerdo para finales de 2023, están las decisiones sobre si deben prohibirse determinados plásticos y cómo debe mejorarse la gestión de residuos.
También se deberá decidir sobre cómo hacer frente a lo que se ha denominado “colonialismo de residuos”, una práctica que consiste en exportar los residuos de los países desarrollados a los países más pobres del sur global, donde las normativas medioambientales y los derechos laborales son menos estrictos.
Es urgente regular la industria mundial del plástico: en los últimos 20 años, la producción anual de plásticos se ha más que duplicado hasta alcanzar los 460 millones de toneladas, de las cuales aproximadamente la mitad se destina a productos de un solo uso o de corta duración.
Sin embargo, sólo se recicla 9 % de los plásticos producidos, y 12 % acaba en incineradoras. La inmensa mayoría termina en vertederos o se filtra al medioambiente, donde puede tardar cientos de años en degradarse.
Los plásticos también agravan el calentamiento global, ya que acumulan una importante huella de carbono a lo largo de su ciclo de vida: en 2019, los plásticos representaron 3,4 % de las emisiones mundiales de efecto invernadero. Si no se introducen cambios drásticos, los residuos plásticos podrían triplicarse en cuatro décadas.
“La contaminación por plásticos es una bomba de tiempo, además de una plaga que ya ha comenzado”, dijo el presidente francés, Emmanuel Macron, en un video dirigido a los delegados en las negociaciones de París. “Los ojos del mundo están puestos en nosotros”, añadió.
En los últimos años, se han aprobado leyes históricas en varios países que buscan reducir los residuos plásticos. China era antes uno de los mayores importadores de residuos del mundo, pero prohibió las importaciones en 2018.
Esto provocó un aumento de las importaciones en otros lugares, ya que los países desarrollados buscaron nuevos destinos para sus residuos. También generó un debate sobre los impactos sanitarios y ambientales de la práctica y nuevas prohibiciones.
Mientras tanto, el Parlamento Europeo respaldó en enero un plan para restringir las exportaciones de residuos más allá de sus fronteras, abriendo la puerta a normativas que podrían reducir el papel de la Unión Europea (UE) en la terciarización del reciclaje en manos de países en vías de desarrollo.
Mientras los esfuerzos para hacer frente a los residuos plásticos avanzan en algunas partes del mundo, la contaminación empeora en otras. Es el caso de México, el mayor importador de plásticos de América Latina. Según una investigación reciente, en los dos últimos años México ha duplicado sus importaciones sólo de Estados Unidos.
Y los trabajadores informales ―expuestos a sustancias químicas tóxicas y a condiciones laborales precarias― están pagando el precio.
México importa residuos plásticos desde hace mucho tiempo, pero los envíos se han disparado desde la prohibición de China, ya que EE.UU. y otros países luchan por exportar sus residuos a otros destinos.
Planta de reciclaje de residuos sólidos en Xalapa, estado de Veracruz, México. La planta procesa cientos de kilos de plástico al día. Imagen: Alamy
El Gobierno mexicano no está preparado para gestionar este nuevo flujo de residuos plásticos. El Índice de Gestión de Plásticos de la iniciativa Back to Blue, una plataforma que trabaja en la protección de los océanos, concluyó que la falta de capacidad sistémica y las deficiencias de gobernanza hacen de México uno de los países menos preparados para hacer frente a la contaminación por plásticos.
Aunque México ha puesto en marcha diversas leyes para regular la contaminación por plásticos, muchas de ellas son de ámbito estatal o municipal, como la iniciativa de Ciudad de México de prohibir los plásticos de un solo uso.
Estas leyes locales han dado lugar a importantes lagunas en cuanto a quién debe aplicar qué políticas y dónde. En lo que respecta a las importaciones de plástico, ningún organismo gubernamental controla actualmente si las importaciones se reciclan realmente.
Algunas iniciativas tratan de investigar la contaminación por plásticos, como el proyecto Colonialismo de Residuos Plásticos y su Uso como Combustible en México, que ha creado un mapa interactivo que muestra dónde se incineran plásticos en el país. Sin embargo, en general faltan datos fiables.
No sabemos qué porcentaje de estos plásticos importados va a instalaciones de reciclaje: Alethia Vázquez Morillas.
“No sabemos qué porcentaje de estos plásticos importados va a instalaciones de reciclaje”, dijo Alethia Vázquez Morillas, profesora e investigadora de residuos urbanos de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en Azcapotzalco. “No hay un punto focalizado donde se esté registrando toda la información”, añadió.
Incluso sin importaciones, México tiene un problema con los plásticos. El país es un importante consumidor y productor de residuos plásticos, con un consumo anual de 66 kilogrmos de plástico per cápita, muy por detrás de Estados Unidos (221 kilos por persona), pero similar al de países más desarrollados como Japón y Corea (69 kilos en promedio).
Pero México no tiene medios para reciclar todo el plástico que se mueve dentro de sus fronteras. El país consigue mantener una elevada tasa de recolección de residuos, superior a 90 %, a pesar de que, como informa Vázquez Morillas, más de 200 de sus 2 mil 471 municipios carecen de servicios formales de recolección. Sin embargo, la mayor parte de estos residuos se eliminan de forma inadecuada, lo que hace que México tenga una de las tasas de reciclaje más bajas del mundo, de solo 5 %.
Cuando el reciclaje no es una opción, la gente se ve obligada a deshacerse del plástico como sea, ya sea quemándolo o enterrándolo. Hacerlo ya ha tenido consecuencias devastadoras: la contaminación por plásticos ha introducido materiales peligrosos en el medioambiente, filtrándose en muchas vías fluviales mexicanas y contaminando ríos y playas, así como tierras de cultivo.
El plástico y su contaminación tienen consecuencias peligrosas no sólo para el medioambiente, sino también para la salud humana, ya que estudios muestran cómo las partículas de plástico han llegado a nuestros alimentos e incluso a nuestro cuerpo.
Trabajador clasificando botellas de plástico de forma manual en la planta de reciclaje de residuos sólidos de Xalapa, estado de Veracruz, México. IImagen: Alamy
Pero la contaminación por plásticos es especialmente peligrosa para los recicladores, que trabajan en gran medida de manera informal y muy cerca de la gestión de residuos.
Por ejemplo, un informe de la organización Human Rights Watch de 2022 descubrió que los trabajadores de las instalaciones de reciclaje de plástico en Turquía están expuestos regularmente a sustancias químicas nocivas al inhalar polvos tóxicos y humos emitidos durante el proceso de reciclaje.
Esto los pone en riesgo de desarrollar enfermedades graves y a largo plazo, como cáncer, enfermedades respiratorias, afecciones cutáneas y dolor crónico.
Los estudios también han descubierto que las mujeres expuestas a las toxinas de los productos plásticos corren un mayor riesgo de padecer síndrome de ovario poliquístico y abortos recurrentes: sus hijos tienen más probabilidades de nacer con discapacidades.
Los riesgos se consideran tan importantes que el año pasado expertos de la ONU afirmaron que la exposición a toxinas relacionadas con la gestión de residuos plásticos en Ghana constituía una violación de los derechos humanos de los trabajadores del reciclaje.
En México, los riesgos para la salud de los recicladores también son elevados. A falta de sistemas adecuados de gestión de residuos, es habitual que los materiales reciclables se mezclen con otros residuos contaminados, según Tania Espinosa, coordinadora de la organización Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando (Wiego, en inglés) en Ciudad de México.
Esto puede incluir excrementos humanos o de animales, animales muertos, residuos médicos o de tratamientos especiales, o cualquier otra sustancia que pueda ser perjudicial para la salud.
Los trabajadores también suelen sufrir cortes o pinchazos al manipular los residuos, lo que los expone a materiales infecciosos y tóxicos. Esta exposición contribuyó a que los recicladores tuvieran una tasa de mortalidad superior a la media nacional durante la pandemia de covid-19, informa Wiego.
Estos riesgos se agravan porque la mayoría de los recicladores de México carecen de acceso a atención médica. La mayoría de los recicladores trabajan en la economía informal, sin seguros ni contratos. Muchos trabajan en vertederos que en su mayoría están bajo control privado, o en las calles, donde ni las empresas ni el Gobierno les prestan apoyo.
“El gobierno de México no ha abordado esta cuestión con seriedad”, afirma Vázquez Morillas. “Tienen que sentarse con los trabajadores y entender a qué retos se enfrentan y cómo darles más apoyo”, añade.
En las conversaciones del tratado sobre los plásticos celebradas en París del 29 de mayo al 2 de junio, los recicladores mexicanos unieron sus fuerzas a las de los trabajadores de la basura de todo el mundo para hacer oír sus voces.
El objetivo de la Alianza Internacional de Recicladores es garantizar que el acuerdo final reconozca y proteja explícitamente a los trabajadores del plástico.
La alianza, dijo Espinosa, está “proponiendo que haya obligaciones básicas en el tratado que beneficien a los recicladores, que son los más vulnerables en la cadena de valor del reciclaje”.
Los expertos no se hacen ilusiones de que un tratado mundial sobre los plásticos erradique el problema de los residuos plásticos en México, ni mejore inmediatamente la vida de los trabajadores del sector. “Este tratado es sólo el principio”, dijo Vázquez Morillas.
Pero los investigadores afirman que, a pesar de todo, estos tratados internacionales pueden tener el poder de hacer que los estados actúen.
“El tratado mundial ha ejercido presión sobre el Gobierno nacional”, afirmó Vázquez Morillas. Desde que los países se comprometieron a iniciar el proceso del tratado sobre los plásticos el año pasado, la Secretaría de Medioambiente de México ha empezado a trabajar con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente para crear el marco de un inventario nacional de la contaminación por plásticos.
“Realmente veo cómo el anuncio del tratado mundial el año pasado hizo que las cosas fueran más rápidas a nivel nacional”, añadió Vázquez Morillas.
Pero para los recicladores, los cambios deben llegar a otra velocidad y deben ser profundos.
“Me gusta mi trabajo”, dice Loreto. “Solo me gustaría que el Gobierno me pagara por el servicio público que presto”, concluye.
Este trabajo fue publicado originalmente en IPS. Aquí puedes consultara su versión original.
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