16 septiembre, 2023
Después de casi 10 años de retraso, este 15 de septiembre se inauguró una parte del tren interurbano México-Toluca, llamado El Insurgente. Ayudará a reducir el tráfico, las emisiones de gases contaminantes derivadas y a disminuir el tiempo de traslado en una megaurbe cada vez más amplia. ¿Qué riesgos tiene para el ambiente?
Texto: Arturo Contreras Camero
Fotos: Cuartoscuro y Arturo Contreras
ESTADO DE MÉXICO.- La mancha urbana de la Zona Metropolitana del Valle de México no deja de crecer. En los últimos 30 años ha avanzado sin cesar sobre los montes, bosques y pastizales que rodean a esta urbe. Ahora, un tren parece acercar más dos manchas urbanas, la de la Ciudad de México y la del Valle de Toluca, divididas por una sierra boscosa azotada por la deforestación. Si más vías de comunicación implican una mayor urbanización, qué peligros podría traer El Insurgente sobre estos terrenos.
El Insurgente, obra que inició a construirse en junio de 2014, cuando Peña Nieto aún era presidente y cuya construcción se retrasó más de 5 años, fue inaugurado este 15 de septiembre, o al menos una parte de la obra férrea. La idea era crear un tren que conectara la ciudad de Toluca con la de México y aliviar así un poco la saturación de la carretera que une a estás urbes, que desde hace más de 15 años padece de embotellamientos y un tráfico denso por su demanda.
La línea de ferrocarril contempla un trazo de 58 kilómetros con siete estaciones. Tres de ellas en la Ciudad de México (Observatorio, Vasco de Quiroga y Santa Fe) y el resto en Toluca (Lerma, Metepec, Toluca y Zinacantepec). El tramo que se inauguró es el que va de Lerma a Zinacantepec.
Será gratuito durante Septiembre y tendrá un costo de 15 pesos a partir de octubre. Sus 30 trenes beneficiarán a 3 millones y medio de personas lo que supondrán una disminución de 27 mil 827 toneladas de emisiones de dióxido al año (por los autos que se dejarán de usar), lo que equivaldría al oxígeno producido por 255 hectáreas de bosque, según cifras del gobierno federal.
Sin embargo, la construcción de un tren que cruza las zonas forestales entre ambas ciudades (en gran medida Áreas Naturales Protegidas) implica la pérdida de cierta superficie forestal, como recuerda el biólogo y doctor en recursos naturales Víctor Ávila Akerberg, quien ha estudiado el Bosque de Agua, como se conoce al gran bosque que abraza el valle de México a través de sus montañas, desde el norponiente hasta el sureste y brinda recursos (como el agua) que hacen viable la vida para 25 millones de personas.
“Por lo que entiendo las estaciones (que se inauguraron este viernes) van a estar en diferentes lugares del Valle de Toluca. De las faldas allá al fondo, pasando por las torres, y pasa por algunas colonias y terrenos, hasta la última parada que va a estar ahí por los outlets en Lerma. De ahí, no va a haber parada en la Marquesa y esa parte montañosa, no veo una infraestructura de paradero ahí en la caseta Toluca-México. No he visto construcción. De ahí no habría una parada hasta Santa fe, otra por la ibero (llanada Vasco de Quiroga), y la última en Observatorio”, comenta en entrevista sobre las posibles afectaciones que pudiera tener el tren.
Si no hay estaciones en la zona forestal de mayor importancia, esto no supondría un fomento a la expansión urbana en esta zona, como sí ha significado la creación de carreteras que atraviesan el Bosque de Agua y poco a poco han ido llevando cemento al interior de este gran bosque, dice Akerberg.
Históricamente en la zona ha existido la carretera Toluca-México tanto en su parte de cuota, que recientemente se extendió, y todo el trayecto libre. Pero al norte, unos cinco o 10 kilómetros, hay otra carretera libre que conecta Toluca con Naucalpan, cuya construcción estuvo detenida por varios años gracias a la lucha de la comunidad de Xochicuuatla que buscaba defender tanto su pueblo como su bosque, que fue partido en dos por la autopista.
Este tipo de autopistas, como la nueva que se está construyendo entre Atizapán de Zaragoza con Atlacomulco representan un problema mayor respecto a la urbanización y pérdida del bosque que el tren, al paso de las cuales se han desarrollado fraccionamientos privados como El Tule, o Reserva Santa Fe, que se venden como desarrollos ecológicos pero que solo privatizan y talan partes del bosque para construir casas, calles y bulevares.
Uno de estos fraccionamientos se llamó Bosque Diamante, un proyecto que se había aprobado por el gobierno del Estado de México y que estaba listo para tumbar 200 millones de árboles y construir 200 mil casas, pero que por el esfuerzo de organizaciones civiles, ejidatarios comprometidos y académicos se logró frenar.
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