Las familias triquis desplazadas por violencia que salieron de la Ciudad de México no pudieron ingresar a su pueblo en Tierra Blanca, Oaxaca, pese a que los gobiernos federal y estatal aseguraron que ya existía un acuerdo con otras comunidades de la zona. Ahora permanecen refugiadas a una hora de distancia
Texto y fotos: Isabel Briseño
YOSOYUXI, OAXACA.- La travesía comenzó a la medianoche del lunes. Durante casi 12 horas, 78 personas que habían salido de su comunidad porr la violencia viajaron desde la Ciudad de México en tres autobuses con la felicidad en el rostro de la victoria y la promesa del retorno.
Al fin regresarían a recuperar su “Tierra Blanca”, Copala, de donde fueron desplazadas y a donde sueñan regresar para retomar la vida que les fue arrebatada desde diciembre de 2020.
El recorrido fue lento y tedioso. Durante más de siete meses las familias triquis vivieron entre edificios y el desfilar de los autos de la Ciudad de México. Este martes, en cambio, los cerros verdes les daban la bienvenida. Tras recorrer más de 300 kilómetros, con mucha hambre y calor, comenzaron a bajar sus pertenencias de los autobuses para iniciar el proceso de registro que fue realizado por personal de la Secretaría General de Gobierno del Estado de Oaxaca (SEGEGO) y la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca.
En el pueblo de Yosoyuxi, que está a una hora de distancia de la comunidad de Tierra Blanca, se registraron 280 personas procedentes de la Ciudad de México, algunas se unieron provenientes del campamento instalado en la ciudad de Oaxaca.
El registro tenía como fin identificar a las personas nativas y que fueran solo ellas quienes retornaran.
Pero no todas se atrevieron a llegar hasta su comunidad. Angélica se registró e ingresó sola como otras mujeres por temor. Dejó en Yosoyuxi a su pequeñita de 2 años al cuidado de Aylin, su otra hija de 14 años. No quiso exponerlas. “Si me matan, que sea sólo a mí”, dijo.
“Tengo miedo -repetía-, porque yo sí sé cómo son ellos. a mí me tocó ver aquella vez cómo echaron bastantes balazos y no les importa nada. Mataron pollos, perros, y les tiraban a las personas porque las querían matar”.
El 26 de diciembre pasado, las familias fueron expulsadas a balazos de su comunidad por grupos armados.
Angelica recuerda que al mirar la situación, le dio mucho miedo y salió huyendo para el monte con su niña en el rebozo y un perro negro que las siguió. Cuatro días y tres noches estuvo caminando por el monte. Se limpia las lágrimas al recordar que estuvo perdida y que se quedó sin leche para alimentar a su nena.
Esa noche su hijo Joel le llamó al celular desde Estados Unidos y fue su salvación. Él pidió una canción en la radio de un poblado que se llama Brama Paraje Pérez, Angelica debía seguir el sonido de la música para guiarse y caminar en ese sentido. Así logró salir del monte.
Este martes, cuatro unidades transportistas de carga ligera fueron contratadas en Putla, Oaxaca, recorrieron por carretera 6 kilómetros durante 20 minutos, de Yosoyuxi a Carrizal, y otros 3 kilómetros de terracería más para llegar a Tierra Blanca.
Las familias triquis fueron escoltadas por varios vehículos de la Guardia Nacional y otros más de la Policía Estatal. Pero al llegar a Tierra Blanca, un grupo de mujeres impidieron el acceso de los desplazados y de los elementos de seguridad. Autoridades federales y estatales intentaron dialogar sin éxito con ellas durante varias horas.
En un documento las familias desplazadas acusaron a la diputada suplente de Morena Emelia Ortiz y una decena de integrantes del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui de bloquear el paso, con el argumento de que no había acuerdos.
Roció se subió a la camioneta de redilas con sus cuatro hijos -de 6, 5, 4 y 2 años de edad-, no tenía con quién dejarlos encargados como lo hizo Angélica para irse sola. Cuenta que vio hombres armados alrededor de la comunidad.
“Le enseñamos al señor de chaleco negro y camisa roja (se refiere a unos de los funcionarios), a los hombres armados, le dijimos que teníamos miedo y que nos queríamos regresar”. Él les respondió que esperan a que Neftalí Granados convenciera a la “gente” para que los dejara entrar. “Esperamos y esperamos y no las convenció”, dice Rocío.
“Si mañana regresan todos, yo también vuelvo, tengo miedo pero también vuelvo”. Rocío iba a poner una paleteria en Tierra Blanca, dejó siete refrigeradores, la máquina para hacer nieves y paletas, todo nuevo, para montar su negocio.
Su esposo que está en Estados Unidos le enviaba dinero y con eso juntó para ese primer negocio que pensaban poner.
—Quiero ir a ver si mis cosas siguen ahí todavía”.
—¿Y si tus cosas no estuvieran?
—Ay, no sé…
La espera fue un suplicio. Quienes se quedaron en Yosoyuxi estuvieron pendientes de cualquier novedad; 220 habitantes bajaron a Tierra Blanca y medio centenar más ya registrados se quedaron, según regresarían por ellos en un segundo viaje que ya no sucedió.
Cayó la noche. Una tormenta con truenos cortó la red de internet que de por sí es débil. “Ya vienen, ya vienen”, decían. Después de siete horas al fin llegaron las camionetas con las personas desplazadas que no pudieron entrar a sus hogares. Seguía lloviendo y descendieron lo más rápido que pudieron de los vehículos. Estaban empapadas, temblaban de frío y nuevamente con hambre.
Las autoridades también llegaron, ingresaron a un salón de la escuela primaria e iniciaron una reunión con los dirigentes e integrantes de la comunidad. Les explicaron los resultados poco favorables. Ver regresar a los que se fueron no necesitaba mucha explicación adicional.
“Vámonos, vámonos, debemos retirarnos para seguir trabajando. Mañana vendremos por ustedes e intentaremos realizar el retorno nuevamente. Nosotros nos comunicamos con Horacio y le decimos la hora”, comentó uno de los funcionarios.
Los funcionarios salieron del aula y tras ellos la Guardia Nacional y la policía estatal.
Las personas refugiadas de Tierra Blanca se quedaron en el pueblo de Yosoyuxi. A esa hora tenían que preocuparse por conseguir un pedazo de suelo para descansar.
Este miércoles, poco antes del mediodía, dos funcionarios de la SEGEGO llegaron a Yosoyuxi y anunciaron que el retorno no se intentaría, como se había pactado la noche anterior. Dijeron que tenían que realizar nuevas reuniones entre el gobierno local y el federal.
“¿Qué necesitan? Nosotros venimos a ver qué necesitan”, dijo uno de ellos.
“Que cumplan. No queremos dinero, no queremos comida, queremos regresar a nuestras casas”, le respondió un habitante.
La noche del miércoles, Horacio Santiago, uno de los representantes de los desplazados triquis, recibió una llamada. Le informaron que este jueves tampoco se intentaría el retorno y que debían presentarse en la Ciudad de Oaxaca a otra mesa más de trabajo. Luego de recorrer cientos de kilómetros, de pasar siete meses el asfalto de la Ciudad de México en demanda de justicia, nada se sabe del retorno prometido.
Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona