En el free jazz no se sigue ni ritmo ni orden, únicamente cada quien toca lo que le surja. Es un proceso de conexión personal, como una meditación, la cual sirve como catarsis, no solo para el artista, también funciona como momento de introspección para quien lo escucha.
Texto: Andrea Sarmiento Pastrana
Foto: Rafael Arriaga y Daniela Tercero
CIUDAD DE MÉXICO. – A lo largo de la historia, la música se ha desarrollado como forma de expresión así como de introspección. No existe una estructura definida sobre cómo hacer música, pues cada melodía es una pequeña representación de lo que hay dentro de la mente de cada artista, a la cual no se le puede encasillar con reglas específicas. Independientemente de cómo se ejecute, la música tiene la función de generar cualquier tipo de emoción o pensamiento, así como de transmitir una idea al espectador.
Un ejemplo de esto es el free jazz (jazz libre), que surge como forma de protesta ante la violencia racista norteamericana a mediados del Siglo XX. En respuesta a la apropiación del jazz por parte de la gente blanca, nace esta nueva rama que rompe con todo lo acostumbrado dentro del género, pues se basa completamente en la improvisación y en averiguar nuevas técnicas para hacer sonidos.
Hasta la fecha esto ha sido objeto de crítica, pues aún existe quien ni siquiera considera la improvisación como una habilidad, mucho menos como un arte. No obstante, con los años han surgido distintos exponentes del free jazz que nos demuestran que tocar sin ensayar sí puede evocar emociones, pero que no es tan fácil como parece.
Es por ello que en la terraza Montón se abren las puertas al público cada semana para dar espacio a la música y a quienes deciden explorarla más allá de lo comercial. Ahí, el proyecto Azarret, organizado por Feike de Jong, busca dar visibilidad a diversos artistas independientes, juntándolos en tocadas de jazz e improvisación así como música experimental.
El pasado nueve de abril se presentaron cinco profesionales del jazz libre, entre ellos, la pianista mexicana Ana Ruiz, quien este año cumple 50 años tocando oficialmente y es considerada la pionera de este género en México.
Fue una presentación de piano, violonchelo, contrabajo, batería y saxofón, con artistas de distintas edades y provenientes de contextos variados, cada quien especialista en un instrumento diferente, sin embargo, a la hora de tocar comparten algo en común: eliminan sus pensamientos.
Tanto la contrabajista mexicana Adriana Camacho, como el saxofonista estadounidense Jarrett Gilgore, concuerdan en que para tocar no hay que razonar. Además, nos presentan lo complicado que esto puede llegar a ser, pues, ¿cómo deja uno de pensar completamente?
Principalmente al exponerse ante un público, es normal llenarse de dudas y cuestionamientos; temas como el qué dirá la gente, si está afinado o no el instrumento, si estás tocando la nota indicada o incluso pensamientos que no tienen nada que ver con la composición musical.
En el free jazz eso se elimina, no se sigue ni ritmo ni orden, únicamente cada quien toca lo que le surja. Es un proceso de conexión personal, como una meditación la cual sirve como catarsis no solo para el artista, también funciona como momento de introspección para el oyente.
Además, nos explican que el desafío es a su vez conectar con sus compañeros. Al juntarse con alguien más el reto aumenta, pues es necesario enlazarse con el de al lado sin ensayo ni organización previa, y al mismo tiempo manteniendo este bloqueo de pensamientos.
El próximo domingo 16 de abril, Montón dará lugar al colectivo Generación Espontánea, un grupo de improvisación libre con 17 años de trayectoria dedicándose a experimentar con cada posibilidad de crear sonidos con sus distintos instrumentos; a este conjunto algunos lo han llegado a llamar antibanda, por su manera de salir del esquema tradicional musical.
La improvisación ha trascendido como forma de expresión no solo para el jazz si no para el arte en general. Nos permite conocer a las personas en un estado más puro, pues sacan todo lo que llevan dentro por medio de la música eliminando los pensamientos que son los que controlan nuestras acciones cotidianamente y las normas que regulan la conducta como estamos acostumbrados. Es un método donde no existen las reglas, sin prejuicios ni errores ni aciertos; es por ello que la improvisación es una forma de libertad.
Terraza Montón alberga también a las galerías Unión, Error/Horror y Plomo, que trabajan en conjunto con el proyecto Azarret para traernos diversos exponentes musicales. También, cuentan con exposiciones de escultura y pintura en el segundo piso las cuales son de acceso gratuito y están abiertas todos los días.
Montón se encuentra en la calle de Salamanca 11, a un costado del metro Sevilla. Las tocadas son para todo público, con una cooperación de 200 pesos, todos los domingos a las 18:00 hrs.
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