Al conmemorar 500 años de la caída de Tenochtitlán, el presidente mexicano pidió perdón a las víctimas de “la catástrofe de la Conquista” y sostuvo que la ocupación militar española en Mesoamérica representa un atraso, no civilización ni justicia
Texto: Daniela Pastrana
Fotos: Belén Kemchs
CIUDAD DE MÉXICO.- El presidente Andrés Manuel López Obrador conmemoró este viernes los 500 años desde la caída del imperio mexica, con una disculpa: “Hoy, 13 de agosto, fecha funeral, como diría el maestro Carlos Pellicer, recordamos la caída de la gran Tenochtitlan y ofrecemos perdón a las víctimas de la catástrofe originada por la ocupación militar española de Mesoamérica y del resto del territorio de la actual República mexicana”.
López Obrador tenía de fondo la maqueta monumental del Templo Mayor de México Tenochtitlán, Huey Teocalli, y más atrás el Palacio Nacional, que representa el Estado Mexicano que durante los siglos posteriores a la Colonia ha mantenido la opresión colonial a los pueblos indígenas.
Lo escuchaban Kahsennenhawe Sky-Deer, integrante de la nación Mohawk en Canadá, Jamescita Mae Peshlakai, veterana del ejército estadounidense y la primera senadora indígena de Arizona, y Magdalena Huerta Vázquez, del Comisariado Ejidal de Santiago Zapotitlán, de la alcaldía de Tláhuac, de la Ciudad de México. También estaban la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, el canciller Marcelo Ebrard, y la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, entre otros integrantes del gabinete.
El presidente López Obrador sentencio: “La Conquista y la colonización son signos de atraso, no de civilización, menos de justicia”.
El de este viernes fue el noveno de 15 eventos históricos organizados por la presidencia bajo el lema “500 años de resistencia indígena”. Se trata, en realidad, de una conmemoración triple: la de los 700 años de la fundación de Tenochtitlán, 500 años de la caída del imperio mexica, y 200 de Independencia.
Como en los anteriores eventos, López Obrador uso la historia para plantear problemas presentes.
Antes, aclaró que no es fácil hacer un análisis objetivo sobre el proceso de ocupación militar y colonización española, porque son pocas las fuentes primarias y aunque existen códices y relatos de los pueblos originarios, “predominan las crónicas y escritos de soldados, historiadores y evangelizadores que tienden a justificar la invasión en nombre de la libertad, la fe, la superioridad racial o de la civilización”.
Su diagnóstico fue contundente: “la Conquista fue una catástrofe (…) un rotundo fracaso”.
Citó al historiador Enrique Semo, quien estima que de 1518 a 1605 la población que había en Mesoamérica y Aridoamérica se redujo de 11 millones a poco más de un millón.
“Este desastre, cataclismo, catástrofe, como se le quiera llamar, permite sostener que la Conquista fue un rotundo fracaso. ¿De qué civilización se puede hablar si se pierde la vida de millones de seres humanos y la nación, el imperio, o la monarquía dominante no logra en tres siglos de colonización ni siquiera recuperar la población que existía antes de la ocupación militar?”, cuestionó.
En su repaso histórico, el presidente mexicano consideró ofensivo y ocioso “volver a la vieja polémica de que los originarios de Mesoamérica, y en particular los mexicas, eran bárbaros”.
Para responder, recurrió a Fernando Benítez, al decir que “entre las llamas que achicharraban a los herejes” y los sacrificios humanos de los mexicas “hay pocas diferencias”.
Pero hay asuntos que sí deben aclararse, insistió. “Hace unos días un escritor pro monárquico de nuestro continente —que no son pocos, por cierto— afirmaba que España no conquistó a América, sino que España liberó a América, pues Hernán Cortés, cito textualmente, ‘aglutinó a 110 naciones mexicanas que vivían oprimidas por la tiranía antropófaga de los aztecas y que lucharon con él’; agrega que ‘pedir perdón por liberar a los mexicanos de los aztecas es como pedir perdón por haber derrotado a los nazis’.
Ese fue el mensaje que este viernes se reprodujo en sectores de extrema derecha española como el partido Vox, que tuiteó: “España logró liberar a millones de personas del régimen sanguinario y de terror de los aztecas”.
El presidente López Obrador reconoció que hubo grupos aliados a Cortés que querían derrotar a los mexicas, y que el diminuto ejército español de 1521 en realidad se apoyó en un masivo ejército de grupos indígenas que se oponían al imperio. “Pero este hecho no debe servir para justificar las matanzas llevadas a cabo por los conquistadores, ni le resta importancia a la grandeza cultural de los vencidos”, insistió.
“Tampoco debe verse a Cortés como un demonio, era simplemente un hombre de poder”, matizó. “Un militar desalmado, un político audaz y ambicioso de fortuna que hábilmente aprovechó las divisiones y las debilidades de los mexicas para imponerse con discursos, argucias, terror y violencia hasta conseguir apoderarse del anhelado tesoro en oro y plata de Tenochtitlan”.
López Obrador citó un poema de 1964 de Carlos Pellicer que se refiere a la destrucción de Tenochtitlán:
‘Me da tristeza, no por mexicano, sino sólo por hombre. Bueno, sí, la ambición, destruir, matar para obtener y poseer; esta es la razón de tanto duelo, de tanta ruina, de tantas lágrimas oscuras, de tanto pecho destrozado y aún vivo de tanto estar mirando el horizonte y sin nada entender.’
En efecto, dijo el mandatario, la “pregunta obligada” es si las matanzas de miles de indígenas de Cholula, en la toma y masacre de Tenochtitlan, y los asesinatos de Moctezuma, Xicoténcatl y Cuauhtémoc trajeron civilización a lo que Cortés bautizó como Nueva España.
El mismo la respondió:
“¿Valieron la pena tantas muertes, tanto pueblo arrasado, saqueado y quemado, tantas mujeres violadas, tantas atrocidades ordenadas por el mismo Cortés y por él relatadas en sus cartas al rey? Pensemos, por ejemplo, en ese pasaje que narra que fueron tantos los indígenas asesinados en Yecapixtla que un río que corre cerca de aquel pueblo por más de una hora fue teñido de sangre, o ese parte lapidario del día 12 de agosto, en la víspera de la caída de la toma de Tenochtitlán, según el cual, cito textualmente, ‘aquel día se mataron y prendieron más de 40 mil ánimas’. ¿Hay justificación alguna ante tan terrible desgracia? La respuesta es un no categórico (…) La conquista fue un rotundo fracaso, ¿de qué civilización se puede hablar si se pierde la vida de millones de seres humanos?”.
Luego, enfiló su mensaje a la violencia de la guerra que continuó después de 1521, y a la epidemia de la viruela que trajeron los europeos y acabó con más de 90 por ciento de la población indígena.
Los efectos negativos de la Colonia pueden matizarse, dijo, alegando que se construyeron palacios y bellos templos, que se creó la universidad y había imprenta antes que en Estados Unidos, y hubo un auge económico, sobre todo en la minería; pero todo ello, no es suficiente, y menos si se tiene en consideración que no fue en beneficio de todos.
“Durante los tres siglos de dominación colonial los indígenas sólo tuvieron dos opciones: sobrevivir en la pobreza en zonas de refugio — en la sierra, los pantanos o en la selva, porque fueron despojados de sus mejores tierras — , o ser enganchados para trabajar en las minas o en las haciendas como esclavos”, concluyó.
La disculpa ha sido eje de los eventos históricos por los 500 años. Desde 2019, el presidente mexicano le pidió al Rey de España, mediante una carta, que pidiera disculpas por la conquista. La petición fue rechazada.
Este año, el gobierno mexicano ha pedido disculpas a los pueblos mayas por la violencia cometida durante la llamada Guerra de Castas y al pueblo chino por la masacre de 303 chinos en Torreón, Coahuila.
Sobre ese tema, la lingüista mixe Yásnaya Elena Aguilar escribió un artículo en El País que dice: “No se puede obviar toda la carga judeocristiana que arrastra esta palabra [perdón La justicia restaurativa que necesitamos no vendrá del perdón judeocristiano enunciado por el Estado que sigue suplantando la voz de los pueblos indígenas, sino de un diálogo que tome en cuenta el reconocimiento del daño y la construcción de ideas de restauración que nos provean un futuro más justo”.
Para López Obrador, la gran lección de la llamada Conquista “es que nada justifica imponer por la fuerza a otras naciones o culturas un modelo político, económico, social o religioso en aras del bien de los conquistados o con la excusa de la civilización”.
“Las conquistas, las invasiones, las guerras, siempre serán un riesgo para la humanidad -siguió-. Además del agravio principal, traen consigo afectaciones culturales, sociales y daños colaterales. Suele pasar que la ambición y la tristeza viajan, viven y duermen juntas. Políticos, monarcas y hombres de Estado no deben omitir estas lecciones que surgen de amargas realidades y se convierten en enseñanzas mayores”.
Fue entonces cuando el presidente mexicano hizo una petición:
“Ojalá todos hagamos el compromiso de la no repetición, de no repetir los mismos errores y horrores. Pongamos fin a esos anacronismos, a esas atrocidades y digamos nunca más una invasión, una ocupación o una conquista, aunque se emprenda en nombre de la fe, de la paz, de la civilización, de la democracia, de la libertad o, más grotesco aún, en nombre de los derechos humanos. No debemos aceptar que el poder militar, la fuerza bruta, triunfe sobre la justicia. Debemos, en cambio, procurar que desaparezca de la faz de la tierra la ambición, la esclavitud, la opresión, el racismo, el clasismo y la discriminación, y que sólo reine e impere la justicia, la igualdad, la paz y la fraternidad universal”.
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