Desordenar el sentir: encuentros de mujeres convocados por zapatistas

3 marzo, 2020

Microfilme Postal, columna de opinión por Daliri Oropeza Alvarez

Algo cambió en nuestro cuerpo y después de los Encuentros de Mujeres que Luchan convocados por mujeres zapatistas y no hay retorno. También hay un punto de sinergia entre las fuerzas feministas. Este escrito está inspirado en la propuesta teórica de las investigaciones de Márgara Millán

Twitter: @Dal_air

Somos miles de mujeres que caminamos en el monte sin cuidarnos las espaldas. Sin cuidarnos que nos miren el cuerpo. Sin la preocupación que no llegaremos a nuestro destino. Un ambiente alegre y pleno. El caracol de Morelia guarece, las mujeres zapatistas crean esta atmósfera en los dos Encuentros de Mujeres que Luchan. Un territorio seguro.

Así debería ser siempre, sin cuidarnos y estar alerta todo el tiempo. Todo el tiempo.

Esto no es algo que yo haya reflexionado sola, sesudamente. Desde el primer encuentro en 2018 es el sentir que miles más experimentan al pisar territorio zapatista, transformado en un espacio sin hombres. Lo platicamos. Y el problema es que al haber sentido tal nivel de seguridad y confianza, ya no puedes sentirte igual en ningún lugar. No se puede regresar. Algo cambió.

Y el asunto no es que ‘debería ser’ sin hombres, sino que así nos deberíamos sentir con nuestros compañeros hombres o en el metro o en la calle. Y no. No siempre es así.

Las mujeres zapatistas crearon un espacio de no retorno. Fueron capaces de conciliar en este territorio recuperado desde 1994 la ola de fuerzas, colectivos, ideas, luchas del feminismo y, los puso a dialogar. Es la posibilidad del magno movimiento que vivimos de encontrar espacios de sinergia.

En el primero, fuimos más de 8 mil mujeres. en el segundo más de 3 mil. No es la primera vez que el EZLN pareciera que se anticipa a lo que viene en cuanto a movimientos sociales se trata.

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No es casualidad que en el último comunidado del EZLN, que firman 29 comandantas y coordinadoras zapatistas, enuncien:

“Así como nosotras no le estamos pidiendo permiso a los mandos y autoridades, ni a padres, hijos, novios, maridos o amantes, sino que lo vamos a hacer porque no de balde nos alzamos en armas desde el primero de enero de 1994”.

Las mujeres se ganaron su lugar en combate y de eso habla Márgara Millán en su libro ¿Des-ordenando el género? ¿Des-centrando la nación? El zapatismo de las mujeres indígenas y sus consecuencias. Fueron las mujeres las estrategas en las batallas de Ocosigo, también las que levantaron y rescataron heridos. También las que llevaron la batuta en la toma de San Cristóbal.

No fue sencillo.

Al principio los hombres se quejaban. Cómo se iban a dejar ordenar por una mujer. Y luego las muestras de eficacia hablaron por sí solas. En los importantes diálogos por la Paz en abril del 94, al frente fue la Comandanta Ramona.

Millán recalca en un punto, como horizonte de visibilidad: el zapatismo se volvió una opción de vida para que las mujeres pudieran estudiar, seguir en el campo, en vez de ir como criadas a San Cristóbal o casarse. Con el entrenamiento podían definir no casarse.

“El zapatismo es un camino de consciencia, de rebeldía y acción contra la miseria, que hace que los niños mueran de enfermedades curables”.

Se fue pasando la voz. Más mujeres se sumaron. Se sentían diferentes al entrenarse en el monte antes de la irrupción del 94.

Este camino lo pusieron de ejemplo a todas las mujeres indígenas del país, desde 1994 con la ley de mujeres, 1996 al tener un grupo de trabajo sobre mujeres en la mesa 1 de los Diálogos de San Andrés, hasta la fecha con los encuentros. Ahora tiene ecos en los feminismos adquiridos de matrices occidentales.

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Desordenar y reordenar las relaciones de género es parte de la ampliación políticas culturales que las mujeres zapatistas posibilitan, al igual que su representación. Esto en términos narrativos permite un cuestionamiento profundo y desde las acciones del trato a la mujer. Una práctica que solo puede ser colectiva.

En nivel de comprensión de la lucha de la mujer, las zapatistas también desordenan y reordenan la forma en que nos relacionamos como mujeres en un territorio liberado.

La búsqueda de la autonomía, como capacidad de decidir, la realizan hacia adentro de las comunidades como mujeres indígenas y hacia a fuera como mujeres organizadas, pueblos y caracoles que ejercen la libre determinación, codo a codo con los hombres. Un proceso que permitió reconocerse y revalorase como mujeres dentro del cambio comunitario.

Tal vez ese desorden que provocan las zapatistas en los sentires de miles de participantes en sus encuentros de mujeres encuentra su punto de no retorno en ese reconocimiento, y en el reordenamiento.

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