Tres poemas inéditos de Eduardo Sierra Romero. El promontorio y el eco
Por: Eduardo Sierra Romero
Fotos: María Ruiz
Este ornamento inmaculado
lleno ahora de pura ausencia
pinta sus dotes a través de los gestos
de mis manos, divinas en humanidad.
Carentes de cansancio, los
párpados se cierran al jolgorio
de la época. Todo el rugido
que encubre lo sublime, que
alcanza la toda nada.
Depositarios de un sueño que
se concreta en la vigilia,
rogamos por la evasión de los
contextos. Estos pies hechos raíz
no encuentran debajo su alimento.
El trauma de lo inmóvil susurrado
en este cuerpo que vibra, como
vibran todos los espacios del
Universo pretendientes silentes de la inacción,
de la cautiva libertad.
El pequeño gesto que
ha vencido legiones de relámpagos
se manifiesta hoy cuando
me encuentro trasvasando la soledad
a todos los oídos.
Es aquí donde los rayos
de luces multicolores vienen
por su merecido descanso
en días de ayuno carnal.
Llenas las paredes de coronas
para que los reyes vengan a morir
sin confesión,
sin ritmo que no marque
los pasos de mi sólido aliento
que desdobla internos universos.
Te espero en la brecha donde la vacilación canta
y nuestros abismos son transparencia
de las búsquedas perpetuas.
Todos los silencios de
todas las soledades
murmullan tras mis párpados.
Nótese la simple entrada al templo.
Nótese el centro vacío.
Todos los convivios de
todas las resurrecciones
quedan como ecos que construyen el camino.
Aquí ya no hay tránsitos.
Nótese la ausencia de espacios.
Todos los espacios de
todos los centros de
todos los ecos de
todas las entradas.
Y uno sólo.
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