11 abril, 2019
Desde la experiencia y la reflexión de la violencia sufrida, distintas mujeres comparten con Pie de Página los daños causados y las imaginaciones para reparar su mundo y la comunidad. En esta cuarta entrega, Astrid López Méndez, escritora y editora, 30 años, nos habla de las consecuencias emocionales de la violencia sexual intrafamiliar, acoso sexual laboral y maltrato emocional en su noviazgo.
Texto: Daniela Rea y Lydiette Carrión
Imágenes: Ximena Natera
Durante muchos años, relata Astrid, lo que más la lastimó fue sentir que no era ella realmente quien andaba en el mundo: «como si no me perteneciera a mí misma”.
La violencia daña en el momento que se ejerce, la violencia lastima en los tiempos posteriores. Pero la violencia no solo daña a quien la sufrió directamente, sino a una comunidad.
“La violencia produce efectos que son compartidos. Con el libro Citizen, de la poeta Claudia Rankine, me di cuenta de que la violencia racial también provoca desdoblamientos muy dolorosos y que es necesario seguir trabajando en maneras de confrontarlos”.
¿Cuál fue a violencia que sufriste?
Violencia sexual intrafamiliar, maltrato psicológico durante el noviazgo, acoso sexual en el trabajo.
¿Por qué crees que pasó? ¿Qué sentido le das a los hechos?
La suma de las violencias es una muestra de que se trata de un problema sistémico. Fallan las instituciones en garantizar que las víctimas puedan denunciar sin ser revictimizadas —en el trabajo o en una relación de pareja— o que se detecte a tiempo cuando una niña o niño han sufrido de abuso infantil. Es necesario seguir cuestionando esos momentos en los que la impunidad es la única forma de convivencia.
¿Tienes miedo de algo? ¿Algo te provoca miedo?
Que me sienta tan sola que no pueda seguir con mi vida. Pero este miedo ya es “lo último” que queda de la acumulación de todas las violencias. Sin embargo, ese sentimiento ha sido una constante y antes con más dureza me afectaba y me lastimaba.
¿Con qué te sentirías segura frente a esos miedos?
Al seguir consolidando las redes laborales y afectivas; tener oportunidades para desarrollar mi vida laboral, emocional e intelectual sin sufrir más violencias o tener los mecanismos para denunciarlas y detener sus efectos.
¿En qué te sientes dañada, qué daños identificas que hubo en ti?
Ahora, queda únicamente esa preocupación en torno a la soledad, pero se ha ido modificando a lo largo de los años.
En su momento, caigo en cuenta mientras pienso en la respuesta a esta pregunta, lo que más me lastimó durante muchos años fue la experiencia de sentir que no era yo realmente quien andaba en el mundo, como si no me perteneciera a mí misma. Una especie de desdoblamiento anímico. Era como si los efectos de las violencias se sumaran y desviaran mi atención cada vez más, como si nunca fuera suficiente lo que hacía o lo que vivía, siempre terminaba sintiéndome mal. Mis búsquedas se centraban no en la vida diaria, la que podría vivir, sino en tratar de descifrar por qué no era yo como quería ser, por qué me sentía tan mal siendo yo: desde la infancia hasta pasados algunos años después de la universidad, de menor a mayor grado, ninguno de mis éxitos escolares o profesionales me satisfacían, me seguía sintiendo mal.
Por mucho tiempo, me sentí identificada con una frase que me decía un profesor de música: a veces uno está tratando de curarse todo el tiempo que ya no sabe de qué está enfermo. Y en eso se me fue mucha de la energía, en tratar de descifrar que era ese desdoblamiento lo que me lastimaba. Cuando por fin me di cuenta de que no eran cosas mías, me di cuenta también, poco a poco, de ese desdoblamiento. Y cuando por fin pude nombrarlo, el dolor también se me acomodó.
Al principio me sentí enojada por haber dedicado toda esa energía a tratar de acomodar algo que no era mío, que yo no había provocado, pero precisamente en estos días me he dado cuenta de que he sido afortunada, porque no es sencillo acomodar el dolor, convivir con él, darse cuenta del desdoblamiento.
Muchas mujeres debemos luchar con esa sensación de no sentir que somos quienes deberíamos ser, pero no sólo nosotras, la violencia produce efectos que son compartidos. Con el libro Citizen, de la poeta Claudia Rankine, me di cuenta de que la violencia racial también provoca desdoblamientos muy dolorosos y que es necesario seguir trabajando en maneras de confrontarlos.
Por eso, aunque hoy me sienta mejor, creo que no es tan sencillo reconocer el dolor de las violencias, y más allá de eso, convivir con él para que puedas dedicar tu energía a trabajar no desde lo que te limita, sino desde lo que te gusta, desde tu lugar en el mundo.
¿Qué hiciste para enfrentarlo?, ¿qué cosas te han ayudado a enfrentarlo o te han dado fuerza?
La literatura ha sido un refugio permanente. Al principio, como vía de escape de mi familia, se convirtió en un barco que me alejaba de los terrores en casa, de quienes no compartían en absoluto ese otro mundo. En otro momento, incluso cuando la lectura ya no bastaba, me ayudó a buscar ayuda en otros lados: desde psicoanálisis hasta sesiones de acupuntura y en medio otros métodos de ensayo y error para tener fuerza. Ahora, como punto de partida para seguir recobrando la fuerza y la voz.
¿Cómo te sentirías reparada del daño? ¿Para ti qué sería sanador?
Para mí ha sido sanador poder hablar del dolor, reconocer en otras historias las coincidencias y saber que podemos escucharnos y acompañarnos. Romper el pacto de silencio y así replicar que otras mujeres también se sientan aliviadas al leer los testimonios. Que no se avergüencen por lo que les sucedió y que puedan reescribir su propia narrativa.
Aun hoy me pregunto si hay manera de reparar el daño, y aunque cada caso de violencia ha sido distinto, llego a una zona todavía gris y nebulosa que se me escapa porque sólo me deja más preguntas. Sin embargo, también pienso, queda lo que viene, que es mucho y que es donde quisiera trabajar, vivir y amar sin cargar los efectos de violencias que no fui yo quien cometió.
Para ti el agresor, ¿puede resarcir el daño?
No, pero debería cuestionar su participación en esa suma de violencias, en los desdoblamientos que ha provocado y detenerse. Exigir a otros que se detengan. Presionar a las instituciones correspondientes para que trabajen en ello.
¿Cómo te sentirías arropada por la comunidad?
Con la consolidación de redes: laborales y afectivas; pero también con la profesionalización de los espacios de trabajo, la garantía de que se puede denunciar y se hará algo, y la visibilización y continua conversación de las violencias —que no estén soterradas o dadas por sentado—.
Tercera entrega: ‘Le hemos dado nuestra vida al Estado y nos ha fallado’
Segunda entrega: ‘Cargo cicatrices que me hacen repetirme: soy porque he luchado’
Primera entrega: ‘No hay reparación del daño’
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