‘Cargo cicatrices que me hacen repetirme: soy porque he luchado’

9 abril, 2019

En Pie de Página contactamos a mujeres que denunciaron violencias machistas en el contexto del #MeToo. Les pedimos contestar unas preguntas que buscan denunciar la violencia, nombrar el daño  (aunque existe tipificación legal para las distintas violencias de género, la ley no determina la forma en que cada una la experimenta), imaginar posibilidades de protección y pensar en formas de sanación personal y comunitaria. Esta es la segunda publicación de cuatro

Texto: Daniela Rea y Lydiette Carrión
Fotografía: Ximena Natera

Ytzel Maya, ensayista, 25 años

Este es el relato de Ytzel Maya, de 25 años de edad. Ytzel es ensayista, editora y feminista interseccional. Fue becaria de verano de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de ensayo. Es activista por los derechos LGBT+ y colabora con asociaciones como Inspira Cambio A.C. Integrante del Primer Parlamento de Mujeres del Congreso de la Ciudad de México.

Ytzel sufrió intento de violación. Para ella, lo más difícil después de la agresión ha sido recuperar su cuerpo, a sí misma, una batalla de todos los días. Las cicatrices que quedan del daño, dice, son la confirmación de que ella es, porque ha luchado. Y esa lucha no es algo que se haga en solitario, sino en comunidad.

¿Cuál fue la violencia que sufriste?

A principios de julio de 2017 un hombre que trabajaba como reportero en diferentes medios me encerró en su casa, me privó de toda comunicación e intentó violarme mientras yo estaba alcoholizada. Pude escapar rogándole, encerrada desde el baño, que me dejara ir. No recuerdo cómo, pero pude pedir un taxi y salir corriendo. Una semana después pude asimilar lo que había pasado. Le conté a mi pareja de entonces y su reacción fue revictimizarme, acusándome de haberme metido con alguien más mientras él no estaba, obligándome a tener sexo diciendo que «seguramente no quería porque estaba pensando en el otro», ese otro que intentó violarme. Nunca denuncié porque por meses me sentí culpable por haberme metido en esa casa, por haber tomado, por quedarme sola, por confiar en él, por creer, por llorar, por callarme.

¿Hay algo que te produzca miedo?

Me da miedo salir a la calle y encontrarme con mis agresores. Me da miedo también estar tan expuesta a todo. Señalé públicamente a los agresores, desde mi cuenta personal, con mi cara y con mi nombre, lo que vulnera no sólo mi seguridad sino la de las personas cercanas a mí, la de mi pareja y la de mi familia. He recibido mensajes violentos y amenazantes desde que esto empezó, y no han parado.

¿Con qué te sentirías segura frente a esos miedos?

Tanto las que denunciamos públicamente como las que lo hicieron a través de las cuentas de Twitter, necesitamos espacios seguros para nosotras y para nuestras personas cercanas. Ayuda mucho la red que hemos formado a través de las cuentas, la asesoría psicológica y legal que hemos recibido. Relegar y confiar en la seguridad que nos da el Estado es limitante, creo que es necesario que las redes entre mujeres se fortalezcan, que cada una de nosotras cuente con la confianza, el cariño, el resguardo y la contención de otras mujeres. Cuidarnos entre nosotras, como lo hacemos y seguiremos haciendo. Sabernos aquí, junto a otras.

¿En qué te sientes dañada, qué daños identificas que hubo en ti?

Después del intento de violación y de la revictimización que sufrí, dejé de salir de casa. No fui a trabajar durante una semana, dejé de usar el transporte público y dejé de comer. Fui a terapia durante meses y me acerqué mucho más a mis amigas, pero la herida es también una cicatriz que no se va a ir nunca. Estos días he regresado constantemente a esa noche, preguntándome todavía si debí haber hecho algo mal, «¿qué tal si me hubiera ido antes?», «¿qué tal si hubiera tomado menos?», «¿qué tal si no me hubieran dejado sola?», y un sinfín de preguntas, y luego me descubro culpándome otra vez, llorando cada quince minutos, escondiéndome en el baño para que no me vean en la oficina, y me repito: no soy culpable de la violencia que viví, nunca.

¿Qué ha sido lo más difícil para ti?

Creo que lo más difícil ha sido (re)encontrarme conmigo misma, con mi cuerpo, reconocerme otra vez como parte de mí. Volverme a construir entera. Y sigo haciéndolo, a(r)mándome todos los días a través del cariño y del amor propios, pero también de las personas que me rodean. La fuerza, quiero creer, viene y va, en reciprocidad, como ondas, de ese afecto que recibo, y se alberga en lo más hondo. Nunca nada es fácil. Las mujeres que hemos sufrido violencia machista nos reconstruimos todos los días, a pesar y en contra de todo.

¿Cómo te sentirías reparada del daño? ¿Para ti qué sería sanador?

No basta con las disculpas del agresor. El que intentó violarme intentó por todos los medios contactarme, le escribió insistentemente a mis amigas para darme un mensaje de disculpas, en el que decía que lamentaba cómo se había dado la situación entre nosotros, que había malinterpretado todo. Pero ese mensaje, vano y deslindante, no significó que dejaría de violentar a otras mujeres, como lo siguió haciendo. Creo fervientemente que la violencia machista y heterocispatriarcal debe erradicarse, desde y hasta que los hombres que han violentado logren (re)pensarse para eliminarla. Mi proceso de sanación, que continúa ahora, día con día, es mantenerme cerca de mis personas, de entenderme a partir y hacia las otras, de cuidar, al mismo tiempo, a mi novia, y de recibir su amor y el de todas de mis amigas. Estamos juntas.

Para ti ¿el agresor puede resarcir el daño?

Nuestra existencia como mujeres en esta sociedad patriarcal se trata de convencernos a renunciar. Ya no más. El daño que se hace, por más cuidados, por más terapias, por más círculos de apoyo, se queda y se instala en la memoria de todo lo que somos. Cargo con muchas cicatrices (no sólo metafóricas) en el cuerpo que se abren de vez en cuando. Esta es mi forma de enfrentarme al mundo, a partir de las heridas, para repetirme siempre: soy porque he luchado.

¿Cómo te sentirías arropada por la comunidad?

Hoy, justo en este momento, me siento muy arropada por toda la comunidad de escritoras que hemos armado a partir de esta coyuntura. Lo único que queda es asegurar(nos), cuidarnos entre nosotras, proteger a nuestras personas. No dejar que se nos desgaste. Ser, estar y vivir unidas y acompañadas.

Reportera. Autora del libro “Nadie les pidió perdón”; y coautora del libro La Tropa. Por qué mata un soldado”. Dirigió el documental “No sucumbió la eternidad”. Escribe sobre el impacto social de la violencia y los cuidados. Quería ser marinera.

Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).

Periodista visual especializada en temas de violaciones a derechos humanos, migración y procesos de memoria histórica en la región. Es parte del equipo de Pie de Página desde 2015 y fue editora del periódico gratuito En el Camino hasta 2016. Becaria de la International Women’s Media Foundation, Fundación Gabo y la Universidad Iberoamericana en su programa Prensa y Democracia.