18 septiembre, 2020
“Esta organización», señala Rosa Sánchez, vecina del barrio de San Francisquito, “materializa la unión entre las mesas concheras y los vecinos del barrio; pues desde hace siglos compartimos nuestro territorio, el cual hoy se ve amenazado por la gentrificación.”
Texto y fotos: Alejandro Ruiz
QUERÉTARO.- En el marco de los festejos de la Santa Cruz de los Milagros, festividad sagrada para las y los danzantes concheros, integrantes de diversas mesas concheras y habitantes del barrio de San Francisquito –ubicado en el centro histórico de la capital queretana– anunciaron la creación de una Confederación Indígena para el ejercicio del autogobierno en su territorio.
“Para nosotros ser indígena no tiene nada que ver con un color de piel, sino es la preservación de nuestras tradiciones, de nuestras danzas y nuestros ritos. Así como el respeto y la identidad que tenemos con nuestros territorios” señaló Rafael Téllez, vocero de las mesas concheras que integran la Confederación.
Las y los integrantes de la Confederación Indígena del barrio de San Francisquito explican: Este órgano de gobierno se sustenta en el derecho que los pueblos originarios tienen para ejercer su libre autodeterminación, así como la autonomía. Estos derechos están contenidos en el artículo segundo de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
En 1531 el ejército colonial español libró una batalla contra guerreros otomíes en el cerro del sangremal. Este se encuentra en el centro de la capital queretana; y hoy comprende los barrios de la Cruz y San Francisquito. Este hecho es considerado el mito fundacional de la ciudad; y por siglos ha sido rememorado por las y los danzantes concheros cuando exaltan a la santa cruz de los milagros.
“Nosotros tenemos muy en claro que es aquí, en el sangremal –hoy San Francisquito– donde nace la tradición conchera”; así lo expresa Miguel Martínez Cardona, capitán general de una de las mesas de danzantes más antiguas del país. “Y por ello, aún después de la ocupación colonial, nuestro barrio siguió albergando y preservando las sagradas formas de la danza. Y aún con los genocidios que se perpetraron contra nuestro pueblo, seguimos preservando nuestra identidad originaria, la cual hoy se ve amenazada por los intereses políticos y empresariales que han desencadenado la gentrificación en nuestro barrio y la ocupación de otros pueblos originarios.”
En abril del 2016, el municipio de Querétaro firmó un acuerdo de cooperación con ONU-Hábitat para integrar a la entidad en la Iniciativa de Ciudades Prósperas (ICP), la cual tiene como finalidad el diseño de políticas públicas orientadas hacia un desarrollo urbano sustentable, y de la cual deriva la estrategia de territorialización Q500.
Esta estrategia se ha traducido en la modificación del uso de suelo habitacional a mixto; en la construcción de complejos residenciales en zonas periféricas y céntricas; así como en la construcción de infraestructura vial con un esquema de inversión pública y privada. De este modo, se prioriza las zonas urbanas con “potencial de desarrollo”.
Si bien estos fenómenos ya ocurrían con antelación, se aceleraron desde la implementación de la estrategia Q500. Esto, aunado al crecimiento económico de la entidad, ha impactado en las relaciones socio espaciales. Querétaro se ha convertido en uno de los nichos industriales con mayor crecimiento a nivel nacional, y por ende las demandas de vivienda y servicios han aumentado exponencialmente.
Diversos analistas señalan que, durante la última década, la apuesta del sector inmobiliario en la entidad se ha concentrado en incrementar la oferta de vivienda residencial, residencial plus y premium; concentrando el 95% de la inversión en la capital del Estado y la zona metropolitana. Además, de acuerdo a datos presentados por la Secretaría de Economía en el 2019, Querétaro ocupó el primer lugar de los estados del Bajío con mayor Inversión Extranjera Directa; destacando el rubro de Reinversión de Utilidades. Esta consiste en inyectar capital a nuevas empresas y/o fortalecer las ya existentes. Asimismo, se destacó que el tipo de actividad que más ingresos aporta al Producto Interno Bruto de la entidad son las de tipo terciario; es decir: actividades empresariales enfocadas a la prestación de servicios como la educación, la salud, la cultura, el turismo, la recreación y las comunicaciones.
Esto ha propiciado que algunas zonas de la capital –particularmente aquellas que se ubican en el primer cuadro de la ciudad–, enfrenten un proceso de despojo y desplazamiento. Esto a partir de fenómenos como el incremento en los precios de productos y servicios de primera necesidad: el transporte y los alimentos. También con el aumento de los costos en los impuestos a servicios públicos como la electricidad, el agua potable y el predial.
La socióloga norteamericana Ruth Glass ha definido este fenómeno de desplazamiento urbano que sufren los habitantes de bajo poder adquisitivo como gentrificación; y señala que este es propiciado, principalmente, a través de la revalorización del espacio que hacen corporaciones transnacionales, empresas privadas, paraestatales o públicas. En síntesis es la sustitución de la población de un espacio – regularmente de un estrato social bajo – por otra con mayor poder adquisitivo.
“Nosotros hemos visto que en San Francisquito está aconteciendo un fenómeno con estas características”, señala Braulio Ayala, danzante conchero. “En los alrededores del barrio han construido complejos residenciales y grandes centros comerciales, así como galerías de arte dentro del barrio que no tienen ningún vínculo con los vecinos o las problemáticas de acá. Y tras años de funcionamiento han generado afectaciones a las vecinas y vecinos, que van desde problemas de vialidad y la modificación de usos de suelo, hasta el incremento en costos de renta o el valor catastral de las propiedades.”
Al estar ubicado en el primer cuadro de la ciudad, y poseer una rica cultura a base de sus tradiciones y costumbres, el barrio de San Francisquito es un gran objetivo para el sector inmobiliario y turístico de la región; lo cual ha puesto en alerta a sus habitantes desde hace un par de años.
“Nosotros nos estamos organizando desde hace más de dos años”, señala Rosa Sánchez. “Pues además de defender al barrio nos estamos haciendo cargo de las actividades que el estado debería atender, pero que parecen no importarle en San Francisquito. Por eso estamos asumiendo las tareas de limpieza y seguridad, así como alternativas para las y los jóvenes que tienen adicciones o problemas familiares. De igual forma realizamos actividades culturales, conciertos, proyecciones de cine; que permiten ir fortaleciendo el tejido comunitario de nuestro barrio para evitar que la gente venda sus casas y se sienta agusto viviendo en San Pancho.”
La organización vecinal de San Francisquito fue consolidándose a través de una asamblea barrial, integrada por vecinas y vecinos de los cuatro sectores en los que tradicionalmente se divide el barrio, así como por danzantes de varias mesas concheras; quienes desde el año pasado han optado por una ruta hacia el reconocimiento del barrio como comunidad indígena urbana para proteger sus tradiciones y su patrimonio.
En el 2019, el gobierno del estado anunció la construcción de un eje de transporte en el primer cuadro de la ciudad, concretamente en la Avenida Zaragoza. Esta es una de las avenidas más concurridas en la ciudad – la cual conecta el centro histórico con la carretera federal 57.
Inmediatamente después, la asamblea del barrio de San Francisquito manifestó su inconformidad, pues afectaría el territorio sagrado donde se realizan las danzas concheras en el mes de septiembre, además de afectar económicamente los comercios de la zona y el medioambiente.
Las mesas concheras del barrio protagonizaron una serie de movilizaciones durante todo el año, y pudieron detener la obra. También impulsaron acciones legales en conjunto con las y los vecinos de san francisquito para defender su territorio sagrado, e impulsar el reconocimiento del barrio como una comunidad indígena urbana.
“Nosotros comenzamos a hablar con los vecinos, a asesorarnos jurídicamente y a repensar nuestra identidad”, señala Rafael Téllez. “Pues durante muchos años el gobierno se había aprovechado de nuestra ignorancia, y había intentado gentrificar nuestro barrio. Sin embargo, lo que no entienden es que san pancho no se vende, pues aquí hay tradición, hay arraigo a nuestro territorio, y no vamos a dejar que nos lo arrebaten o nos desplacen.”
Rafael también señala que fue esta lucha la que comenzó a configurar la organización que nacería en el barrio; pues aunque comparten el mismo territorio, las necesidades de las mesas concheras y de los vecinos no son las mismas. “Ante esto– agrega, –y basados en el derecho a la autodeterminación de los pueblos originarios, optamos por constituir legalmente una confederación indígena que sea un órgano de autogobierno del barrio; y donde tanto concheros y vecinos estaremos representados a través de un concejo indígena que verá sobre la protección de las tradiciones, la defensa de nuestro territorio y el fortalecimiento del tejido social y comunitario en el barrio.”
Hasta el momento, más de 500 vecinos de San Francisquito y alrededor de siete mesas de concheros se han sumado a la confederación, contando actualmente con un esquema participativo de toma de decisiones, donde se elegirán en asambleas por sector a las y los representantes que integrarán el concejo indígena del barrio; y quienes estarán obligados a consultar con la comunidad cualquier decisión o proyecto a implementarse en San Francisquito.
“Nosotros vamos a defender a nuestro cerro del sangremal”, señala Miguel Martínez, “pues nos compete a nosotros mismos decidir sobre nuestro territorio. Han pasado muchos años y siempre las autoridades han querido lucrar con nuestras tradiciones y espacios sagrados, como ahora con la pandemia, que tanto el clero y el gobierno quisieron aprovechar la contingencia sanitaria para coartar la autonomía de las mesas concheras, pero se les olvida que sólo los guardianes de las sagradas formas de la danza podemos determinar qué hacer o no hacer respecto a la tradición.”
El mensaje es claro entre quienes integran la confederación: San Francisquito no se vende. Y en un acto histórico, se configura el primer autogobierno barrial de la entidad; guiado por el sonido del ahuéhuetl y los caracoles apuntando hacia los cuatro vientos, construyendo la autonomía como alternativa al despojo.
Esta publicación es cortesía del autor y del sitio: San Pancho TV
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