Lejos de los restaurantes mexicanos más exclusivos donde se sirven larvas de hormigas en diminutos platillos; los habitantes de Pinos, Zacatecas, cosechan los escamoles para obtener una mínima parte de las ganancias finales.
Texto: Michelle Morelos / UnbiasTheNews
Fotos: Luis Antonio Tarango Arámbula
ZACATECAS.- Cuando los lagos rodeaban a la ciudad de México, los emperadores mexicas recibían como tributos larvas de hormiga conocidos como escamoles. Hoy, los lagos son ríos de asfalto, y durante siglos el consumo de insectos se restringió a algunas comunidades indígenas y campesinas del país.
Esta situación se ha transformado en los últimos años, en parte, debido a la incorporación de los insectos comestibles en recetas servidas en restaurantes gourmet; lo cual genera una amplia derrama económica.
El actual “boom” de la antropoentomofagia (el consumo directo de insectos o productos derivados de ellos) no ha significado una mayor protección al hábitat de estas especies. Tampoco se han implementado programas integrales para evitar la recolección y comercialización no controlada; la cual podría afectar la diversidad biológica del sureste de Zacatecas. ¿Cómo incorporar a los insectos en nuestra dieta, sin que eso arriesgue a las poblaciones de estos bichitos y sus hogares?
Margarita y Tere mientras aceptan platicar mientras preparan gorditas rellenas con picadillo y yesca. Luisa, la más joven, confiesa entre risas «nunca he probado gusanos ni escamoles», mientras que su madre dice que se los ha comido en huevos o «solos».
Originarias de Pinos, Zacatecas, una zona rural ubicada en el centro-norte de México; ambas han estado en contacto con los nidos de las hormigas toda su vida. Ellas han ayudado a limpiar las larvas y gusanos recolectados por sus esposos y sus hijas e hijos. Su objetivo es que estos productos sean vendidos por kilogramo a los distribuidores o intermediarios que los entregan a los restaurantes.
En 2020, por cada kilo de escamoles, los recolectores ganaban aproximadamente 300 pesos mientras que el intermediario lo vendía a 600 pesos. Mientras tanto, para el consumidor final, el costo promedio por kilo de escamoles es de 2 mil pesos.
Al preguntarles si incluirían una «gordita» rellena de escamol o gusanos en la carta de su pequeño restaurante, ambas respondieron que no. Su respuesta no se debe a que consideren a los insectos e invertebrados como comida exótica; la región es famosa por preparar sopa de rata de campo; pero en las zonas rurales, donde viven, casi nadie les pagaría más de 40 pesos por cada pieza. Lo que equivaldría el doble de lo que cuesta una “gordita” de carne de res.
Además, los insectos no son percibidos como un alimento nutritivo en su región; pues a diferencia de otras comunidades del centro y sur de México, en Zacatecas esta actividad no representa un legado cultural. Tampoco existen antecedentes históricos del aprovechamiento de escamoles en la región. La cosecha de las larvas y los gusanos en esta zona es una actividad reciente; por lo tanto, se necesitan más esfuerzos estatales para dar a conocer sus propiedades nutricionales.
Para los habitantes de Pinos, incluir este alimento en su dieta diaria significaría renunciar a los 300 pesos que reciben por un kilo de insectos. Dinero que podrían utilizar para comprar 16 kilos de frijoles, 8 kilos de huevo; o 14 litros de leche para ellos y sus familias.
En 2018, el 83.2% de la población en Zacatecas estaba en situación de pobreza o de vulnerabilidad por carencias o ingresos; esto de acuerdo a datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL). Sobrevivir a un clima seco, donde hay pocas oportunidades económicas, es complicad. Sin embargo, su ambiente árido convierte a este sitio en un hábitat ideal para que las hormigas hagan su nido; y de ahí se extraigan las cotizadas larvas.
José Antonio Briones es agro ecólogo y habitante de la región; él dice que “en Pinos llevamos más de 30 años cosechando estos insectos. En ese momento llegaron personas del centro del país para ofrecer dinero por la hormiga escamolera a los pobladores”.
Los agricultores comenzaron a trabajar con ellos; y más personas de la comunidad se empezaron a involucrar en la recolección de estas hormigas; convirtiéndola en una actividad económica alternativa a la ganadería o la agricultura durante los meses más secos del año (marzo-abril).
Los escamoles, también conocidos como el «caviar» de los insectos, han tenido tal impacto en la zona que equipos de trabajadores externos a la comunidad en ocasiones son contratados por intermediarios o «coyotes», que recolectan escamoles en unas diez tierras comunales de Pinos.
“Llega mucha gente nueva, y en tres o cuatro días después pasa otra persona y vuelve a destapar el nido”, explica Briones.
“Cuando no encuentran escamoles, se enojan y dejan el nido a las inclemencias del tiempo; lo que obliga a las hormigas a instalarse en otro lugar donde terminan siendo devoradas”.
“La forma en que se recolectan los insectos comestibles y sus altas tasas de extracción ponen en riesgo la supervivencia de las colonias y por ende su abundancia”, comentó el doctor Luis Antonio Tarango Arámbula, investigador en manejo y conservación de recursos naturales del Colegio de Postgraduados, con sede en San Luis Potosí.
Entre las propuestas de solución que plantea Tarango están el mejoramiento de los métodos de conservación y preparación; georeferenciación de nidos; llevar a cabo monitoreos anuales de poblaciones de insectos; y estudiar su estado de conservación. También recomienda el establecimiento de horarios y periodos de recolecta.
Para lograr materializar estas ideas, una pieza clave es trabajar en comunidad. Así como desarrollar habilidades y capacidades en los recolectores para afinar el proceso de búsqueda de las hormigas, de las colonias y sus nidos; hasta la cosecha del producto, es esencial para evitar el deterioro del entorno.
No tenemos un planeta B, ni un campo C, D o F; si solo buscamos más tierras para cosechar, sin dialogar con la gente local y escuchar sus preocupaciones; la entomofagia corre el riesgo de ser otra actividad depredadora de los ecosistemas locales. Saludable para las personas que los consumen, pero deja sin nutrientes a las tierras del centro-norte del país.
* Este trabajo fue realizado como parte de un reportaje transfronterizo entre periodistas de Colombia, Ecuador y Argentina y publicado originalmente en UnbiasTheNews. Puedes consultar la versión original el inglés y toda la serie en este link
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