Nueva York es probablemente la ciudad que mejor representa nuestra civilización, el epicentro del orden mundial. También, el epicentro de la pandemia en Estados Unidos. ¿Es el fin de ese mundo en el que los poderosos gobiernan desde una ciudad?
Twitter: @lydicar
Las fotografías aéreas de la fosa común en las isla de Hart rompen por dentro. Y es que resumen la historia presente tal como la estamos viviendo. Son una metáfora del presente. De este presente brutal y lleno de muerte, este titanic de nuestra falsa seguridad civilizatoria.
Primero el drone. Este aparatejo que ha popularizado como nunca antes la imagen aérea. Que hasta hace unos meses, los periodistas gráficos y aficionados usaban hasta la náusea para ilustrar marchas, manifestaciones y conciertos de rock. Ahora vemos esa isla sombría y de aspecto embrujado y hombres en trajes especiales enterrando decenas de féretros. Féretros de madera barata.
Y es Nueva York: el epicentro del orden mundial. Pero no queda claro si este orden mundial se cae o se consolida.
Nueva York es probablemente la ciudad que mejor representa nuestra civilización. Es una de las más vibrantes, más cosmopolitas que existen. Pero es, sobre todo, sede de los organismos mundiales que, se supone, dan orden y “certeza” a nivel mundial.
Ahí está la sede central de la Organización de las Naciones Unidas, algunos organismos internacionales de salud, educación, derechos humanos. Desde ahí se decide el futuro de naciones, grupos étnicos, regiones enteras. Y ahí se encuentra una de las principales sedes de la economía global: Wall Street. Muchísimas de las grandes empresas globales –de esas cuyas ganancias anuales compiten con los PIB de algunos países– ostentan ahí sus oficinas.
Por su violentamente rápida economía, Nueva York es ciudad de migrantes. Un crisol de las culturas del mundo, con una organización que define muy bien la desigualdad: Manhattan, los barrios más ricos, más poderosos, muy cerca de ahí las casas de descanso en The Hamptons. Y luego los barrios y buhardillas donde se amontonan migrantes y pobres.
Esto es Nueva York. Capital del mundo.
Y ahí, enmedio de este andamiaje complejo de desigualdades, está la isla de Hart. Una de las tantas pequeñas islas de pobreza o de abandono: siempre húmedas, siempre sombrías. Siempre desiertas. En Hart, leo, entierran los cuerpos que nadie reclama.
Antes de la pandemia, la ciudad enterraba cada semana unos 25 cuerpos sin identificar.
¿La cifra es mucho o poco para una ciudad de ocho millones de habitantes cuya área metropolitana suma hasta 25 millones? ¿Es mucho o poco para la ciudad más densamente poblada de Estados Unidos? Veinticinco muertos olvidados cada semana, ¿es mucho o poco para la sede donde se decide la economía mundial? ¿Para la sede de la ONU y los derechos humanos?
¿Cuántos indocumentados traga Nueva York?¿Cuántos tragaba antes de la pandemia del covid-19?
Es Nueva York el epicentro de la pandemia en Estados Unidos por varias razones: por su densidad de población (principalmente); por ser sede mundial; y por ser un puerto. Porque, contrario a metrópolis como Los Ángeles, los neoyorkinos usan el transporte público en vez de los autos privados. Y porque sostener la capital del mundo requiere de la sangre de migrantes y trabajadores de tercera que no tienen acceso a formas de prevención básica.
La isla de Hart se encuentra al noreste de Bronx. Es chiquita: abarca poco más de 1.5 kilómetros a lo largo, y medio kilómetro a lo ancho. Hay varias islas así en Nueva York. Algunas son pobremente habitadas; pero la mayoría son usadas para bodegas o cosas así.
La isla de Hart ha tenido diversos usos a lo largo de su historia, pero siempre han sido sombríos. En 1864, las tropas estadounidenses entrenaban ahí. Luego fue prisión de guerra; también albergó un psiquiátrico y un hospital para tuberculosos; un camposanto para tumbas masivas; un reformatorio, una cárcel, un centro de rehabilitación de drogas.
Alguna vez quisieron instalar un parque de diversiones, pero el proyecto no se concretó. Durante la guerra fría (cuando el mundo estaba dividido entre capitalistas y socialistas) la isla de Hart albergó un almacén de misiles. Pero al mismo tiempo sirvió como cárcel; y también como albergue para personas sin casa hasta 1977. Aquel año fue la última vez que alguien habitó ese lugar.
Desde entonces,Hart Island es depositorio de tumbas sin nombre. Se calcula que más de un millón de personas están enterradas ahí. Se calcula que las autoridades enterraban a unas mil 500 personas cada año: individuos que no fueron reclamados por familiares, los indigentes y sin casa.
Estos son los habitantes perpetuos de Hart.
El departamento de cárceles administra el lugar; y el acceso es restringido y limitado. Presos de la cárcel de Isla Rikers son los enterradores.
La nota de hoy es sobre los entierros en Hart. Antes de la pandemia, trabajadores penitenciarios, enterraban 25 muertos por semana. Ahora, a 25 muertos al día.
En Estados Unidos, han muerto unas 17 mil personas por la enfermedad. En la ciudad de Nueva York, hasta ayer, 3 mil 602 personas. De éstos, calcula un informe preliminar, el 34 % son latinos.
Algunos de ellos, probablemente, fueron enterrados en Hart.
La imagen de los enterradores y los ataúdes en Hart, ¿es el fin de ese mundo en el que Nueva York devora a los vulnerables; de ese mundo en el que los poderosos gobiernan desde una ciudad? ¿Es el fn de las ciudades que devoran migrantes? ¿O es sólo un subrayado?
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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