20 abril, 2021
Debemos centrar la agenda ambiental en los dolores y sueños de los mexicanos y en las urgencias que se viven en el territorio, combatir las injusticias del mundo y hacerlo más igualitario tanto en lo económico como en lo ecológico, democratizando las decisiones ambientales
Twitter: @eugeniofv
Esa etapa que empezó siendo una transición a la democracia y que terminó viendo la consolidación del neoliberalismo estuvo marcada por el triunfo de la tecnocracia en todos los ámbitos, incluido el ambiental. Eso llevó a que, como apunta en un texto reciente el consultor ambiental e integrante del Grupo Balaton Cuauhtémoc León, la agenda de las organizaciones y voceros dedicados a la defensa del medio ambiente quedara “perdida, aislada, encapsulada”. Para salir de ese aislamiento, urge que la lucha en defensa del planeta ponga de nuevo los pies en la tierra y se centre en el bienestar de las personas.
Los tecnócratas son un tipo muy particular de especialista técnico que piensa que quien no lo sabe todo de un tema no sabe nada, que solamente los que lo saben todo están capacitados para tomar decisiones y que las negociaciones políticas que los técnicos hagan no son claudicaciones porque son bien intencionadas, aunque implique concesiones y renuncias de fondo. Con eso en mente, los tecnócratas ambientalistas han ocupado altos cargos en los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto y siguen presentándose como defensores ambientales, aunque su paso por el poder haya llevado, en el mejor de los casos, a apenas algunos avances simbólicos en la materia y, en el peor de los casos, a legitimar a personajes y prácticas muy dañinas para el país.
La inercia del reinado de los tecnócratas se siente todavía con fuerza en el sector ambiental y ha llevado a que muchos de los grandes temas que afectan a la sociedad mexicana y que son cuestión ambiental queden fuera de la agenda de las organizaciones dedicadas a la defensa del planeta. Al tiempo, el elitismo de los tecnócratas ha llevado a que la agenda de las organizaciones ambientalistas apenas importe para el grueso de la sociedad y a que se la considere, como afirmó el presidente de la República, una cuestión legítima pero segundaria.
Lo que ocurre con los combustibles fósiles es un buen ejemplo de ello. Como se ha dicho ya antes, en México se le ha dado una enorme importancia a la crisis climática y prácticamente todas las ONG ambientales del país hablan sistemáticamente de él, a pesar de que lo que México haga apenas tendrá impacto en un tema en el que todos dependemos de lo que haga un puñado de actores muy grandes. En cambio, la contaminación atmosférica por la quema de combustibles fósiles en México es un tema al que la mayoría de las organizaciones apenas hacen caso, a pesar de que no solo sí se puede hacer mucho en la materia a nivel nacional y estatal sino que afecta de forma muy directa a millones de mexicanos, como muestran los datos del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (el nombre del INECC es, por cierto, sintomático de las prioridades de la tecnocracia).
La salida de esta situación es poner el bienestar de los seres humanos en el centro de la agenda ambientalista y romper con la lógica tecnócrata de ver el mundo desde la estratósfera de la estadística, para plantearla en función de sus efectos en el terreno y en la vida de los ciudadanos. Donde aún hoy la agenda de las organizaciones depende de los fondos internacionales y de las vocaciones de las élites que las tienen a cargo, hay que centrarla en los dolores y sueños de los mexicanos y en las urgencias que se viven en el territorio —desde las extinciones de animales y plantas hasta la falta de agua, y del enrarecimiento del aire en nuestras ciudades a la pérdida de polinizadores y de belleza en las selvas y bosques—.
Hacer de la búsqueda del bienestar para todos el centro de la agenda ambiental implicará también emprender la maravillosa tarea de reinventarnos a nosotros mismos y reinventar la sociedad en la que vivimos. Como señaló hace unos meses el investigador Sharachchandra Lele en un artículo imprescindible en el New Left Review, debemos cambiar la forma en que pensamos para entendernos más allá de la economía y abrir espacio a lo espiritual y estético; debemos combatir las injusticias del mundo y hacerlo más igualitario en lo económico como en lo ecológico, democratizando las decisiones ambientales, y debemos luchar por profundizar la democracia.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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