25 abril, 2020
La bioluminiscencia la producen criaturas microscópicas concentradas en grandes cantidades. Este espectáculo ocurre en playas donde la presencia humana es mínima. Por la contingencia, Acapulco se engalana con ella, y con cardúmenes, que tenían años sin llegar a ese puerto.
Texto: Marlén Castro / Amapola Periodismo
Fotografía: Rubén Vázquez Santiago/ Cromática
ACAPULCO, GUERRERO.- La noche anterior, el lunes 20 de abril, Luis Carlos Mariano Nava, un acapulqueño de cepa, se fue a dormir alucinado. La orilla del mar en Pie de la Cuesta, al oeste de Acapulco, lugar en el que ha vivido sus 31 años, emitía una luz azul.
“Me quedé contemplando el mar como 30 o 40 minutos. Eran cerca de las 12 de la noche cuando me fui a dormir. No sé cuánto tiempo más duró así”, recuerda Luis Carlos, maestro de profesión y pescador aficionado.
El resplandor azul que vio Luis Carlos y miles de acapulqueños se conoce como luminiscencia, un efecto causado por criaturas microscópicas que en grandes cantidades producen un brillo visible en las orillas de los mares. Espectáculo que ocurre en playas donde la presencia humana es mínima.
Al día siguiente, a eso del mediodía, Luis Carlos quedó boquiabierto. La orilla del océano era de un tono plateado.
“Me acerqué hasta la orilla a ver de qué se trataba y eran cientos de pequeñas sardinas arrojadas por el mar”.
Luis Carlos tiene el ojo acostumbrado a cosas espectaculares. Cada tarde puede ver las impresionantes puestas del sol de Pie de la Cuesta. Es pescador con anzuelo. Mientras espera que un pez quede atrapado en el gancho disfruta la naturaleza prodiga en la que nació, junto a su amigo de toda la vida, Jesús Rocha Olea.
Aun así, con un ojo entrenado para apreciar la belleza, la orilla del mar que pasó de un azul resplandeciente a rayos platinados, lo emocionó.
El martes era medio día cuando salió de su casa. Las restricciones por la covid-19 tienen cerradas las playas y cada negocio en Pie de la Cuesta. Rocha Olea y su esposa son dueños del restaurante Mayra. La contingencia es dura para ellos. Sin visitas no hay ventas. Sin ventas no hay dinero. Sin dinero todo es incertidumbre.
Han sido días extraños para los acapulqueños. Es la primera vez que el oído de Luis Carlos sólo escucha el chasquido de las olas. Caminó unos minutos cuando vio mucha gente a la orilla de la playa, aun con las restricciones.
No oía claramente qué decían pero percibió alegría. Vio la orilla del mar en tono plateado y supo que esa era el motivo. Se acercó por completo y vio que los rayos platinados eran cientos de sardinas de unos 10 a 15 centímetros.
La gente en la playa ya había capturado sardinas. Rocha ya había capturado cuatro pescados. Llevaba sus anzuelos. Sabe de pesca y esa era su zona. Intuyó que si había un cardumen de peces pequeños como las sardinas, atrás habría otro con peces de mayor tamaño.
Rocha prestó un anzuelo a Luis Carlos.
“En menos de diez segundos picó el primero”, cuenta Luis Carlos todavía emocionado.
Lo volvió a lanzar y en menos tiempo cayó el segundo. En total, Rocha y Luis Carlos pescaron seis jureles, un pez parecido al cocinero, ambos se utilizan para el pescado a la talla, por el tamaño y grueso filete.
El fenómeno de la pesca inusual en Pie de la Cuesta se viralizó en las redes. Luis Carlos es uno de los protagonistas. La joven que subió el video dice: “Miren ese señor trae una cubeta llena”. Aparece Luis Carlos con una cubeta con tres jureles. Son piezas grandes. La cubeta no puede contenerlos, cuando la deposita en la arena, los pescados se salen.
Un espectáculo parecido se vivió en las costas de Charoni, en Venezuela, el pasado 5 de abril. Los peces volaban por encima de las olas y quedaron varados en la arena.
Luis Carlos recuerda que hace diez años en Pie de la Cuesta vieron algo parecido en la laguna. Una lluvia de peces sorprendió a los ribereños del cuerpo de agua. Entonces los científicos explicaron que pasó porque las aguas de la laguna se invirtieron. Las frías subieron y las calientes bajaron. Los peces en busca de las aguas frías saltaban de la laguna.
Los lugareños aún no tienen forma de explicar lo que pasó este martes a mediodía en Pie de la Cuesta.
Algunos creen que Dios les mandó alimento. Con las playas cerradas y, por lo tanto, sin turistas, la gente no tiene dinero para comprar comida.
“La gente dice que es un regalo de Dios”, cuenta Luis Carlos.
“¿Y para ti qué fue?”, se le pregunta al profesor de primaria que ejerce esta profesión en un pueblo marginado de la Sierra de Guerrero, llamado Zopiltepec, municipio de Heliodoro Castillo.
“Fue una muestra de que con nuestra ausencia todo mejoraría. Esto debe quedar grabado en la conciencia del ser humano. Debemos ser empáticos con la naturaleza así como ella es empática con las familias en estos momentos difíciles. No hay que seguir contaminándola”, contesta seguro, también satisfecho de haberse comido un rico jurel a la talla.
Este trabajo fue publicado originalmente en Amapola, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de Pie. Puedes ver la publicación original aquí.
Es originaria del estado de Guerrero, en donde ha sido reportera durante 26 años, cubre principalmente temas de derechos humanos relacionados con los efectos sociales, ambientales y de salud en las comunidades, a causa de los proyectos extractivistas. Actualmente es coordinadora general del medio digital Amapola. Periodismo transgresor.
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