Desde el magisterio mexicano una nueva propuesta pedagógica se erige para hacerle frente al despojo y la globalización. Le llaman comunagogía, o la educación desde, y para, la comunidad
Texto: Alejandro Ruiz
Foto: Dassaev Téllez Adame / Archivo Cuartoscuro
CIUDAD DE MÉXICO. – ¿Cómo re aprender aquello que se nos dicta a olvidar? ¿Cómo aprender a resistir, sostener, cuidar y luchar en medio de un mundo que atomiza las relaciones sociales y las reduce a un cálculo económico, matemático?
Las respuestas no son sencillas, y menos en un sistema globalizado que durante siglos se ha empecinado en fragmentar lo común, es decir, aquello que compartimos y nos hace parte de un cuerpo social complejo, y algunas veces, contradictorio.
Para encontrar respuestas, el magisterio democrático en México ha diseñado una nueva forma de enseñar-aprender. Una pedagogía a contracorriente que, desde el aula o el territorio, reinvidica sostener la comunidad, y aprender a ser parte de ella.
Le llaman comunagogía, y desde hace algunos años es el método pedagógico que implementan algunos docentes en varias regiones del país.
Para hablar sobre esto, en Pie de Página dialogamos con el profesor Lev Moujahid Velázquez, profesor de telesecundaria, doctor en pedagogía, y militante de la Sección XVIII de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación, en Michoacán.
Para explicar este método de enseñanza, el profesor Lev se remite a las definiciones, o principios esenciales desde los que se erige este nuevo modelo educativo.
Por eso, un primer paso para explicar la comunagogía es definir ¿qué es la comunidad?
“Cuando se habla de comunidad, nos referimos a un conjunto de seres humanos, de personas, de culturas, de formas de pensar y de comportamientos y actitudes que los unifica lo común. Es decir: los intereses colectivos, el bienestar social, o el bienestar de este conjunto de personas”, explica Lev Moujahid.
Sin embargo, muchas de las veces, cuando pensamos en el concepto de comunidad, tendemos a relacionarlo con prácticas que se cincurscriben en lo micro. Es decir, en lo local o lo regional. Sin embargo, explica el profesor Lev Moujhaid, esto es algo que está a debate.
“Hay que desterrarse de esta idea cuando se habla de comunidad, porque evidentemente, cuando hablamos de comunidad, se habla también de la comunidad global, pero anteponiendo el principio del interés común. Por ejemplo, si el interés común de esta comunidad global es la vida; si el interés común de esta comunidad global es la defensa del planeta, de la naturaleza, o la defensa del bienestar social, entonces, la construcción del bien común a nivel global coincide con lo que nosotros estamos planteando desde una propuesta pedagógica”.
Esta visión se antepone a las propuestas que anulan la existencia de una comunidad global debido a la mundialización del capital. Sin embargo, esta mundialización sólo existe (y solo en algunos espacios) en las condiciones económicas, debido al principio de la asociación y el libre mercado para la acumulación de capital.
“Ese no es el punto de partida de lo que nosotros estamos planteando, pues en principio no coincide con nuestra propuesta, porque apelamos a todo lo contrario. Desde ahí partimos para definir la comunidad”.
Además de esto, el profesor Lev Moujahid resalta que, otro de los principios de este nuevo modelo pedagógico es aljarse de la visión folklorizada que reduce la comunidad a una definción meramente cultural, y que al hablar de comunidad, reduce a esta a un pequeño grupo que no representa la globalidad de la cultura.
“Esto no es así. Cuando se habla de comunidad nos estamos refiriendo a conjunto de culturas que se forman en oposición a esta idea de la cultura universal como única, como algo que viene de un patrón que nos atraviesa a todos. Cuando hablamos de comunidad, nosotros pensamos no en una cultura única, o una cultura universal, sino que estamos pensando en lo pluriversal. Es decir: en el conjunto de culturas a nivel global que se identifican como marginadas dentro de este proceso de la globalización, de la colonialidad o la modernidad”.
Basada en estos principios, la comunagogía se convierte, a la vez, en una pedagogía que rompe el molde tradicional de enseñanza-aprendizaje como acumulación de conceptos, y se convierte en un método de organización y transformación.
La postura teórica es también una postura política. Al ser la comunagogía una pedagogía que se unifica a partir del bienestar social y lo común, su objetivo implícito es la transformación de la realidad, como contrapropuesta a las teorías estáticas y conservadoras del régimen social y de producción existentes: es recuperar la personalidad histórica de nuestros pueblos, truncada en su desarrollo histórico con la llegada e imposición de la modernidad occidental y el capitalismo.
¿Cómo lograr este objetivo? El profesor Lev explica:
“Hay una diferencia con las posturas marxistas tradicionales en las que los cambios sociales, los cambios fundamentales de las estructuras económicas y políticas que hay han de darse en este sistema mundo capitalista, como una utopía futura, como algo que a largo plazo se va a lograr a través de una coyuntura de crisis del capital”.
La propuesta de la comungagogía, en cambio, se atañe a las transformaciones inmediatas, en el tiempo y el territorio específicos.
“No tienes que esperar a que el sistema mundo capitalista cambie de manera global para que empieces a combatir o a desterrar las relaciones patriarcales de la escuela, de la comunidad o del territorio. La transformación se tiene que hacer de manera inmediata, no tienes que esperar a la estatización de la economía, a la planificación de la educación o la estatización de las relaciones democráticas”.
Esta visión rompe con la propuesta del marxismo ortodoxo donde l advenimiento de la sociedad socialista es producto, únicamente, del desarrollo de las fuerzas productivas.
“Estas relaciones se tienen que establecer en la vida real, en la vida inmediata y concreta. En el caso de la escuela, por ejemplo, no puedes esperar a la llegada del socialismo para establecer una relación horizontal, o para establecerte en un colectivo pedagógico que toma decisiones de manera horizontal”.
Estas relaciones de horizonatilad, y comunalidad, se dan en el intercambio constante entre alumnos, padres de familia y docentes, considerándolos parte de la comunidad de aprendizajes que hay en las escuelas.
“No hay que esperar a que se transformen o se socialicen los medios de producción para hacer cambios, esto se tiene que establecer desde la propia escuela como un ejercicio pedagógico”, añade el profesor Lev Moujahid.
Para esto, las escuelas se entienden no solamente como un centro de aprendizajes, sino también como un espacio dentro de un territorio en disputa que se puede transformar, y en donde se pueden crear nuevas relaciones sociales de producción.
“El territorio es algo fundamental para el reconocimiento de las comunidades, no se entiende como el espacio para la explotación, no se entiende como un espacio inerte de división política de los estados y de los países, como propone la visión liberal o tradicional. El territorio es algo vivo, es el lugar donde conviven las culturas, donde conviven los seres humanos y la propia naturaleza, y a partir de ahí, se genera un proyecto de vida en el sentido más amplio de la palabra. Hay que repensar la escuela a partir de esto”.
Así, a diferencia de los proyectos de la Nueva Escuela Mexicana, o las propuestas de la educación popular que agotan a la educación en sobrevivir y, algunas veces, perpetuar la explotación, dominación y sometimiento, la comunagogía se plantea la enseñanza como un pilar de la transformación social.
El profesor Lev es crítico en esto, y lejos de rechazar los otros esfuerzos, explica que la comungagoía “incorpora estos elementos”, pero los radicaliza.
La comunagogía es, a la vez, una pedagogía de la ruptura y la construcción. Para esto, explica el profesor Lev Moujahid, es necesario tener un proyecto político claro.
“La pedagogía no se puede distanciar de un proyecto político. Lo digo porque hoy, en el sistema mundo capitalista, se plantean formas de aprender colectivamente y formas de evaluar, incluso colectivamente, pero cuyo proyecto político no coincide con lo que se hace desde estos planteamientos de la pedagogía de la comunidad”.
Entre los debates que actualmente se libran para darle cuerpo a la comunagogía, existe uno que cobra relevancia en esta ruptura: ¿una pedagogía de la comunidad es una ruptura con la tecnología y solo puede realizarse en las comunidades que crecen de ella?
El profesor Lev recupera parte de esta discusión:
“La tecnología no necesariamente promueve el individualismo y la competencia. En un sentido, están promoviendo la autonomía, y esto empieza a confundir porque se parece mucho a lo que nosotros estamos haciendo. Sin embargo, en todo caso están des-semantizando lo que desde los movimientos sociales y populares se había planteado como propuesta alternativa pedagógica. Entonces proponen la autonomía, proponen el trabajo el trabajo colegiado, el trabajo colaborativo y el pensamiento crítico como capacidad de resolver problemas. Esto sitúa a la escuela para que se ponga a disposición de los andamiajes sobre los que posa esta nueva economía a nivel global que está requiriendo, más allá de obreros concentrados en fábricas o mercancías concentradas en centros comerciales, está requiriendo de la dinamización de sectores productivos que están disgregados”.
Es decir, apostar a una pedagogía de la comunidad también es evitar estos eufemismos que encubren la explotación, pero subvertir su existencia como mercancía y recuperar su esencia comunitaria.
“Establecemos otro tipo de relación entre el humano y la naturaleza, políticamente estamos constituyendo otro mundo, otra civilización, Hay que dejar de entender al sujeto como capital humano y generador de ganancias, y recuperar la visión común del sujeto, de las necesidades humanas, del bienestar social”.
Sin embargo, es fácil confundirse si no se tiene esto en claro, y ahí reside la importancia de tener una educación con un proyecto político de fondo.
“Luego aparecen propuestas sin planteamiento político, o sin una ruta política crítica. Propuestas que son bonitas, llamativas, dinámicas, como incluso en lo que derivó en la educación popular, donde desprovistas del contenido político, parece que eran dinámicas de trabajo o dinámicas grupales que hacían del aprendizaje algo más bonito, pero que no hacían un planteamiento político claro, no hacían un planteamiento de cambio de vida”.
En esto, también es fundamental entender el papel del docente, del maestro y la maestra, como un actor político que se transforma a sí mismo mientras realiza el proceso de aprendizaje.
Lev concluye:
“Prescindir del profesor es una visión de la ganancia que solo le hace el juego al capital, hay que entender al maestro como un actor que es parte de la comunidad”.
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
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