Como éramos a los 22 años

21 agosto, 2021

Aprovechemos los retos fotográficos en las redes, hagamos memoria con algo que no solo involucre nuestros retratos, sino también el entorno, lo que tenemos o hemos perdido.

@duiliorodríguez 

Son comunes en redes sociales:  desafíos, retos o invitaciones que involucran ejercicios fotográficos, hay muchas variantes que van desde publicar durante una semana nuestras mejores fotografías en blanco y negro u otros como el de twitter que estuvo en tendencia hace una semana, donde la idea era subir una fotografía que nos recordara como eramos a los 22 años. 

Siempre me quedo con la duda de cual es el fin, a donde van a parar todas esas fotografías que comparten, tal vez por incertidumbre y a veces por falta de tiempo no soy muy afecto a participar de esas iniciativas en las redes,  pero confieso que en esta ocasión me entretuve viendo las imágenes que la gente subió. Era divertido ver personas que cumplieron 22 años hace algunas décadas y cómo han cambiado con el tiempo; en las fotografías es posible ver cómo eran los peinados o la ropa que se usaba en aquel momento. Hubo quienes a modo de broma subieron una foto de algún famoso principalmente bien parecido cuando tenían 22 años arguyendo ser ellos y haberse transformado en lo que ahora son. 

También hubo quien cumplió 22 años un día antes de la invitación y evidentemente no había cambios notorios en su persona, todos los días cambiamos un poco, aunque no lo notamos, pero para alguien como yo que tengo 49 años de edad, han pasado desde aquel momento casi tres décadas. 

Buscar una fotografía personal de un momento determinado es un ejercicio de memoria, que invariablemente nos transporta a situaciones o espacios aunque estos no aparezcan en la imagen.

Entonces al ver las fotos de los participantes imaginé hacer un ejercicio similar apelando a los recuerdos, pero con una variante, en vez de subir retratos  para ver cómo éramos a los 22 años, compartir cómo eran los lugares que visitábamos de niños y jóvenes; en mi caso traté de enfocarme en lugares naturales, como eran las playas, ríos o bosques en aquel momento. Descubrí que no tengo muchas fotos interesantes que mostrar de esos lugares, porque casi siempre en las fotografías destacan los retratos y no el entorno, la mayoría de las fotografías son de nosotros mismos aislados del contexto.

Ahora que salió el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático acerca del desastre que estamos provocando por el calentamiento de la Tierra, pensé más en cómo eran los lugares que solía visitar de niño o inclusive un poco más grande, a los 18 o 20 años: El Iztaccíhuatl, El Ajusco, Zipolite, Marquelia, Puerto Escondido eran algunos de los sitios que visitaba. Si comparo esos mismos lugares con lo actual, el cambio es brutal, caminar por los glaciares del Iztaccíhuatl hace tres décadas era una aventura de hielo y nieve que podías planificar dependiendo la estación del año. Ahora eso es imposible.

El pasado mes de abril, investigadores en geofísica de la UNAM declararon oficialmente extinto el glaciar que se conoce con el nombre de Ayoloco en el volcán Iztaccíhuatl, miles de años se derritieron en unas cuantas décadas.  En el lugar, vulcanólogos, investigadores y montañistas colocaron una placa con un mensaje que dice: 

El glaciar de Ayoloco en Enero de 2011; hoy casi extinto. Foto: Archivo Duilio Rodríguez

 

A las generaciones futuras: Aquí existió el glaciar Ayoloco y retrocedió hasta desaparecer en 2018. En las próximas décadas los glaciares mexicanos desaparecerán irremediablemente. Esta placa es para dejar constancia de que sabíamos lo que estaba sucediendo y lo que era necesario hacer. Solo ustedes sabrán si lo hicimos”.

Placa colocada en el glaciar de Ayoloco, 2021. Fotos: María Paula Martinez

Los cambios geológicos son tan largos que a los humanos nos son imperceptibles, pero, ¿qué pasa con la destrucción que provocamos a la naturaleza en tan poco tiempo?; ¿y si son tan dramáticos por qué los ignoramos?

Creo que notaríamos más la destrucción si tuviéramos en la memoria un punto de referencia, si hiciéramos un esfuerzo por recordar como eran, como son ahora y qué hicimos mal. Tal vez no valoramos lo que perdimos porque aprendimos a sustituir espacios naturales por espacios urbanos que nos dijeron serían mejores en aras del desarrollo.

 Al sur de la ciudad de México sobre la carretera picacho Ajusco hasta el albergue alpino del cerro del Ajusco abundan los asentamientos irregulares, terrenos supuestamente protegidos como áreas naturales están llenos de casas improvisadas, campos de gotcha con aviones de utilería, cabañas, asaderos o pistas de go karts.

 En las faldas del Xitle donde caminé de niño para acceder al cráter del volcán recuerdo que había árboles y pastizales, hoy hay calles sin pavimentar y cientos de casas y comercios.

Un avión para jugar en un campo de gotcha a un costado de la carretera al Ajusco, al fondo el cerro del mismo nombre. Foto Duilio Rodríguez.

Como la destrucción es paulatina y constante terminamos por acostumbrarnos a ella y nos adaptamos rápidamente al nuevo entorno. Tal vez por esa razón no nos damos cuenta de todo el daño que estamos ejerciendo contra nosotros mismos. 

Según datos de la comisión europea publicados por la revista Forbes, sólo tres naciones producen más de la mitad de las emisiones de CO2 en el mundo: Estados Unidos, China e India. Y un estudio de Oxfam muestra que el 10% de la población más rica del mundo genera casi la mitad del total de las emisiones derivadas de los hábitos de consumo.

Para los expertos que participaron en el informe las pruebas del calentamiento global son irrefutables y están cada vez más a la vista de todos, de seguir así las cosas y con todos estos datos imaginen cuáles serán las fotografías o videos de ustedes mismos y de sus lugares preferidos dentro de 10 o 20 años.

Editor y fotógrafo documental, retrato, multimedia y vídeo. Dos veces ganador del Premio Nacional de Fotografía Rostros de la Discriminación.