En redes sociales como Facebook y Twitter se difunde, intercambia y vende contenido íntimo de mujeres, e incluso se venden servicios sexuales sin conocimiento de las víctimas (segunda parte)
Texto: Dafne García / Lado B
Ilustración: Gogo Ortíz / Foto: Marlene Martínez
PUEBLA, PUEBLA.- Karla* nunca hizo sexting ni compartió contenido íntimo con nadie. A pesar de eso, desde dos cuentas falsas en Facebook, manejadas por un exnovio, comenzaron a subirse anuncios en los que se hacían pasar por ella para ofrecer servicios sexuales, acompañados de imágenes muy explícitas.
Este delito no se quedó en el ciberespacio. A casa de Karla llegaron hombres exigiendo el sexo por el que habían pagado previamente por transacción bancaria. No sólo habían vendido la imagen de Karla como una sexoservidora, sino que dieron su domicilio como su casa de citas. Ella estaba siendo víctima de trata digital con fines de explotación sexual.
Y aunque Karla estuvo en procesos de denuncia con las autoridades por dos años, no se abrió ni siquiera una investigación para detener a quien estaba detrás de estos perfiles de Facebook.
Este modus operandi también se ha detectado en redes como Instagram y Twitter: perfiles falsos para vender o intercambiar contenido íntimo de mujeres o también para ofrecer servicios sexuales.
LADO B analizó 25 perfiles de este tipo en Twitter para conocer la forma en que los agresores lucran con la venta y/o el intercambio de material de mujeres que, en la mayoría de los casos, no están enteradas de que están siendo violentadas y expuestas en internet, como en el caso de Karla.
Si bien plataformas como Facebook e Instagram tienen políticas de uso que prohíben la publicación de contenido sexual no consensuado, así como contenido que muestre, promueva o coordine servicios sexuales, no se ha evitado que los usuarios encuentren formas de saltar estar restricciones.
En el caso de Twitter, sus políticas de uso especifican que aunque la pornografía y otras formas de contenido para adultos están permitidos, no se puede publicar ni compartir “fotos o videos íntimos de otra persona que se hayan obtenido o distribuido sin el consentimiento de esa persona”, incluido:
La sanción que Twitter aplica para quien infrinja estas reglas es la suspensión inmediata y permanente de la cuenta que haya compartido el contenido; sin embargo, esta medida no ha resultado suficiente, ya que aunque se suspendan las cuentas, durante el tiempo que estuvieron activas ya hubo contenido publicado y viralizado. Además, nuevas cuentas irán surgiendo.
Entre las 25 cuentas de Twitter que están relacionadas con la venta y/o difusión de contenido íntimo o la promoción de servicios sexuales analizadas, principalmente de Puebla, todas sumaban 304 mil 730 seguidores. Cerca de la mitad de ellas fueron creadas este mismo año, sin incluir que para que un usuario tenga acceso al material que se comparte en dichas cuentas, no necesita dar follow al perfil.
La cuenta analizada más antigua fue creada en enero de 2015 (cinco años activa, pese a infringir las normas) y sólo 10 del total de cuentas revisadas fueron creadas este año. El número de seguidores en esas cuentas van desde los 6 hasta los 162 mil 580.
De los perfiles analizados, 17 están relacionados con la venta e intercambio de contenido íntimo, 7 con la promoción y venta de servicios sexuales offline y 1 se dedica a calificar páginas de escorts y moteles en Puebla.
La cuenta con mayor número de seguidores fue creada en abril de este año con 712 tweets y 236 contenidos (fotos y videos), lo que significa que en poco más de tres meses tuvo mucha difusión, con un promedio de 7.9 publicaciones al día.
La descripción de esta cuenta invita explícitamente a compartir y comprar, de manera anónima, contenido íntimo de mujeres, e incluso menciona tener una aplicación gratis para grabar en secreto, así como una cuenta de Patreon a la cual suscribirse para obtener videos en HD.
Esa no fue la única cuenta que incitaba a compartir contenido. También en otras seis, desde la descripción, se invitaba a mandar contenido, con aclaraciones como: “sólo [de mujeres] jóvenes”, o mensajes como: “muestra a tu esposa, cuñada, prima, familiares, amigas, vecinas de forma anónima” o “también puedo promocionar tu página de venta de packs [recopilación de imágenes de contenido íntimo de mujeres]”.
Se encontró que se hacía promoción de contenido sexual de menores de edad a través de hashtags como: #morritas, #colegiala, #teen, #secu, #prepa, y en un caso en particular, un perfil promocionaba explícitamente contenido sexual de una menor de edad.
Con la réplica de estos hashtags y menciones de otros usuarios a estas cuentas se va tejiendo una red interminable con contenidos similares. Para ser exactos, al menos 15 veces más estas cuentas se expandieron al ser mencionadas.
Por otro lado, la monetización de las fotos y videos que ofrecen estos perfiles se da de dos formas:
Una de las cuentas (activa desde 2017) también ofrecen el link al perfil de Facebook de las mujeres que aparecen en las imágenes y videos, lo que pone en riesgo de acoso y otros tipos de violencia (tanto online como offline) a las víctimas.
En cuanto a los siete perfiles analizados que estaban relacionados con la venta y promoción de servicios sexuales por medio de citas en vivo en Puebla (a través de un número telefónico compartido desde el mismo perfil, o a través de páginas externas a Twitter), estos también tienen mucha difusión y alcance.
El número de seguidores de estas cuentas va desde los 5 mil a los 15 mil seguidores, y en tres de estas cuentas, además, se incluyen mensajes que buscan contratar a chicas para laborar como escorts.
Es importante destacar que este tipo de cuentas pueden estar relacionadas con la trata de mujeres con fines de explotación sexual de forma física. A finales de octubre de 2018, la Fiscalía General del Estado dio a conocer que había detenido a los integrantes de una red de trata de mujeres con fines de explotación sexual que operaba en Puebla y en otros estados.
La forma de captación de las victimas se daba a través de las redes sociales, donde esta red de tratantes invitaban a mujeres a trabajar como escorts. Posteriormente los tratantes anunciaban los servicios de las víctimas en Twitter, principalmente, cobrando desde 200 hasta 15 mil pesos.
En la investigación se determinó que el total de víctimas fueron 43, pero se enfatizó que probablemente había muchas más que no lograron identificar.
También en octubre de 2019, en Tehuacán Puebla, el funcionario Marco Aurelio Ramírez Hernández, director general de Gobierno del Ayuntamiento de Tehuacán, alertó que habían tenido conocimiento de varios casos de trata de personas en los que la captación de víctimas fue por este mismo tipo de “ofertas de trabajo”, dirigidas tanto a hombres como a mujeres.
Incluso algunas víctimas dijeron haber estado en contacto con tratantes “sin darse cuenta”, pues los delincuentes se habían ganado su confianza para lograr que las jóvenes les mandaran fotos y contenido íntimo, para después chantajearlas y extorsionarlas con el fin de prostituirlas.
Desde el trabajo de acompañamiento e investigación que el Frente Nacional para la Sororidad ha realizado, la activista Olimpia cuenta que han identificado varias etapas en la trata y explotación sexual de mujeres en los espacios digitales. La primera etapa es la producción de contenido íntimo que puede ser con o sin consentimiento.
“Se cree que en todos los contenidos que se ven en internet de mujeres desnudas la producción es consensuada y que, por ende, merecen la difusión, pero esa es una falsa [creencia] sobre el sexting”, dice Olimpia.
Respecto al consenso en el sexting (el intercambio del contenido erótico sexual con consentimiento de las personas de ambas partes), la investigación de Jéssica Veleda y Ayres Frances enfatiza que este puede ocurrir debido a la presión por parte de la pareja a través de amenazas o chantaje emocional, como pedir imágenes como “prueba de amor”, es decir, que este consenso puede estar manipulado.
En la producción de estas imágenes muchas de las mujeres no saben que están siendo fotografiadas o grabadas, por ejemplo, en los casos de cámaras escondidas en moteles u hoteles. El testimonio de Karla refleja esta situación, pues fue su ex novio el que produjo todo el material de ella sin que se enterara.
La segunda etapa de la trata digital tiene que ver con la posible relación entre los administradores de estas cuentas, que aunque podría ser realizada por individuos sin relación entre ellos, según el Frente Nacional para la Sororidad, también podría tratarse de un tipo de delincuencia organizada con fines de explotación sexual en internet, realizada por hombres, principalmente.
“En el peor de los casos están perfectamente organizados: su trabajo es compilar los packs que andan sueltos por toda la web, buscan la identidad de las chicas, las promocionan como tal, les ponen precios incluso y las venden. En el mejor de los casos sólo están exhibidos sus packs y hay un lucro en el intercambio; en el peor de los casos también publican sus datos personales y no sabemos cuántas de ellas han vivido un caso como el de Karla”, explica Olimpia.
Por último, de acuerdo con la activista la tercera etapa es la difusión:
“Estos contenidos íntimos no solamente se difunden, sino que también se compilan [para generar varios tipos de explotación sexual]. [En conjunto] es un modus operandi lamentable que tendría que ser equiparable a la pornografía y a la trata de personas con fines de explotación sexual [offline] en cuestiones de punibilidad”, finaliza la activista.
Este tipo de violencia digital tiene consecuencias reales y graves para las mujeres como Karla, quien ha vivido con miedo desde que se promocionaron esos perfiles falsos y el primer hombre llegó a su casa.
La organización de Luchadoras señala que incluso las amenazas en línea ya generan repercusiones:
“Una amenaza [en el ámbito digital] no sólo es un aviso al que debemos ponerle atención porque hay alguien que nos quiere hacer daño; te hiere y te lastima desde el momento en que la recibes, porque te causa malestar e inestabilidad de inmediato, y te impide que continúes con tu vida con normalidad”.
En 2017 los colectivos La Sandía Digital y Luchadoras hicieron un mapeo del impacto de la violencia digital en la vida de las mujeres. En ese estudio (en el que víctimas de varios estados del país compartieron su testimonio), se encontró que algunas de las consecuencias de la violencia digital fueron: sudoración, náuseas; dolor de cabeza, estómago, espalda, riñón; falta o exceso de apetito; llanto, pesadez en el cuerpo, afectaciones nerviosas, estrés, angustia, ira, paranoia, confusión, auto restricción de movilidad, sensación de vigilancia constante y abandono de tecnologías.
Una tercera parte de las víctimas que compartieron sus testimonios para la investigación manifestó que aún no se recuperaban, 30 por ciento recurrió a terapia psicológica, 30 por ciento a grupos de apoyo, 26 por ciento recibió apoyo de su familia, y 16 por ciento necesitó tratamiento psiquiátrico.
Sumado a esto, 8 de cada 10 casos no fueron investigadas o llevadas a una denuncia judicial. Sin embargo, 72 por ciento de las mujeres señalaron el deseo de que el culpable hubiera sido castigado penalmente.
*El testimonio de Karla fue compartido por el Frente Nacional para la Sororidad, y se cambió el nombre para proteger la identidad de la víctima. Este reportaje fue realizado con el apoyo de la fundación Thomson Reuters.
Este trabajo fue publicado originalmente en LADO B que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.
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