Asaltos y robos, pero nunca secuestros, dicen desde Indios Verdes, donde se llevaron a María Ángela

23 enero, 2023

Vista del paradero de transporte en la estación Indios Verdes. Foto: Alexis Rojas

En el paradero de Indios Verdes convergen transportes y miles de personas con prisa; el lugar es un nodo de movilidad clave de la metrópoli lleno de ruido, autobuses y asfalto donde, a pesar del caso de María Ángela, la palabra secuestro o desaparición espanta a quienes la escuchan

Texto: Arturo Contreras Camero

Fotos: Alexis Rojas 

CIUDAD DE MÉXICO.- “Ahora que me entero, sí me da miedo”, dice una estudiante de preparatoria que espera su autobús en el paradero de Indios Verdes, a quien le sorprende la noticia de que el pasado jueves 19 de enero una chica de 16 años, María Ángela Olguín, desapareció a unos metros de donde ella espera. La menor desapareció un segundo en que su mamá dejó de verla y apareció dos días después, desnuda y cubierta con bolsas de plástico en un lote baldío de Nezahualcóyotl, a más de 25 kilómetros del lugar. 

El paradero de Indios Verdes, conocido oficialmente como Centro de Transferencia Modal, es punto de reunión de cientos de camiones y microbuses, también llegan las últimas estaciones del Metro y Metrobús de la ciudad y conecta con el Mexibús, el Cablebús y el Mexicable, además de contar con una pequeña central de camiones del ADO que llevan a las zonas colindantes del Estado de México y hasta Pachuca, Hidalgo. Un millón cien mil personas pasan cada día por este laberinto de estrechos pasillos llenos de locales informales e interminables filas de camiones. Quien camina por aquí, van con prisa, mirando de frente, sin aflojar el paso, intentando robarle unos minutos a los largos traslados que recorren diariamente. 

En un lugar con tanto movimiento, en el que pasan tantas cosas al mismo tiempo, es difícil captarlo todo, pero que algunos locatarios digan que no se enteraron de la desaparición de María Ángela parece una exageración. El viernes, el día después de que la adolescente desapareció, su hermana convocó a una protesta en el paradero, misma que detuvo sus operaciones durante todo el día.

“Yo salí de aquí como a las 10 de la mañana y ya cuando estaba llegando al otro lado del trayecto, llamé, para ver qué había pasado. Me dijeron que no regresara, porque habían cerrado todo y no había paso. Así estuve hasta las 10 de la noche cuando ya no me dieron ganas de regresar”, cuenta un camionero que arranca antes de decir su nombre. 

Aún así, el personal de un restaurantito de mariscos a la vuelta de un baño con sellos de clausurado y un cartel de María Ángela a un lado, disimulan no estar al tanto. “¿No saben nada de la chica que se llevaron aquí el jueves?”. La pregunta paraliza por unos instantes al cocinero, a la mesera, a su compañero y hasta a uno de los comensales. Sorprendidos, se buscan los ojos, como sin saber qué decir, hasta que uno atina a exhalar un “No, nosotros no sabemos nada”.

Su silencio misterioso contrasta con el mensaje que dio el vocero de la Fiscalía General de Justicia la Ciudad de México, Ulises Lara, la tarde de este lunes 23: “Es importante mencionar que el Ministerio Público no tiene documentado ningún caso similar en esa zona y no se cuenta con registro de ilícitos relacionados con la ausencia de niñas, mujeres o adolescentes en inmediaciones del Centro de Transferencia Modal de Indios Verdes o zonas de convergencia”, dijo.

Por la mañana, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, ya había mandado ese mismo mensaje: “Lo que el día de hoy leí en varios medios que se hablaba de que había secuestro de jovencitas y otras cosas, cosa que no hay ningún reporte en Indios Verdes”. 

A pesar de que las autoridades de la Ciudad de México aseguran que quienes secuestraron a María Ángela no forman parte de una red de trata de personas, este lunes diferentes medios, con información policíaca del Estado de México, publicaron que la adolescente habría señalado la presencia de otras mujeres en un cuarto en el que la mantuvieron retenida.

Elementos de la Guardia Nacional caminan por el lugar en donde María Ángela Olguín desapareció. Foto Alexis Rojas

Mientras que palabras como secuestro y desaparición hacen que quienes trabajan en la Cetram levanten las cejas, hay otros temas igual de escabrosos pero más comunes, como los líderes del comercio informal y sus enviados, que semana tras semana recolectan las cuotas reglamentarias. El paradero se divide en dos por el último tramo de Insurgentes Norte, que se convierte en la carretera México-Pachuca pocos kilómetros al norte. Los locatarios del lado poniente dicen que los baños supuestos están del otro lado, a lo que los del oriente alegan lo mismo. 

También son comunes los carteristas, pero más del lado oriente, que queda pegado a la colonia Santa Isabel Tola. “Ahí se van los malandros a monear y a gastarse lo que se ganan bolseando o ayudando de viene viene”, cuenta otro locatario. “Como tienen la colonia, ahí se meten y hasta ahí viven algunos”, dice. “Yo vivo ahí”, comenta más tarde otro, que vende dulces y paletas. “Sí está medio feo, pero pues acabo de llegar a la ciudad y es un lugar para empezar. Apenas llevo tres meses aquí”. Como él, la mayoría de quienes atienden los puestos dicen no tener más de dos o tres meses en el lugar. Tal vez por eso, pocos atinan a dar razón de las grúas que se asoman sobre los puestos y de las obras en la zona.

Desde 2020 la Cetram Indios Verdes está en obras, supuestamente para poner en orden a un espacio urbano salvaje, lleno de láminas, motores y combustiones, que remite a la película Mad Max. La idea es ampliar el carril del Metrobús, para que lo comparta con el Mexibús, además de un andén más amplio y un paso elevado que conecte ambas terminales, obras que se tenían previstas para 2022, pero que al cierre de ese año solo reportaban un tercio de avance. 

Mientras que en la superficie negra del asfalto parece no haber ley, abajo, en el subterráneo, quienes cruzan al Metro se ven resguardados por las miradas de agentes de la Policía y de la Guardia Nacional. “La zona segura es en los andenes y en aquí en los pasillos del Metro, afuera es una desmadre, la verdad, no me sorprende tanto que se hayan robado a la chava, no es algo que no crea que pueda pasar”, dice Gaby, de 22 años, que espera a en los pasillos del Metro y a quien ya han asaltado, cartereado y estafado en la superficie. “Si tomo una medida de precaución, pues es siempre estar esperando adentro, afuera no me paro para nada, ni para escuchar a quien te pide dinero, porque luego esos son los que te asaltan”. 

Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.