En México, casi 20 millones de personas ganan entre uno y dos salarios mínimos al día, algunas de ellas son Eugenia, Natalia, Isabel y Armando. Las cuatro trabajan más de 8 horas al día, las cuatro, creen que merecen más. Estas son sus historias
Texto: Andrea Amaya, Luciana Oliver y Camilo Ocampo
Fotos: Andrea Amaya y Luciana Oliver
CIUDAD DE MÉXICO. – En la última semana, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció el incremento del salario mínimo en México. Ahora, nadie dentro del área metropolitana podrá ganar menos de 278.80 pesos al día, y en la frontera 419.88 pesos diarios.
Pero, ¿de verdad alcanza esto para vivir en México?
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De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la política social (Coneval), para agosto de 2024, el precio mensual de la canasta básica alimentaria en México oscila entre los mil 800 y 2 mil 350 pesos por persona, esto, dependiendo si la persona vive en el campo o la ciudad.
Es decir, para una familia promedio de cuatro personas que viva en cualquier ciudad del país, el ingreso que debería de haber por hogar para asegurar la alimentación de cada miembro tendría que ser de casi 10 mil pesos al mes, esto, sin contar los gastos de transporte, vivienda, salud, educación y recreación, lo cual elevaría el costo de la vida a más de 18 mil pesos mensuales.
Aunque el nuevo aumento al salario mínimo asegura estas condiciones mínimamente, muchos de estos trabajos son precarizados, es decir, jornadas laborales que rebasan las 8 horas diarias, o sin acceso pleno a la seguridad social.
Por ejemplo, de acuerdo al Coneval, hasta 2022 el 50.2 por ciento de la población tenía alguna carencia para acceder a la seguridad social (salud, vivienda, pensión por vejez), es decir, más de 64 millones de personas.
De esta población, cabe resaltar, el gobierno mexicano ha iniciado una campaña de afiliación masiva al IMSS-Bienestar, el cual, según su titular, Zoe Robledo, proyecta alcanzar la atención del 81.8 por cinto de la población sin seguridad social a finales de 2024. Sumado a esto, existen otros programas, como la pensión del Bienestar, o proyectos en puerta, como el programa nacional de vivienda, que pretenden atender las otras carencias.
Pero esto, en la realidad inmediata, no parece ser suficiente. Las cifras son personas, historias, millones de historias, como las de Eugenia, Natalia, Isabel y Armando, cuatro trabajadores de la Ciudad de México que diariamente viven lo que millones más en este país. Estos son sus testimonios.
Armando Pérez Salazar, 24 años – asistente farmacéutico.
Todos los días llego a la farmacia, checo turno a las nueve de la noche. De ahí, voy directamente a la base, que es una computadora, y reviso qué es lo que tengo que hacer: ya sean conteos o validaciones de productos. Después de eso, empiezo a rectificar los productos que hay, a contar que todo coincida. También vendo a la gente que viene en la noche, porque la farmacia es 24 horas.
Después de terminar eso, toca acomodar la mercancía: poner todo lo que está en cajas en los racks o en la bodega. Salgo a las ocho de la mañana, trabajo once horas cada cuatro días. Hoy es mi día de descanso.
En mi chamba tengo caja de ahorro, fondo de ahorro, seguro médico, vacaciones y aguinaldo.
Diario, entre comida, transporte y demás cosas, gasto entre 120 y 150 pesos, más o menos. A veces me alcanza, pero otras veces llego muy apretado al final de mes. En una semana, gano entre mil 400 y mil 800 pesos, que puede variar dependiendo del ISR, las bonificaciones si llegué tarde o falté algún día, y también si gané los bonos de ventas o auditoría.
Vivo solo en Cuautepec. Pago 2 mil 100 pesos de renta al mes. Y sí, con eso me alcanza, pero al final de mes no puedo ahorrar mucho. Gasto en servicios como internet, agua, luz, la renta, comida y algunas cositas que se me antojan, como algo de la tienda o lo que sea. Pero lujos, como tal, no hay muchos. Más o menos, termino gastando entre 5 mil y 6 mil pesos al mes. De lo que me queda, si me va bien, ahorro como 2 mil pesos.
Mis descansos se dividen así: cuando trabajo seguidos, generalmente cuando trabajo un día y al siguiente también, me quedan unas dos horas libres aproximadamente al día. Pero cuando tengo dos días de descanso seguidos, descanso como dos días y medio.
En mis días libres, voy a ver a mi mamá, voy al gimnasio o toco algunos instrumentos. Si estoy muy cansado, solo hago las cosas por obligación, simplemente porque tengo que hacerlo o porque, si no lo hago, me aburro. Entonces trato de hacer todo aunque esté cansado.
Por cómo me desgasto física y mentalmente, yo creo que no gano lo suficiente, definitivamente no. Si me alcanzara para lo que quisiera, tal vez podría ir al dentista, ir más seguido al médico y comería mejor, porque definitivamente no como bien. A veces, me la paso comiendo tortas del Chavo del Ocho, pura torta de jamón o huevo, lo básico.
Natalia Alvarado, 60 años – trabajadora de supervisión de calidad en el área textil.
Trabajo como supervisora de calidad en una maquiladora textil. Llevo 6 años en esta empresa, pero desde hace 45 años he trabajado en diferentes empresas del ramo textil. Empecé a los 15 años como deshebradora en una empresa que fabricaba ropa interior. Después, me llamó la atención las máquinas de coser y aprendí a coser. Estuve 20 años trabajando como costurera, y luego, cuando la empresa cerró el taller y empezó a dar maquila, me capacitaron para ser supervisora de control de calidad textil.
Como supervisora de campo, tengo que ir a los talleres en otros estados a revisar las prendas. Por ejemplo, si me toca ir a Tlaxcala, salgo de la terminal TAPO a las 7:00 de la mañana, llego allá como a las 12 del día y me pongo a revisar las prendas, asegurándome de que todo esté bien: que no falte nada, que la prenda esté bien confeccionada y que tenga buena apariencia. Nosotros vendemos para Liverpool, Palacio de Hierro y Sears.
Normalmente, llego a mi casa entre las 8 y las 10 de la noche. Hago de comer para mi familia, me encargo de las labores del hogar y me voy a acostar a la 1:00 am. Soy la cabeza de una familia de 6 personas. Cuando llego de trabajar, cuido a mis nietos porque mi hija trabaja y llega a las 2:00 am. Les doy de cenar a ellos, a mi hijo y a mi esposo.
Cuando me toca ir a trabajar fuera, entro a las 7:00 am y regreso como a las 9:00 pm, más el tiempo que invierto en el traslado. Cuando tengo que visitar a los maquileros aquí en la Ciudad de México, entro a las 9:30 am y salgo a las 6:00 pm. Si voy a algún estado fuera de la Ciudad de México, como a Tlaxcala, me gasto 700 pesos en transporte y comidas. También me mandan a Puebla y Morelos.
Supuestamente me dan dos días de descanso a la semana, pero cuando hay mucha carga de trabajo, como en los meses de agosto a noviembre, trabajo 6 días y descanso solo el domingo. A veces, incluso en domingo tengo que atender llamadas de los maquileros para resolver problemas.
También algunas veces me toca velar por la carga de trabajo. Si el maquilero no termina a tiempo, o tengo que apoyar en la empresa empacando, etiquetando todo para que podamos entregar a tiempo a las tiendas, entonces tengo que quedarme hasta tarde. Por ejemplo, el día martes entro entre las 8 y las 9 de la mañana, y salgo hasta el miércoles a las 2 o 3 de la tarde, sin dormir nada. Al día siguiente, vuelvo a salir en el mismo horario.
En esas temporadas no tengo tiempo para disfrutar con mi familia. El domingo, que es mi único día de descanso, lo dedico a comprar lo necesario para la casa y hacer otras tareas domésticas, por lo que ya no puedo disfrutar de tiempo con mi familia ni salir a pasear.
Gano más del salario mínimo, pero ante el seguro social, en todas las empresas textiles en las que he trabajado, normalmente siempre nos registran con el salario mínimo. Lo que ganamos de más nos lo dan por fuera.
Tengo derecho al seguro social, me dan viáticos para trasladarme a los talleres, me dan dinero para comida, vales de despensa, aguinaldo y vacaciones. Las utilidades a veces nos las dan, y si no, nos dan una gratificación. Normalmente, también nos dan un regalo de Navidad en diciembre.
Estoy en proceso de tramitar mi pensión, pero como no me registraron con el salario que realmente yo gano, me pensionaron con el mínimo y, por suerte, logré subir al 75% gracias a la ayuda de un abogado, porque me querían pensionar con menos de 6 mil pesos. Si quisiera recibir el 100%, me dijeron que tendría que esperar hasta los 65 años.
Por otro lado, con el INFONAVIT accedí a una vivienda en la colonia Morelos a 30 años. En una ocasión me llegó un papel del INFONAVIT diciéndome que fui seleccionada para obtener un descuento, y me tuve que presentar en las oficinas de Tlalnepantla. Fui y me dijeron que sí tenía el descuento, porque nunca había fallado en mis pagos. Según ellos, el descuento era del 35%. Firme que lo aceptaba.
Pero en febrero de este año, cumplí los 30 años de crédito y fui a sacar mi saldo, y resulta que aún debía 84 mil pesos. Entonces, ¿dónde quedó ese descuento y por qué me están cobrando tanto de intereses?
Cuando me dieron mi departamento, me dijeron que el pago sería el 25% de mi salario, pero resulta que una empresa donde trabajé no pagó. A mí sí me descontaron, pero me dejaron un adeudo de 10 mil pesos. Cuando entré a la empresa donde estoy actualmente, INFONAVIT mandó un papel y me aumentaron lo que tenía que pagar. Yo pagaba 287 pesos a la semana y ahora me llegó un descuento de 680 pesos.
Llamé a INFONAVIT para preguntar el porqué, y me dijeron que tengo un adeudo. Llamé a la empresa donde trabajé y el contador me dijo que sí me descontaron, pero nunca abonaron el dinero. Le pedí que me diera un comprobante y nunca me contestó.
En INFONAVIT me dijeron que cuando pagara el adeudo, regularizarían mi pago, pero tengo casi 6 años y aún no lo hacen. Durante la pandemia, volví a ir a las oficinas de Tlalnepantla, y me dijeron que tenía que ir a juicio, por eso no puedo terminar de pagar.
Eugenia Marquillo Urias, 51 años – trabajadora del hogar.
En la mañana, lo primero que hago es levantarme temprano y organizar un poco la cocina, porque siempre está desordenada. Después, preparo el desayuno. Me baño rápido y ya estamos listos. Somos dos o tres los que desayunamos en la casa, casi siempre preparo para todos. Luego me voy a trabajar, y en la tarde, llego a casa como a las 8 de la noche. Si no hay comida, me organizo para dejarles algo para el otro día. A veces me ayuda mi esposo, pero en otras ocasiones tengo que hacerlo yo.
A las 5 de la mañana, me levanto para preparar el lonche de Daniela (mi nieta). Luego salimos de la casa antes de las 7, más o menos a las 6:50, y la dejo en la escuela a las 7:50. Después regreso a casa. El transporte lo paga su papá. Solo de transporte, él gasta unos 250 pesos semanales solo para Daniela, más lo que se gasta en el lonche y un poco para su gasto personal, como 10 o 15 pesos, no es mucho. En la escuela, el lonche no es caro, solo 10 pesos o algo así, no más. Daniela lleva su lonche y a veces unos 10 o 15 pesos por si quiere comprarse algo.
Mi hijo se encarga de la tarea de Daniela. Yo me aseguro de que tenga comida y el lonche listos. A veces me ayuda para bajarla a la escuela, y alguien más se encarga de recogerla.
El camino al trabajo es largo. Camino unos 10 minutos, luego tomo el camión y me bajo en el tren ligero. Tomo el tren hasta La Noria y luego me voy hacia mi trabajo. En total, de mi casa al trabajo, me hago como una hora y media, a veces hasta dos horas. El transporte es un problema porque los camiones se paran hasta que se llenan, y eso retrasa mucho el viaje. Si hay tráfico, la cosa empeora. Si tomo un taxi, voy por atrás, por el Chedraui, por La Noria, evitando el tráfico de Tepepan y Xochimilco, pero igual se tarda bastante. El taxi antes me costaba $70, pero ahora ya es más caro.
De regreso, me tardo más porque hay más tráfico. Siempre es más pesado el trayecto de vuelta. Al llegar a casa, lo primero que hago es organizar la cocina, lavar los trastes, ver lo de la comida, y poner la lavadora. Después checo si hace falta algo de comida y reviso el refrigerador. Saco todo y limpio. Cuando ya está todo organizado, paso a la sala y los baños. Primero me enfoco en la cocina para dejar todo en orden.
Sobre los gastos diarios, en transporte gasto unos 40 pesos diarios entre los tres transportes. Además, compro lo necesario para la casa, como comida. A veces, solo en el desayuno me gasto 100 pesos, entre el medio kilo de huevo, las tortillas, y lo que falte. A veces también compro azúcar o lo que se necesite. Eso solo para el desayuno. Luego, en la comida, dependiendo de lo que vayamos a comer, gasto más. Algunos días es verdura, y otros días compro carne para no gastar tanto, porque hasta la verdura está cara.
Trabajo cuatro días a la semana y cobro 4 mil 400 pesos al mes. Mi dinero lo uso para mis tandas. Siempre estoy en mis tandas, así que guardo lo que gano allí. Mi esposo cubre los gastos de la comida, mientras que yo cubro mis pasajes y las tandas. En las tandas se juntan 11 números. Yo pongo 200 pesos cada semana, y cuando me toca, me dan 2 mil. Ese día no pongo dinero, pero recibo los 2 mil. Estoy en dos tandas, pero casi todo se me va en eso.
Con el dinero de las tandas, a veces hago arreglos en la casa o ayudo a mi mamá si lo necesita. Si tengo que hacer otros gastos, también uso ese dinero. Por ejemplo, hace poco pintamos la casa, así que usé un poco de lo que había juntado.
Mi esposo trabaja de mesero en el Club Alemán. No tiene horario fijo; a veces entra a las 7 de la mañana o a las 7 de la noche. Les pagan por día, pero el sueldo es bajo. Lo que le conviene son las propinas, que a veces le dan el doble de lo que le pagan por el día. A veces saca 350 pesos, otras veces solo 200, depende del día. Si trabaja fuera del club, le va mejor porque cobra por hora.
Mi salario lo usamos para salir o cubrir ciertos gastos. Por ejemplo, si vamos a Guerrero, yo pago esos gastos con lo que he ahorrado. El desayuno, a veces lo paga él y a veces lo pago yo. Los gastos más grandes, como la comida, los cubre él.
Mis dos hijos tienen horarios pesados, principalmente por el transporte. Mi hijo Daniel, por ejemplo, entre pasajes y lo que compra para desayunar, se gasta unos 700 pesos a la semana. Aunque gane 2 mil pesos a la semana, esos 2 mil se van rápido entre pasajes y otros gastos.
En cuanto a la seguridad social y las prestaciones, no tenemos. Mi esposo las tuvo antes, pero las quitaron en su trabajo debido a problemas económicos del club. Le pidieron otra vez sus documentos, pero no sabemos si le regresarán las prestaciones. Por ahora no tiene seguro social. Tampoco tiene vacaciones. Si hay trabajo, tiene que trabajar, y si no, no trabaja. Los días festivos son los que más trabajan.
Yo no he pedido seguro social porque estoy considerando sacar un seguro para mí. No sé cómo se gestionan los seguros con los patrones, así que lo voy a investigar. En cuanto a la salud, vamos al centro de salud o a una clínica del gobierno, y pagamos con los dos salarios.
En cuanto al tiempo libre, realmente no tengo mucho. El transporte me quita un montón de tiempo. A veces paso hasta cinco horas en el transporte. Llegar a casa es como empezar de nuevo. Llego, organizo lo que hay que hacer, y si no hay nadie que me ayude, tengo que dejar comida preparada para el día siguiente. Así que el tiempo libre es muy poco.
Los fines de semana trato de descansar en casa. A veces hacemos actividades con mis hijos o salimos a desayunar y luego regresamos a casa a convivir. Los fines de semana son tranquilos, a menos que tengamos alguna actividad especial. Las fiestas del pueblo son las que más disfrutamos, pero si caen entre semana, es complicado. Los días festivos, si son entre semana, él trabaja, y si es fin de semana, aprovechamos para disfrutar.
La que más tiene tiempo soy yo, porque mi esposo trabaja más los fines de semana. Entonces, es raro que estemos todos juntos. Cuando lo estamos, los gastos los cubrimos entre los dos. Si invitamos a alguien, por ejemplo, a un vaso de refresco o algo, esos gastos los cubrimos nosotros.
Isabel Arenas Zúñiga, 51 años – trabajador de Seguridad Privada en un condominio.
Mi día empieza temprano. Me levanto a las cinco de la mañana, porque tengo que llegar a las siete. Son hora y media de camino. Me traigo mi mochila con la comida, porque aquí no podemos salir a comprar. Los turnos son de 12 horas, pero ahorita que no tengo relevo, pues son de 24, aunque no quiera yo.
Al llegar aquí, lo primero que hago es ponerme a limpiar y a barrer. Después, me preparo un café. Es lo primero que hago. Y ya, pues estoy viendo los monitores, o más bien, los ojeo rapidito. Los adornos de Navidad los pongo porque yo quiero, no me lo piden. Es para que se vea bonito.
Cuando llego, también me empiezo a quitar el exceso de ropa, porque hay que venirse bien tapados. Con este frío, hay que estar bien abrigados. Me cambio, me siento en la silla y, dependiendo de mi estado de ánimo, me pongo a escuchar música. La pongo bajita porque ya no me dejan subirle mucho. Eso es lo que hago todo el día, dejar que pase el tiempo, estar atento, ver que lleguen y salgan las personas. Como ya conozco a todos, cuando llega alguien que no reconozco, le pregunto: «¿A dónde vas? ¿Con quién vas?»
Después de mi turno, agarro la combi de aquí a Xochimilco, y de ahí espero el RTP o el camión verde. Ya casi siempre tomo el RTP, porque así no gasto tanto.
Tenemos acceso al seguro social, pero la verdad es que las empresas juegan mucho con uno. De los siete años que llevo aquí, si son tres años los que he cotizado, es mucho. Y dentro de esos tres años, me han dado de alta y baja a veces cuando ya seguía trabajando. Tiene sus mañas. A veces solo me dan las vacaciones, el aguinaldo y lo del seguro. No sé si tengo INFONAVIT ni nada de eso.
Yo llevo siete años trabajando, así que me corresponden 22 días de vacaciones, pero los voy tomando cuando puedo. También, supuestamente me deben la prima vacacional, pero nunca se las cobré, y si no se las cobras, no te la pagan. Se la quedan, se la ahorran. Este año, ya hice la cuenta y dije: «me tocan cinco o seis días, los voy a tomar». Y si no me los pagan, pues los tomo como vacaciones, porque el dinero siempre viene bien, aunque sea mil o mil 200.
Cuando me contrataron, firmé unas hojas, pero nunca me dieron copia. Ellos se quedaron con todo. Solo me dieron pantalón y camisa, pero nunca me dieron chamarra ni nada.
Mis gastos dependen de la comida y el transporte. Por ejemplo, cuando paso a comprar fruta, dependiendo de lo que compre, me gasto entre 120 y 130 pesos al día. Además, el pasaje de ida y vuelta son como 29 pesos, o 31 si tomo el transporte de la combi.
Mi salario es fijo, pero no sé cuánto exactamente, porque lo que me descuentan del banco me lo van bajando poquito a poquito. Calculo que son 3 mil 786 a la quincena, que para mí es bajo. Siempre les he dicho que no estoy de acuerdo, pero ya me cansé de pelear. Yo les exijo lo que me corresponde. Trabajo 72 horas a la semana, porque si me quedo 24 horas, solo trabajo tres días. El turno es de 12 por 6, que son 72 horas.
Aunque dicen que te pagan doble por el trabajo extra, a nosotros no nos pagan días festivos. Es normal, no nos dan nada extra. Tal vez sea necesario hacer un sindicato de seguridad, para que las empresas nos dejen de «matar» tanto con estos turnos tan largos.
A veces me llaman en mis días libres, como ayer, que estaba descansando y ya me estaban marcando para abrirle a alguien. Me piden que me quede, por ejemplo, para ir al seguro, tengo que meter un doblete. A veces tengo que cubrir turnos extras que me deben, y como no me los pueden pagar, me los cuentan como vacaciones.
Mi tiempo libre es solo el domingo. Me dedico a descansar, aunque si tengo que hacer algo como ir a comprar, voy. No me gusta salir mucho, prefiero quedarme en casa, viendo la tele o usando el celular.
A mis amigos los veo solo cuando hay reuniones o algo especial. A veces, cuando hay partidos de fútbol, me meto a jugar, aunque hace más de 20 años que no jugaba. Después de jugar, es común que comparta un refresco con los amigos.
El resto de la semana, si tengo que ir a algún evento o compromiso, trato de organizármelo con mi salario. Ya no gasto tanto en transporte, ahora tomo el RTP y ahorro un poco.
Recientemente, ahorramos algo porque ya no estamos tan metidos en préstamos grupales, esos donde te cobran un porcentaje para juntar dinero. Antes, sin eso, era difícil juntar algo, pero ahora ya podemos ahorrar un poco más.
A veces, los fines de semana, voy a fiestas o a eventos como los de la fiesta de San Andrés, o de la Virgen. Aunque no siempre puedo ir porque me toca trabajar. A veces trato de negociar con mis jefes para que me den días libres y los cuente como vacaciones, porque ya no me las pueden pagar.
En cuanto a mi familia, mi esposa trabaja en limpieza y me ayuda con la casa. Ella también gana poco, solo 550 pesos por los dos días que trabaja. Mis dos hijos grandes ya no viven con nosotros, pero tengo una hija de 13 años. Yo le entrego casi todo mi salario a mi esposa para que cubra los gastos de la casa. Yo solo me quedo con lo necesario para el transporte y algo para la comida, como la fruta y el pan.
Aunque la vida no es fácil, hemos aprendido a hacer muchas cosas. Por ejemplo, antes sabíamos hacer piñatas, y ahora, de vez en cuando, me toca hacer carnitas o barbacoa para algún evento. Aunque no es seguido, siempre me ofrecen echar una mano. Recientemente, me tocó preparar barbacoa para unos 15 años, y salió bien, no quedó dura. Eso es algo que he aprendido, porque de hambre no me muero.
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