¡A la guerra contra los plásticos!

21 enero, 2020

La primera parte de la guerra contra los plásticos está ya en marcha. Ahora el gobierno de la Ciudad debe hacer un esfuerzo para que los ciudadanos nos sumemos a ella

@eugeniofv

La Ciudad de México ha emprendido -¡al fin!- la guerra contra los plásticos de un solo uso, y eso es una estupenda noticia. La primera batalla, la de la prohibición de las bolsas de plástico, empezó el 1 de enero pasado, y le seguirá un segundo frente que se abrirá el año que viene, cuando se prohíba otra larga lista de productos, como los cubiertos o los vasos de plástico desechables. En estas primeras semanas se han escuchado -además de las manifestaciones de apoyo y de algunas confusiones- muchas afirmaciones que mienten con la verdad, como las que se refieren a los análisis de ciclo de vida. Después de analizarlas, a nadie le quedará duda de que, si queremos seguir viviendo en la ciudad y en el planeta, esta guerra habrá que darla sin titubeos ni tibiezas.

El impacto de las bolsas de plástico en el medio ambiente y en los servicios urbanos es terrible, y va desde provocar y empeorar las inundaciones en las ciudades al tapar las alcantarillas, hasta poner en riesgo a la vida marina, y eso sin tomar en cuenta el impacto que tienen las materias primas que se requieren para producirlas. El problema es que los análisis de ciclo de vida de las bolsas de plástico se han fijado exactamente en lo contrario -en los aspectos de la producción y parte del tiempo para regresar al ecosistema, dejando fuera el impacto que tienen las bolsas en tanto basura. Por eso, cuando se citan dichos análisis -y tanto más si se los cita parcialmente, como han hecho tanto los representantes de la industria del plástico en estos últimos meses- se miente con la verdad.

Es cierto que según algunos parámetros las bolsas de plástico tienen mejores resultados que sus alternativas, pero para que realmente tuvieran poco impacto ambiental, habría que usarlas al menos diez veces, y eso es prácticamente imposible. Las bolsas un poco más gruesas, las de plástico de alta densidad, son un poco menos dañinas, sobre todo cuando se las usa como bolsas de basura. Sin embargo, las ventajas de prohibirlas ambas aparecen con toda claridad cuando se toma en cuenta su potencial para convertirse en basura, especialmente en basura marina. 

Un estudio reciente usando datos de España -que tiene, presumiblemente, mejores sistemas de recolección de basura que México- hizo exactamente eso, y encontró que gran parte de los estudios de ciclo de vida de las bolsas de plástico y sus alternativas no toma en cuenta ese potencial, lo que provoca resultados muy contraintuitivos. Al incluir un indicador que los autores construyeron para tomar en cuenta que las bolsas al final serán basura y nada más, los resultados van en sentido contrario a los análisis anteriores, y se parecen a lo que todos pensamos: un producto que no se degrada más que después de varios siglos tiene que ser mucho peor que uno que se degrada en cuestión de semanas o meses. 

Por otra parte, la industria del plástico sostiene que las medidas aprobadas por el Congreso de la Ciudad de México llevarán a la pérdida de 25 mil empleos, y sus dirigentes han afirmado que “el problema no se soluciona con ataques o prohibiciones”, pero en eso también se equivocan. Es cierto que las medidas que ha emprendido la ciudad -junto con la prohibición de “tenedores, cuchillos, cucharas, palitos mezcladores” y otros cubiertos, platos y utensilios de comida, que entrará en vigor en 2021- afectarán a la industria y sus economías, pero ni es cierto que desaparecerán de golpe, ni es cierto que se quedarán sin alternativas: lo más probable es que empiecen a surgir varios miles de empleos en la industria de los desechables biodegradables, de los productos reutilizables y otras alternativas. 

La primera parte de la guerra está ya en marcha. La segunda llegará en menos de un año. Ahora el gobierno de la Ciudad debe hacer un esfuerzo para que los ciudadanos nos sumemos a ella, informándonos a cabalidad y con prontitud sobre los potenciales impactos, sobre las alternativas, sobre qué podemos hacer. En eso, urge que se emprenda un esfuerzo de comunicación y didáctica de gran envergadura, y olvidar esta decisión que ha hecho a la administración de la doctora Sheinbaum prescindir de una herramienta tan importante.

Contra los plásticos no hay que tener ni piedad ni miramientos: tienen que acabarse, y vamos por buen camino para lograrlo. 

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Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.