13 mayo, 2022
“A los normalistasrurales nos han robado la memoria. Lo han hecho intencionalmente, nos han hecho olvidar”. Así lo advierte el profesor normalista Hallier Morales Dueñas, a cien años de la primer anormal rural en el país. Él habla de las fortalezas de las escuelas y hace un diagnóstico de estas pedagogías enfocadas a los hijos de las personas más pobres del país.
Texto: Daliri Oropeza Álvarez
Fotos: Cortesía profesor Hallier Morales
CHOLULA.- “A las normales rurales y normalistas nos robaron la memoria”. Hallier Morales Dueñas es investigador y profesor de la Escuela Normal Rural General Matías Santos Ramos, en San Marcos, Zacatecas. Para él, es una experiencia inigualable ser egresado de una normal rural.
Es un profesor que ha procurado la memoria de las pedagogías del normalismo rural y ha rescatado a autores profesores que de igual manera dejaron relatos de lo que esto significa, como José Santos Valdés. Sus investigaciones, de frente a los 100 años de la primera normal rural, resultan fundamentales para entender el futuro de estas instituciones, y si son necesarias o no. Por eso acepta la entrevista.
Es de la generación 2004-2008. Su familia es egresada también de San Marcos y de la Normal Rural de Cañada Honda. Originario de Villa Hidalgo, municipio vecino de la escuela. El profesor Hallier se inspiró en esta tradición familiar para también dedicarse al normalismo rural.
Ha dedicado su profesión a la memoria del normalismo rural. Incluso, actualmente resguarda el archivo de las organizaciones estudiantiles de la Normal de San Marcos. Un esfuerzo de memoria que destaca por tener para consulta un archivo, además del institucional.
Hubo alumnos que dudaron de poner todo lo que producen como organizaciones, convocatorias y documentos de firmas. Sin embargo, para el profe Hallier, hay un valor único de las experiencias para transmitir a las siguientes generaciones de normalistas que lleguen a estudiar.
De acuerdo con el profesor, las normales merecen un reconocimiento y una reivindicación como instituciones, pues son forjadoras del país. El centenario es un motivo de reflexión, memoria y conciencia histórica, además de un festejo, asegura el investigador.
Es integrante del seminario de investigación histórica Centenario de las Normales Rurales: Procesos, miradas y latitudes (1922-2022). Su expertis sirve para proyectar un eje articulador en la reflexión sobre la historia y futuro de las normales rurales que cumplen 100 años.
—¿Cual es una peculiaridad de estudiantes normalistas?
—De San Marcos, es una experiencia inigualable ser estudiante de la Normal Rural zacatecana.
“Al estar interno en una escuela, se convierte en un espacio de construcción de una nueva familia, de tu entorno, de una nueva red. Eso es lo más peculiar de los normalistas rurales.
“Tejemos relaciones que no se rompen, que con los años, después de que egresas, te van conectando con compañeros de otras generaciones. Por lo cual afirmamos que somos una familia extendida. Una familia de identidad, que comparte historia, símbolos, idearios, una manera de comprender el mundo».
—¿Cómo se comunican esa historia llena de símbolos e idearios del normalismo rural?
—La manera en que me vinculo con la historia del normalismo rural, es en cuarto grado. En las charlas que doy de las investigaciones sobre normalismo comento que ha sido accidental llegar aquí. Mi testimonio es una reflexión en torno a una invitación: el estudiante de normales rurales no tiene un espacio formativo para entender la historia del normalismo rural.
Al ser estudiantes, aprendemos la historia de estas escuelas a través de la experiencia. Pero no hay un espacio de reflexión. En la misma organización estudiantil hay círculos de estudio. [Pero] en el terreno de la Historia son muy elementales.
Un día que estaban depurando material de la biblioteca de la normal, encuentro que iban a tirar el tomo uno de las obras completas del profesor José Santos Valdés. Por curiosidad la portada me cautiva y cuando revisé el contenido, vienen leyendas que me atrapan; como ‘Educación democrática’, y habla de que el maestro debe tener clara conciencia de clase. Una pretensión de transformación social. Un compromiso moral, ético con las comunidades, con la sociedad. Tener una posición política, incluso, en el terreno de la vida pública.
Esas son reflexiones que en la normal, en mi tiempo como estudiante, no se tocaban. Había una especie de asepsia de qué era lo académicamente permitido, aceptado.
La escuela obedecía lógicas nacionales, profundizar en la formación de los estudiantes en el terreno didáctico, en el terreno pedagógico, pero hoy puedo afirmar que dejaban fuera esta gran riqueza que es es esa construcción pedagógica que nos legan los pioneros, las propias escuelas, con esta riquísima historia de construcción de un perfil docente en lo rural.
En 2006, fue un año muy caldeado con la APPO en Oaxaca, la gira de la Otra Campaña llegó aquí a San Marcos. Era un ambiente para mí como joven, muy interesante. Intelectual y en el activismo estudiantil muy cargado de emociones. Un momento inigualable ahí fue donde la normal fue más significativa para mí. Sentí una libertad que no puedo comparar con ningún momento de mi vida. Y todo esto se conjuga con las reflexiones y el acercamiento a la obra del maestro Valdés.
—¿Por qué estudiar la historia del normalismo rural?
—He tratado de estudiar lo que este profesor Valdés hizo. Lo que escribió. Y entre más lo leo, entre más lo estudio, más me convenzo de la necesidad de construir una identidad del normalista rural anclada a lo histórico.
“Coincido con una sentencia contundente: A los normalistas y las normales rurales nos han robado la memoria. Lo han hecho intencionalmente, nos han hecho olvidar.
“Escuchamos consignas de elementos del pasado inmediato, reciente de estas escuelas. Encontramos referentes. Hay una consigna que dice ‘A las normales rurales las quieren desaparecer’. Esto no viene del vacío. Viene de un tratamiento sistemático que encuentro en la historia de las normales en los sesenta, setenta [del siglo pasado]. Pero no nace ahí, la consigna viene desde el nacimiento propio de estas escuelas”.
—¿Que fueron las normales rurales en su nacimiento? ¿Qué son ahora?
—Las normales fueron y siguen siendo una institución pionera de oferta de estudios pionera para el hijo de campesinos, de obreros, de sectores desprotegidos, que encuentran una oportunidad de estudiar en estas escuelas. Esto hay que dejarlo claro. Esa parte no se ha desdibujado desde hace 100 años. Tal vez ahora, con más fortalezas.
“Ha habido un esfuerzo por parte de estudiantes y un buen sector de maestros que a lo largo de la existencia de estas escuelas, se han encargado de fortalecerlas. La característica que les ha acompañado es la carestía, la precariedad. Eso ha estado ahí como punto común y compartido por las normales rurales, Eso nos obliga ver cómo nacen.
“Como el caso de Tacámbaro, la cuna de Tiripetío. El maestro Jose Santos Valdés nos da un referente pedagógico de cómo está el normalismo desde 1922 a 1984. Describe a Tacámbaro como ‘una escuela que nació pobre, con todas las necesidades imaginables, sin internado, sin becas o sueldos para profesores, pero con un gran ejemplo de dignidad, arropada por la comunidad.Con maestros que con su entusiasmo lograron poner de referente a esta escuela, como una normal que se construye desde abajo.
“Así nace hace 100 años, y se convierte en el referente. La precariedad, la pobreza de estas escuelas es la característica con la que nacen. Nacieron como proyecto que cursó su vida cotidiana con lo mínimo indispensable.
“El mismo Jaime Torres Bodet lo reconoce en su primer periodo como secretario de Educación. ‘El caso más trágico y lamentable de la Educación Pública son las normales rurales’. ¿Por qué lo dice? Porque no tienen lo mínimo para llevar a cabo sus actividades. Para qué hablar de laboratorios cuando no tienen herramientas de labranza, ni siquiera alimentación suficiente para sus estudiantes.
“El maestro Valdés, que es el gran constructor del normalismo rural, el referente que nos permite entender el proyecto como es. No como pedagogías aisladas. Porque hay una tendencia a entender el normalismo rural como las regiones, desde las escuelas”.
El profesor Valdés es una ventana para entender un proyecto. Y él da la prueba fehaciente de esta característica –la precariedad–:
“Escuelas normales sin luz eléctrica, sin agua potable, sin terrenos o tierras para trabajarlas, y sin edificios o instalaciones. Escuelas que parecieran improvisadas, y a pesar de todo, el Estado dijo: ‘va. Si es la educación que quieren, ahí va.’ Pero, en la adversidad, el maestro Valdés hacía esa crítica: son escuelas pobres, para pobres. Así nos tratan. Y él lanzaba esas consignas en sus libros: se gasta más el Estado en alimentar a un caballo del ejército que en alimentar a un estudiante de una normal rural”.
Las demandas que hacen los estudiantes, gran parte desde la FECSM, son mejoras al internado, mejora en la alimentación, mejora en instalaciones académicas, plantas completas de profesores. Normalmente son cosas básicas que ni siquiera deberían estar en las mesas de negociación.
—Con esas características, ¿les ves futuro a estas escuelas?
—Claro. Entre las 263 normales públicas que hoy están en el territorio nacional hay 16 estrellas solitarias que tienen una vitalidad tremenda. No lo digo por el tema mediático negativo contra las escuelas. Lo digo porque he visto, y a través de estudiar la composición, los retos que tienen las rurales frente a otras escuelas del normalismo, y es de las instituciones que tienen mucha más proyección a futuro.
—Entiendo. Me gustaría que ampliara, profe, tomando en cuenta que la composición del país ya no es como antes, hay menos campesinos, y la ruralidad también es distinta…
—Es que se tiene que discutir cuál es la ruralidad del siglo XXI. Ya la ruralidad con la pobreza, la marginación como la segunda tercera década del siglo XX ya no es la misma. ¿Quién cuestiona eso?
“Hoy tenemos ocho tipos de escuelas normales. Y lo hemos discutido entre colegas profesores: Una normal benemérita y centenaria, una experimental, una rural, ¿permitirían que les quitáramos el adjetivo que las caracteriza?, finalmente todas son normales. Ninguna lo permitiría.
“Las rurales forman con un perfil específico, desde lo curricular. Se pasa por alto que desde 1942, les quitaron un plan de estudios especializado para el medio rural. Antes recibían clases de legislación agraria o agrícola, topografía, producción agrícola de la tierra, estudio de las plantas, cosas que son asignaturas que no están en las escuelas urbanas. Estudiar el mundo social del campo.
“Tenemos 82 años transitando con planes de estudio que trataron de cercenar esa parte que define el adjetivo ‘rural’ de las normales y el maestro. Pero justo eso no han perdido, la identidad del tipo de escuelas, del a quién se deben, la defensa de la escuela pública, del artículo tercero constitucional. La mirada.
“Estas escuelas tienen una pretensión para un sector social de la población. Seguimos reiterando que estas escuelas son para hijos de pobres. Gracias a estas escuelas, muchos tuvimos la oportunidad de llegar a ser lo que hoy somos.
“Transformamos la vida de nuestras familias, de nuestras comunidades. Siempre con una mirada social, una identidad clara de clase. Eso es algo que le da vigencia a estas instituciones. Yo no veo de ninguna forma en el horizonte que se atrevan a desaparecerlas. Eso no significa que no lo intenten.
“No debemos ser ingenuos, que los gobiernos de perspectiva conservadora, lo primero que quieren es quitar estas instituciones. Reduciendo la matrícula, retrasando la convocatoria de ingreso, recortando el personal de tiempo completo. La amenaza es latente.”
—¿Qué han cultivado las normales que las vuelven necesarias en el futuro?
—La propuesta de las normales es viable y fértil.
“La demanda histórica es que se les dote de la capacidad de formar aún más a un maestro o una maestra más allá del ámbito del aula. También es una demanda nacional. Grandes educadores y pedagogas denuncian que el maestro no tiene por qué acotarse a los muros del aula.
“Eso de manera extraoficial, la Normal Rural lo ha cultivado. Son de las pocas escuelas que pueden ofertar el tipo de educación que aquí se da. porque aquí eres estudiante 24/7.
“Hay la posibilidad de formar un estudiante académicamente sólido, con mirada crítica, con habilidades deportivas, de cultivo, del campo porque tenemos tierras. Además hay una formación política donde los mismos estudiantes forman una identidad, un sentido de independencia, de autonomía, de liderazgo, que pocas pueden presumir de ofertar esto.
“Las condiciones las ofrece la normal rural.
“Le ha faltado que el Estado mexicano vuelva a reconocer que son escuelas con internado. Hay que enfatizar. No reconocen que estas escuelas desde 1922 son internados. Y quieren circunscribir a estudiantes y maestros a jornadas que viven otras normales que no tienen internado.
“Aquí están mañana tarde y noche. Eso te da posibilidades amplias porque aquí se construye una perspectiva comunitaria o de comunalidad. Eso las hace únicas, diferentes para bien. Hay un potencial enorme que no se reconoce.”
—¿Qué diagnóstico tienes de las normales rurales en su centenario?
—El centenario del normalismo rural es un corte de caja, de los actos, los resultados, los retos que se han tenido que enfrentar. Es una oportunidad inmejorable en un proyecto educativo a luz de los grandes retos, grandes dolores que acompañan, las necesidades históricas.
“Las normales rurales hoy son escuelas sólidas. Y al mismo tiempo, han sido demasiado atacadas y vulneradas. Todos los órdenes de gobierno, el estado mexicano, han revictimizado a las normales rurales y a los estudiantes.
“Por una parte les hacen reconocimiento, y por el otro les dan con todo con el sector judicial. Hay una larga y lamentable cadena de circunstancias, agresiones, sobre todo a los estudiantes que no se puede pasar por alto. Pienso en los jóvenes que apresaron de Mactumactzá. Cárcel de alta seguridad por una manifestación.
“Eso habla del grado de naturalización de la violencia y del trato judicial encima de lo pedagógico que dan a las normales rurales. Porque la autoridad no quiere reconocer que estas escuelas no son como las demás. Y no es porque pidan privilegios. Su posibilidad pedagógica es más amplia.
“Hay la necesidad de hacer un diagnóstico de la historia de estas escuelas. Antes los llamaban nidos de comunistas, ahora los llaman centros de delincuentes.
“Hay una cadena que podemos rastrear en los cuarenta, sesenta; el latigazo que es la guerra de baja intensidad contra las normales rurales, que se materializa en la reforma de 1969. Eso en realidad fue una intervención del estado abierta, decía el maestro César Navarro.
“Por eso insisto en que nos han robado la memoria a estas escuelas. Esa reforma la ejecuta la policía judicial, con el ejército y en compañía de la Dirección Federal de Seguridad (DFS). Tengo testimonios de estudiantes que vivieron eso en Tamaulipas, pero se reproduce en Guerrero, o en cualquier estado.. en fin.
“Y yo digo, cómo llegamos al centenario y eso no está en el horizonte. Porque oficialmente pareciera que acompaña la política de censura de los 60s. olvidar, porque si lo tienes presente, justamente lo reivindicas.
Yo veo salud en las escuelas. Pero veo la necesidad de acrecentar esa mirada hacia la conciencia histórica.
“Tenemos una percepción que el estado ha sido violento, agresivo. Se ha convertido en adversario de las normales rurales, pero todo eso descansa en nuestra experiencia. Porque yo creo que a todos nos tocó alguna represión en algún momento. O algún tipo de movilización estudiantil. Porque ese ha sido el tratamiento.
“Estas escuelas, en el marco de su centenario, necesitan recuperar su memoria, reivindicarla. Tenemos una historia para sentirnos orgullosos; en mi experiencia como estudiante, la mala publicidad me hacía sentir vergüenza de lo que representábamos. Como si lo que representábamos fuera malo, aunque no hiciéramos nada.
«Ahora lo que falta es pensar nuestra historia, recuperarla, reivindicarla, recuperar a nuestros grandes maestros y maestras que con entrega, lograron forjar un proyecto que vale la pena rescatar. Ahí están los pioneros del normalismo mexicano.
«No hay una comunidad rural de Zacatecas donde no haya pisado un normalista egresado de San Marcos. El testimonio de las comunidades es favorable. Y eso mismo encontramos en cualquier lugar donde hay normalistas rurales.
«Los normalistas rurales se han entregado socialmente, ellos no escriben su historia, esa nos toca recuperarla a cada quien desde nuestras escuelas rurales.
«Esos testimonios contrarrestan las narrativas violentas que naturalizan el uso de la fuerza contra las escuelas normales rurales.
«Las normales rurales tendrán que ver el horizonte que tienen, le futuro que les espera, pero de la mano de la historia que les ha permitido ser lo que hoy son. Merecen un reconocimiento, una reivindicación como instituciones porque han forjado al país.
—¿Cuál es la invitación en este centenario?
—El centenario nos obliga a reflexionar sobre el normalismo rural. Una invitación que yo haría a la comunidad del normalismo rural es a pensar su historia, a sentirnos orgullosos de ella a pesar de los dolores. Han sido los esfuerzos de muchas generaciones, sacrificios, vidas de entrega, lo que permiten que hoy las normales rurales que siguen de puertas abiertas recibiendo estudiantes, lleguen hasta ahora.
“Es importante no quedarnos en pensar el centenario como fecha de festejo. Es indispensable pensar en la conmemoración. En tener memoria de cómo se ha construido ese proyecto de la escuela pública mexicana gracias a muchos anónimos que merecen que los tengamos presentes en nuestras narrativas. Un sentido de reivindicación y darles un lugar en el presente”.
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