En Querétaro, la contaminación lumínica generada por la expansión de la mancha urbana ha puesto en riesgo una de las zonas de observación astronómica más aptas en México. Ante esto, un grupo de aficionados a la astronomía promueven iniciativas locales para evitar la pérdida de los cielos oscuros
Texto: Alejandro Ruiz
Foto: Pexels
QUERÉTARO.- No es algo nuevo. Desde tiempos antaños la humanidad se ha intrigado por lo que pasa en el cielo. Mirar las estrellas, y buscar en ellas sentido al orden terrenal de nuestra existencia; parece algo inherente a nuestra especie.
Muchas culturas, pueblos y naciones lo confirman. Por ejemplo, en Mesoamérica, así como en Aridoammerica, los pueblos construyeron decenas de centros ceremoniales que también eran observatorios astronómicos para interpretar el universo.
La arquitectura milenaria también da cuenta de eso. Pirámides alineadas a los astros, y ciudades enteras que simulaban el curso del universo no son casualidad. Del mismo modo las danzas que simulan el movimiento de planetas, rocas y estrellas son otro reflejo de nuestra relación con el Universo.
Ya lo decía Carl Sagan: Somos polvo de estrellas. Y tal vez, a veces, estos cuerpos celestes nos recuerdan que nuestra existencia es ínfima cuando levantamos la mirada y vemos el universo moverse frente a nuestros ojos.
Lamentablemente esta capacidad de asombro se encuentra amenazada en nuestros días. Hoy, las estrellas han sido sustituidas por focos; y las grandes constelaciones, por una mancha de luces artificiales que, paradójicamente, ensombrecen el cielo y lo que el universo nos muestra.
Ricardo Soriano es un entusiasta de la astronomía. Desde hace un tiempo, junto con un amigo ha impulsado Astronite, un grupo ciudadano en Querétaro que pretende crear conciencia de los efectos de la contaminación lumínica para la observación astronómica.
Él narra que México es un país privilegiado; pues la diversidad de climas y orografía generan las condiciones perfectas para la observación astronómica en algunas regiones. Una de esas zonas es el Bajío.
“El clima de la zona del Bajío es seco en su mayor parte del año; eso permite que no se generen muchas nubes en el cielo. Es en esta zona donde empieza el semidesierto, y el cielo puede observarse la mayor parte del año; esto a diferencia de otras zonas como la Ciudad de México o Chiapas; donde aunque no hubiera tanta contaminación lumínica la alta concentración de humedad muchas veces no te va a permitir un cielo adecuado”, dice Ricardo.
Pese a esto, en Querétaro hay un riesgo de perder estas zonas de observación astronómica. El motivo: La expansión de la mancha urbana y el uso de luminarias inadecuadas en la zona metropolitana.
Ricardo explica que, debido al tipo de luces que se usan en Querétaro, hay un alto grado de contaminación lumínica. Sin embargo, a diferencia de otros recursos naturales como el agua o el suelo, el cielo puede recuperarse fácilmente si se toman las medidas adecuadas.
“El cielo oscuro está declarado como un recurso natural. La capacidad de desarrollar o trabajar con este recurso, como con cualquier otro, en algún momento podrá agotarse si no se controlan ciertas condiciones. A diferencia de muchos otros recursos donde su contaminación o el mal uso tarda mucho en recuperarse, en el cielo es muy distinto. Y es que todas las lámparas del sistema de iluminación de un municipio o de una zona industrial reciben mantenimientos, y si en éstos se cambian los tipos de luz o luminarias, el efecto es inmediato”.
No obstante, los gobiernos municipales y estatal en Querétaro no han prestado atención. A pesar de que en octubre de 2021 la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (LGEEPA) estableció que las entidades federativas deberían de revisar criterios para evitar la contaminación lumínica.
Uno de los problemas que Ricardo ha identificado es que aunque la LGEEPA ha establecido criterios federales, en los ordenamientos estatales, particularmente el de Querétaro, no hay mecanismos que aseguren su implementación.
Si bien, en diciembre de 2021 el congreso del estado publicó una serie de reformas que van en sintonía con lo expuesto en el ordenamiento federal, hay muchos puntos que entran en contradicción, explica Ricardo.
Por ejemplo, no marca directrices específicas respecto al tipo de luminaria que se debe usar; la cual, de acuerdo con la información recopilada por Astronite, debe ser luz ámbar, no blanca, y de tipo cobra.
Esta falta de orden, puntualiza, ha hecho prácticamente imposible que las autoridades regulen las empresas inmobiliarias que se expanden por la zona metropolitana “pues no queda claro a dónde dirigirse, o no se establece de manera específica un criterio para ellas”.
Ricardo es optimista, y piensa que esto se debe, en mayor medida, a un desconocimiento por parte de las autoridades. Por eso busca incidir en la política pública, a través de organismos internacionales, para concientizar a los gobernantes.
A nivel internacional existen varias asociaciones que se encargan de controlar la contaminación lumínica. Entre ellas está la International Dark Sky Association (IDA), una sociedad norteamericana que emite certificaciones para cielos oscuros.
En México sólo dos lugares cuentan con estos certificados: San Pedro Mártir, en Baja California; y Huasca, Hidalgo.
El grupo de Ricardo (Astronite), junto con la Sociedad Astronómica Queretana (SAQ) han buscado incluir dentro de estas certificaciones a Querétaro. Esto, con el objetivo de incidir en las políticas públicas de la entidad para modificar el tipo de luz y luminaria que se usa actualmente, y proteger los cielos oscuros.
“Nosotros estamos buscando, junto con la SAQ, un acercamiento con los diferentes municipios. Puede ser con el municipio de Querétaro, Corregidora y el Marqués; todavía no hemos tocado base con ellos, pero estamos en búsqueda de eso. También lo queremos hacer para las zonas donde su cielo es perfecto, y que podrían explorar vivir de ello. Me refiero a la zona donde termina la mancha urbana; empezando por Tolimán, Peña de Bernal, Ezequiel Montes y antes de llegar a la Sierra Gorda: una zona llamada triángulo semidesértico, donde la contaminación lumínica aún no ha llegado”.
Esta zona, agrega Ricardo, es perfecta para la observación astronómica. Lo que buscan él y sus compañeros es que la mancha urbana deje de crecer para que se puedan seguir viendo las estrellas.
Y agrega que, “no solo se trata de decir que hay una industria turística creciendo, sino que evitar la contaminación lumínica también tiene un impacto en la biodiversidad”.
Esto se debe a que muchas especies, guiadas por la luz artificial, terminan llegando a la mancha urbana, confundidas y desorientadas, afectando su ciclo natural. Eventualmente estas especies mueren al salir de su hábitat.
Aunado a esto, para Ricardo la observación astronómica es una actividad que permite romper los mitos del antropocentrismo, conectar con la naturaleza y provocar reflexiones profundas sobre nuestro origen y destino como especie.
Y concluye:
“Somos, como personas, la manera en la que el universo evolucionó para entenderse a sí mismo; y si nosotros no volteamos a ver el cielo nunca vamos a saber de dónde venimos y a dónde vamos. No veríamos lo que realmente somos: un momento insignificante en una línea de tiempo inmensa”.
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
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