25 diciembre, 2021
Cada año, una media de 26 millones de personas se ven desplazadas por catástrofes como inundaciones y tormentas. Es decir, una persona se ve obligada a huir cada segundo. Son los refugiados climáticos
Texto: Baher Kamal / IPS
Foto: ACNUR
MADRID – Un poco de ficción. O tal vez no. Si las cosas siguen como van, el resultado será que un flujo masivo de migrantes crearía inestabilidad y tensiones, impactaría en los mercados globales, provocaría precios récord de los combustibles fósiles, los alimentos y todo lo demás, además de la quiebra de las grandes corporaciones financieras privadas.
Hace ya siete años, entonces director general de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), William Lacy Swing, vaticinó para IPS que el número de migrantes y refugiados climáticos podría alcanzar los 1000 millones de seres humanos en el año 2050.
Este escenario bien podría hacerse realidad dado el rápido crecimiento de la emergencia climática.
¿Qué harían entonces Europa, Estados Unidos y otros países ricos? ¿Alimentarán sus políticos -y la creciente extrema derecha- una vez más el miedo a la “invasión” de migrantes y refugiados, diciendo que entre ellos hay criminales y terroristas, que ocuparán las casas de los ciudadanos honrados, que les quitarán todos sus trabajos, que violarán a sus hijas y, en consecuencia, tendrán que militarizar sus fronteras?
¿Los enviarán a terceros países a cambio de algo de dinero, como ya ocurre en el caso de la Unión Europea (UE) con Turquía? ¿O simplemente los obligarán a volver a sus países de origen, de los que han tenido que huir debido a las inundaciones, tormentas, tsunamis y hambrunas, provocadas por una catástrofe climática que ellos no han generado?
La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) afirma que el cambio climático es la crisis definitoria de nuestro tiempo y el desplazamiento por catástrofes es una de sus consecuencias más devastadoras.
“Las poblaciones de todo el mundo ya están sufriendo los impactos, pero las personas vulnerables que viven en algunos de los países más frágiles y afectados por los conflictos suelen verse desproporcionadamente afectadas”, indica.
Los refugiados, los desplazados internos y los apátridas se encuentran en la primera línea de la emergencia climática, informa, y añade que muchos viven en «puntos calientes» del clima, donde normalmente carecen de recursos para adaptarse a un entorno cada vez más hostil.
Acnur insta a todos los países a combatir los impactos crecientes y desproporcionados de la emergencia climática en los países y comunidades más vulnerables, en particular los desplazados y sus anfitriones.
Una persona se convierte en desplazada forzosa cada dos segundos debido a consecuencia de conflictos o persecuciones. A mediados de 2021, su número ya alcanzaba los 84 millones. Además, había 10 millones de apátridas, la mitad de ellos menores de 18 años.
Casualmente, la mayoría de sus países de origen están también entre los más afectados por la pobreza y la emergencia climática.
“La crisis climática es una crisis humana. Impulsa los desplazamientos y hace más difícil la vida de quienes ya se han visto obligados a huir”, explica la agencia de la ONU.
Los impactos del cambio climático son numerosos y pueden tanto desencadenar desplazamientos como empeorar las condiciones de vida o dificultar el retorno de quienes ya se han desplazado.
Los limitados recursos naturales, como el agua potable, son cada vez más escasos en muchas partes del mundo que acogen a refugiados. Los cultivos y el ganado luchan por sobrevivir cuando las condiciones son demasiado calurosas y secas, o demasiado frías y húmedas, lo que pone en peligro los medios de subsistencia, añade Acnur.
En esas condiciones, el cambio climático puede actuar como un multiplicador de amenazas, exacerbando las tensiones existentes y aumentando el potencial de conflictos.
“Los peligros derivados del aumento de la intensidad y la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, como las lluvias anormalmente intensas, las sequías prolongadas, la desertificación, la degradación del ambiente o la subida del nivel del mar y los ciclones ya están provocando que una media de más de 20 millones de personas abandonen sus hogares y se trasladen a otras zonas de sus países cada año”, asegura.
Sobre esto, el Pacto Mundial sobre los Refugiados, aprobado por abrumadora mayoría en la Asamblea General de la ONU en diciembre de 2018, aborda directamente esta creciente preocupación. Reconoce que “el clima, la degradación del medioambiente y las catástrofes interactúan cada vez más con los motores de los movimientos de refugiados”.
“Necesitamos invertir ahora en la preparación para mitigar las futuras necesidades de protección y evitar más desplazamientos causados por el clima. Esperar a que se produzca una catástrofe no es una opción», remarca Filippo Grandi, alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
Hace más de cinco años, en julio de 2016, IPS informó que, de hecho, “cada segundo, una persona es desplazada por un desastre”, mientras que el Consejo Noruego para Refugiados (NRC, en inglés), con sede en Oslo, puntualizó que solo en 2015, más de 19,2 millones de personas tuvieron que huir de los desastres en 113 países.
“Las catástrofes desplazan entre tres y 10 veces más personas que los conflictos y las guerras en todo el mundo”, determinó entonces IPS.
Cada año, una media de 26 millones de personas se ven desplazadas por catástrofes como inundaciones y tormentas. Es decir, una persona se ve obligada a huir cada segundo.
Aunque todavía no se basan en proyecciones científicas definitivas, la velocidad demostrada con la que se ha producido el proceso de cambio climático, podría conducir a un escenario de este tipo para el año 2050. De ser así, uno de cada nueve seres humanos se desplazaría para entonces, añadió.
Por su parte, la OIM prevé que en 2050 haya 200 millones de migrantes ambientales, que se desplazarán dentro de sus países o a través de las fronteras, de forma permanente o temporal. Muchos de ellos serían habitantes de poblaciones costeras.
En su entrevista con IPS, el exdirector general de la OIM, William Lacy Swing, explicó que las crisis políticas y las catástrofes naturales son los otros grandes motores de la migración actual.
Nunca hemos tenido tantas emergencias humanitarias complejas y prolongadas que se produzcan simultáneamente desde África Occidental hasta Asia, con muy pocos puntos intermedios que no tengan algún problema.
Otra advertencia proviene de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), que estima que unos 135 millones de personas pueden verse desplazadas para 2045 como consecuencia de la desertificación.
Hasta 12 millones de hectáreas de tierras productivas se vuelven estériles cada año solo a causa de la desertificación y la sequía, lo que supone una oportunidad perdida para producir 20 millones de toneladas de grano, añade la Secretaría de la Convención, con sede en Bonn.
Mientras tanto, el aumento de las sequías y las inundaciones repentinas, que son más fuertes, frecuentes y generalizadas, está destruyendo la tierra, el principal almacén de agua dulce de la Tierra, según la CNULD.
Las sequías matan a más personas que cualquier otra catástrofe relacionada con el clima y los conflictos entre comunidades por la escasez de agua se están acelerando. Más de 1000 millones de personas no tienen hoy acceso al agua, y la demanda aumentará 30 % para 2030.
África es especialmente vulnerable, ya que más de 90 % de su economía depende de una base de recursos naturales sensibles al clima, como la agricultura de subsistencia de secano.
Si no cambiamos la forma en que gestionamos nuestra tierra, en los próximos 30 años podemos dejar a mil millones o más de personas pobres y vulnerables sin más opción que luchar o huir.
Por su parte, la Fundación para la Justicia Medioambiental (EJF, en inglés) informa de que los fenómenos meteorológicos extremos, desde las inundaciones y las tormentas hasta las olas de calor y la sequía, ya desplazan a unas 41 personas cada minuto y, a medida que las temperaturas sigan aumentando, los fenómenos climáticos extremos empeorarán, el nivel del mar subirá y los más vulnerables del mundo se llevarán la peor parte.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) informa de que el mundo produce suficientes alimentos para alimentar a todo el mundo y, sin embargo, unos 800 millones de personas padecen hambre. Es decir, una de cada nueve personas, o 60 % de ellas son mujeres.
Además, cerca de 80 % de los pobres extremos del mundo viven en zonas rurales. La mayoría depende de la agricultura.
El hambre mata a más personas cada año que la malaria, la tuberculosis y el sida juntos.
Y lo que es más importante: «Ningún otro sector es más sensible al cambio climático que la agricultura», destaca la FAO.
Las causas de los desplazamientos masivos se suman a la creciente crisis climática, que evidentemente aumentará en gran medida el número de migrantes y refugiados.
No importa si serán mil millones, 500 millones o incluso 100 millones. Son seres humanos y víctimas de circunstancias que no han creado. ¿Qué harán los países ricos al respecto?
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