19 noviembre, 2021
Los crímenes motivados en razón de la orientación sexual serán penados en Quintana Roo, lo que no ocurrió en los 33 asesinatos cometidos a personas LGBT+ previamente en ese estado. Esto se debe al empuje entre varios activistas. Entre ellos Edwin, quien ha sido seleccionado como uno de los seis vocales del Comité Directivo de Amnistía Internacional México
Texto y fotos: Ricardo Hernández
CHETUMAL, QUINTANA ROO.- Angustiado por lo que acababa de hacer, Edwin Reyes –entonces estudiante de universidad– tomó el teléfono para intentar remediarlo. Había depositado dinero a una cuenta bancaria, pero de inmediato se arrepintió, sospechó que era una estafa y llamó al número de contacto del destinatario para exigir la devolución de sus 50 pesos. El operador que contestó le explicó que no, que no era una trampa, que hablaba a las oficinas de Amnistía Internacional México y que, en efecto, había aportado a su campaña de donación. Para tranquilizarlo y como gesto de buena voluntad, le ofreció a cambio un taller sobre derechos humanos que Edwin aceptó. Ocho años y un montón de trabajo desde la sociedad civil después, aquel joven indeciso ha sido seleccionado recientemente por dicha organización para conformar su Comité Directivo.
Edwin, de 27 años, de madre docente y padre taxista y alcohólico, nació y creció en la colonia Lagunitas; y desde pequeño fue amanerado, lo que se traduce en haber sido víctima de bullying en uno de los barrios más bravos de Chetumal, la capital política de Quintana Roo, donde si no llevas el apellido correcto, el camino de vida lleva baches.
—Chetumal es una ciudad muy pequeña, muy conservadora. Yo vengo de un contexto con una madre autónoma, que sufrió violencia machista de parte de mi papá. Y cuando empecé a crecer, me sentía muy diferente, pero mi mamá siempre me decía ‘no te calles’, ‘esfuérzate’, ese tipo de discursos de mamá”— cuenta en entrevista Edwin.
Desde entonces, Edwin no ha hecho otra cosa que nombrar las injusticias y esforzarse por un Quintana Roo diferente, menos patriarcal y más inclusivo, pese al contexto y violencias que ha padecido.
Edwin, de cara redonda, cabello bien recortado, barba incipiente y sonrisa eternamente dibujada, recuerda que su primera “causa” fue el medio ambiente. “Muchi”, un profesor de secundaria, exhortó a sus alumnos a realizar una acción en contra del cambio climático. Edwin eligió caminar desde su casa hasta la escuela.
—Yo vivía hasta el fin del mundo, pero jalé a mi hermana, jalé a mi vecina y nos fuimos caminando. Llegamos super empapados de sudor (por el calor caribeño). Y yo decía que estaba padre, que iba a disminuir la huella de carbono— dice entre risas.
De la secundaria también recuerda las violencias, especialmente, el reporte que el profesor de educación física le levantó por ser “amanerado” y por “déficit de testosterona”.
Ya en la prepa disminuyeron los maltratos, pero aumentaron los problemas económicos. A los 17 años, Edwin vio todas los muebles de su casa desfilar hacia la calle. Las deudas de su madre fueron a más y se vio obligada a vender la casa.
—Nos quedamos sin nada. Fue muy fuerte porque era mi etapa de adolescencia, cuando tienes ganas de hacer cosas, y no tenía las posibilidades económicas. Además, mi papá se robó el dinero de la venta de la casa.
Fue en esa etapa cuando resintió como nunca la soledad. No es que en verdad lo estuviera, sino que fuera de casa los jóvenes de la comunidad LGBT+ como él no se hallan en los espacios públicos porque en ellos no figura nunca un gay, un trans, un intersexual; porque la sociedad los arrumba en el clóset.
—Me sentía muy solo, no veía a nadie como yo— recuerda.
Llegaron episodios de ansiedad, depresión, pensamientos suicidas, que solo amainaron hasta que irrumpió en el 2012 el movimiento estudiantil #YoSoy132, donde miles de jóvenes salieron a protestar a las calles del país, también en Chetumal. Fue la primera vez que no se sintió diferente, que había sintonía con los demás, que las personas que veía en las calles tenían intereses similares, “de querer cambiar las cosas”: la toma del espacio público como punto de encuentro. Edwin participó de forma activa en el movimiento, en marchas y asambleas.
Posteriormente, contra las recomendaciones de su madre, que quería convencerlo de que fuera docente como ella, Edwin decide cursar la carrera de Derecho en la Universidad de Quintana Roo.
—Tomé la clase de Derecho y comencé a entender que podemos usarlo para cambiar las cosas. Yo le tenía mucha rabia a mi papá y yo decía: “no quiero que ninguna otra mujer viva lo que mi mamá, cuando crezca quiero ayudar a la gente y meter a la cárcel a los violentadores”. Ese era mi sueño guajiro.
Ya en la universidad, su madre y él se mudaron a un cuartito en la casa de su abuela, de oficio intendente, en donde vivió todo el periodo universitario y en cuyo patio apenas y alcanzaba a llegar la señal de internet inalámbrico pública.
—Recuerdo que me salía, me ponía en la banqueta con mi laptop para estudiar y hacer mi tarea. Yo creo me la pasé así un año o dos porque no teníamos internet en la casa— cuenta.
Fue precisamente en una de esas tardes universitarias, cumpliendo con las tareas escolares, que buscó en internet organizaciones de derechos humanos. El primer resultado que arrojó el buscador fue Amnistía Internacional y su campaña de donación que cambió la vida de Edwin.
En aquel taller que le ofrecieron a cambio de su donación de 50 pesos, el cual formaba parte de la campaña “En mi cuerpo yo decido”, Edwin escuchó por primera vez sobre derechos sexuales y reproductivos y temas de LGBT+.
—Ahí en el taller fue cuando dije ‘wow, yo quiero esto para Chetumal’, esto hace falta —. Y lo cumple. Edwin cursa el taller y de inmediato empieza con las gestiones para que Amnistía llegue, por primera vez, a Chetumal para impartir cursos sobre derechos humanos. Y es que, aunque Amnistía cuenta con 50 años de existencia en México, su presencia en la entidades federativas fuera de Ciudad de México aún es muy reducida.
Ya con el respaldo de la organización, Edwin replica el ejercicio en varias escuelas de Chetumal. Uno de ellos fue en el Cetec, un instituto de educación técnica, del que solo se llevó malos recuerdos.
—Ese día me fue horrible, esa experiencia me marcó mucho— asevera. Y es que, en los mensajes de evaluación de parte de los asistentes, solo se leyeron insultos. —”Eres un joto”, “un puto”. Cosas muy feas ponían. Me dio mucha tristeza porque yo fui a poner un granito de arena y me insultaron.
Luego de eso, Edwin busca salir de su nicho. Aplica para una beca de intercambio académico y lo consigue, cursa un semestre terminal en la Universidad Nacional de San Juan, en Argentina, donde se inmiscuye en las luchas estudiantiles y partidistas y refrenda su interés por temas de derechos humanos.
—Es en Argentina donde yo me politizo y regreso con muchas ganas de hacer cosas.
A Edwin nunca nadie le ha regalado nada; todo ha sido fruto del arduo estudio, la tenacidad y la resiliencia. Ante la frágil situación familiar que encuentra a su regreso a México, por la muerte de su padre a causa de la cirrosis y la pérdida de apoyo económico que ello significó, Edwin decide abandonar su proyecto de tesis –sobre la trata de personas de niñas y mujeres en la frontera entre México y Guatemala– para titularse por promedio e ingresar al mercado laboral lo antes posible. En 2016 consigue su primer trabajo formal como consultor en temas de derechos humanos y paridad de género dentro de su Universidad. A la par, consigue sumarse al Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir. Es en este espacio donde conoce a integrantes del Centro Integral de Atención a las Mujeres (CIAM), organización fundada por Lydia Cacho, que por allá de 2017 buscaba facilitadores para el proyecto “Empoderamiento para jóvenes para prevenir el embarazo adolescente”. Edwin postula y es Naivy Mazariego, responsable del reclutamiento, quien se interesa por su perfil y lo selecciona, de entre 50 aspirantes.
—Él llegó a la entrevista con un bagaje importante en temas de feminismo y derechos humanos. Era muy raro que un hombre tan joven conociera estos temas y tuviera posturas tan firmes. Entonces, yo fui la afortunada de hacerle la entrevista y aceptarlo. Y es que sí es bien nerd— cuenta Naivy, referente en la defensa de los derechos de las mujeres en Cancún.
Una vez admitido, Edwin decide doblar turno por algunos meses. Unos días los dedica a su trabajo en la Universidad, en Chetumal, y otros, a viajar más de cinco horas para cumplir con sus tareas en el programa de “Educación para la paz y la prevención del embarazo adolescente” del CIAM, en Cancún. Y en todo ese tiempo, Edwin no deja de capacitarse en Amnistía Internacional.
Ese 2017 decide renunciar a la Universidad y mudarse de manera definitiva a Cancún. Desde entonces, intensifica su activismo: participa e, incluso, protagoniza proyectos, cabildeos y programas de incidencia en políticas públicas sobre temas de prevención del embarazo adolescente, cultura para la paz y violencia de género.
Al ver el interés y capacidades del joven, “por su humildad, carisma e inteligencia”, Naivy decide en 2019 nombrarlo como coordinador de la Red Quintanarroense de Derechos Sexuales y Reproductivos de las Juventudes, que CIAM encabezaba. Al frente de este espacio, Edwin se esfuerza por unir a colectivos, asociaciones civiles y demás organizaciones defensoras de los derechos humanos en el estado para formar un frente común en contra de la reforma del PIN Parental, de la violencia contra las mujeres y en favor de las juventudes, un tema del que es pionero en el estado.
A sus escasos 25 años, Edwin ya compartía mesas de trabajo con autoridades locales y federales, a quienes siempre señalaba, con pulcra diplomacia, su incompetencia.
—Él sabe ser firme cuando se necesita. Nunca es grosero; siempre es acertado al señalar una omisión— dice Silvia Chuc, “compañera de viejas batallas” de Edwin, de quien también destaca su humildad, inteligencia y horizontalidad.
Hasta entonces, Edwin se había centrado, sobre todo, en temas de violencia de género, y había dejado de lado temas LGBT+. Para remediarlo, se adhiere a la Red Posithiva de Cancún, asociación que promueve la prevención y educación en torno a la sexualidad, donde politiza su identidad LGBT.
Con la intención de involucrarse más en el tema e impulsar acciones en pro de la comunidad, Edwin funda en enero de 2020 la organización Resilientxs, conformado, define él mismo, por un grupo de “maricas disidentes de la periferia”. A los talleres sobre derechos de las minorías, impartidos en su propia casa, continuaron estudios para conocer las necesidades y problemas de la comunidad e intervenciones en espacios públicos de diversas ciudades del estado para visibilizar la diversidad sexual.
De la mano de Resilientxs regresa a su natal Chetumal, ahora no para recibir insultos, sino para coordinar la marcha del “Orgullo gay”.
—Fue impresionante esa marcha. Recuerdo al contingente avanzar ante personas desconcertadas por ver jóvenes de la diversidad sexual en las calles, bailando, protestando. Es que Chetumal es una ciudad muy conservadora. Y receurdo mucho a Edwin en el megáfono, gritando: “Marica siempre, pero cobarde nunca”. Esa consigna causó como confusión en los demás, pero luego la adoptaron y repitieron toda la marcha—dice Silvia Chuc.
Hace poco Resilientxs desempeñó un papel trascendente para la vida pública de Quintana Roo. El 5 de junio pasado, un joven gay fue torturado, quemado y asesinado al revelar que era VIH-seropositivo en Cancún, caso que la organización dio parte a medios de comunicación. La carpeta de investigación se inició como simple homicidio doloso, pues en Quintana Roo no estaba tipificado el crimen de odio. Tras viralizarse el crimen, Edwin exigió justicia y urgió a las autoridades de los tres órdenes a homologar las leyes. Gracias a sus habilidades adquiridas durante los últimos años, Edwin hizo posible una reunión entre la Comisión de Derechos Humanos de Quintana Roo, la ONU-Derechos Humanos, Segob, Conapred, Fiscalía General del Estado y organizaciones civiles locales.
Derivado de esta reunión y por el seguimiento, cabildeo e incidencia de Edwin y otros muchos activistas más, así como del compromiso adquirido por algunos funcionarios públicos, se consiguió una reforma en la materia. Desde ahora, los crímenes motivados en razón de la orientación sexual serán penados como se debe, como no ocurrió en los 33 asesinatos cometidos a personas LGBT+ previamente en el estado, según los registros de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Quintana Roo.
Tres meses después de aquel caso y a ocho años de la llamada de reclamo que cambió su vida, Edwin fue seleccionado como uno de los seis vocales que conforman el Comité Directivo de Amnistía Internacional México.
—Mi misión es que Amnistía voltee a ver hacia el sureste— dice.
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