A tres años de que los pueblos y comunidades indígenas del CNI nombraran a Marichuy como su vocera para aspirar a la Presidencia de la república, las nuevas generaciones de su pueblo natal, Tuxpan, Jalisco, profundizan la organización y resistencia comunitaria desde su identidad, el feminismo y la medicina tradicional
Texto: Alejandro Ruiz
Fotos: Ecocinema, Alejandro Ruiz
TUXPAN, JALISCO.- Balbina está sentada junto con sus compañeras de la Casa de Salud Calli Tecolhuacateca Tochan, la misma que ella y su hermana, Marichuy, impulsan desde hace décadas en el municipio de Tuxpan, Jalisco.
De frente, la neblina del volcán de Colima apenas y deja entrever algunos de los arbustos que descienden sobre sus faldas, el sol se está poniendo sobre la plaza principal de Tuxpan, y Balbina, con una mirada que transmite calma mientras la tarde cae, comienza a narrar: “Este comité inició hace ya muchos años, inició con diferentes personas pero ya ahorita estamos con nueva gente. Todo el tiempo se ha trabajado por el rescate de la medicina natural, del conocimiento de nuestros antepasados, el rescate de los pueblos originarios, todas las costumbres y las tradiciones que tiene nuestro pueblo que originariamente se curaban a base de plantas”.
Desde sus inicios, la casa de salud dirigida por Marichuy y Balbina comenzó a trabajar sin ningún costo para los habitantes de Tuxpan, pues reconocen que el derecho a la salud es un asunto pendiente en México que se ve atravesado por el colonialismo y la inaccesibilidad para algunos sectores.
“Había personas que son de escasos recursos y no se podían curar, entonces se inició con este proyecto con esta finalidad: apoyar a las personas de escasos recursos” añade.
Para Balbina, la lucha por garantizar la salud comunitaria se entreteje con la herencia de sus ancestros, así como con la participación y formación de nuevos integrantes para que conozcan el uso medicinal de las plantas y puedan dar tratamiento a más personas.
“No solo lo hacemos aquí en Tuxpan” relata Balbina “sino también en otras comunidades como Laureles, San Juan Espanatica, Rancho Niño, y también afuera en Sierra de Manantlán, Ayotitlán; en muchos lados, eso nos ayuda para ir conociendo, rescatando y aplicando los saberes del pueblo en la comunidad”.
Dentro de la Casa de la Salud el equipo de trabajo es constante y rotativo, pues mientras algunas personas deciden dejar de participar, otras se van integrando a partir de los beneficios y el conocimiento de la medicina tradicional.
La forma en que opera, relata Balbina, es a través de comisiones y cargos que se van rotando conforme a las necesidades del espacio de salud. Unos se encargan de abrirla y limpiarla, otras personas visitan o atienden a quienes acuden al espacio.
Tal es el caso de Carlos, quien actualmente es parte del comité de 11 personas que integran Calli Tecolhuacateca Tochan, quien decide participar después de que colaborara durante muchos años en el grupo de jóvenes indígenas Yaoxocoyomenahuatl.
Carlos relata que su tránsito por Yaoxocoyomenahuatl -que en español significa jóvenes guerreros nahuas- las tareas de rescate de la cultura y tradiciones del pueblo nahua lo vincularon a participar activamente en la defensa del territorio y a mantenerse organizado.
“Es casi normal que después de estar ahí nos formáramos y empezáramos a participar en otras actividades que se traducen en la defensa de nuestro territorio, hoy son estos jóvenes quienes resisten en Tuxpan”, añade.
Actualmente Carlos y las integrantes de la Casa de Salud conforman el Congreso Nacional Indígena (CNI), y durante 2018 fueron impulsores activos de la campaña para promover a su compañera Marichuy como candidata a la presidencia.
Óscar, Antonio y Fátima actualmente participan en la dirección del grupo de jóvenes guerreros nahuas, y afirman que el motivo que les impulsa a participar es la difusión y rescate de la identidad y cultura nahua de Tuxpan.
“Somos alrededor de 15 a 20 jóvenes, y salimos a bailar las danzas de Tuxpan, la danza del chayacate, del sonajero, del paixtles, de los moritos, y muchas otras. Algunas veces nos invitan a bailar afuera y es una forma de dar a conocer qué tiene Tuxpan”, relata Óscar, quien actualmente preside el grupo a sus 26 años.
Para estos jóvenes, que no rebasan los 28 años, la importancia de reivindicar su identidad indígena es fundamental para combatir el racismo y los estigmas que pesan sobre las juventudes nahuas, quienes muchas veces deciden negar su origen para encajar en grupos sociales o evitar burlas.
“Además de dar a conocer nuestras tradiciones tenemos otras actividades enfocadas al deporte, a la ecología, investigación de costumbres, y de esa manera vamos viendo qué es lo que viene” continúa Óscar.
Para Fátima, que a sus 20 años funge como tesorera de Yaoxocoyomenahuatl, asumirse como indígena es un acto político del cual no se debería sentir vergüenza.
“Tenemos muchas cualidades y si investigamos más a fondo conocemos muchas cosas que nos deberían de hacer sentir orgullosos, pues muchos pueblos no tienen estas tradiciones, y no todos los pueblos tienen esta cultura”.
Fundado durante los años ochenta, Yaoxocoyomenahuatl fue producto de un grupo de docentes de Tuxpan que vieron la necesidad de trabajar junto a las juventudes para asegurar la continuidad histórica de la cultura y tradiciones del pueblo nahua de esta región.
La importancia del grupo de jóvenes es tal que , además de ser un semillero de profesionistas y activistas culturales que no han dejado morir sus tradiciones, atrae a jóvenes de otras regiones del sur de Jalisco que sienten la necesidad de reconocer sus raíces y su pasado.
Tal es el caso de Antonio, originario del municipio cercano de Ciudad Guzmán, y que a sus 30 años ha encontrado en Yaoxocoyomenahuatl un espacio en donde puede recuperar las raíces que en su pueblo natal se encontraban difusas.
“A mí no me da verguenza decir que soy indígena, pues yo también soy nahua, Ciudad Guzmán también es indígena pero yo ya no alcancé las tradiciones porque ya se perdió, ahí ya nosotros según somos más modernos, ya no se habla la lengua, y en Tuxpan todavía se usa,” relata.
Pese a la importancia del grupo para la comunidad, las juventudes de Yaoxocoyomenahuatl denuncian que muchas de las veces se enfrentan a trabas por parte del ayuntamiento o algunas dependencias gubernamentales, las cuales, acusan, no destinan recursos públicos para sus actividades.
A pesar de esto, las y los jóvenes nahuas se han encargado de autogestionar sus actividades, y pese a la pandemia por covid-19, han podido realizar las danzas tradicionales de su cultura, pues aseguran que lo más importante para ellos es seguir manteniendo vivas las tradiciones en el pueblo y vincular a las nuevas generaciones a éstas.
Empero, las problemáticas que aquejan a todo el país no están exentas en Tuxpan. Además de luchar en contra de la minería y la contaminación, en este municipio del sur de Jalisco la presencia del crimen organizado ha cooptado a decenas de jóvenes para que integren las células delictivas, con la suma de un grave problema de adicciones y el incremento de actos de violencia.
Para Analy, una joven de 28 años que impulsa una colectiva feminista en su municipio, la violencia de género sigue siendo un tema pendiente en la agenda de los movimientos sociales de su localidad, ante lo que decidió crear, junto con otras compañeras, la colectiva “Alas Violeta por Tuxpan.”
“Vimos la necesidad de manifestar que en nuestro municipio también suceden violencias de género, porque siempre han estado opacadas u ocultas, y muchas veces no se reconocen”, narra la chica de 26 años.
Para ella y sus compañeras, la incapacidad de normalizar la violencia hacia las mujeres como algo cotidiano fue lo que las orilló a juntarse a reflexionar y hacer talleres entre sus amigas y vecinas para comenzar a impulsar una agenda feminista dentro del municipio de Tuxpan.
La colectiva, explica Analy, surge a raíz de las fuertes movilizaciones que colectivas feministas impulsaron a nivel nacional desde 2019, ante lo que convocaron a una primera movilización espontánea para la conmemoración del 8 de marzo de 2020.
“Las asociaciones, o las instancias a nivel municipal no habían convocado a nada para el 8 de marzo, por eso una compañera convocó de un día para otro a una manifestación y acudimos 15 mujeres”.
La rutina de cada una de las que asistieron a la manifestación impidió que esta movilización evolucionara hacia un proceso organizativo, sin embargo, Analy reconoce que fue algo histórico en Tuxpan, ante lo que decidió convocar de nuevo a mujeres de su municipio a que salieran a manifestarse durante este año.
“Yo les dije a las que yo creí que pudieran simpatizar con el tema y convocamos de nuevo a la marcha, y a la par platicamos la posibilidad de hacer un grupo que genere algunas acciones en favor de la igualdad de género y detener las violencias que vivimos todos los días, de ahí comenzamos a organizarnos”, explica.
A partir de esta convocatoria, el grupo de mujeres autoconvocadas decidió realizar círculos de estudio en donde a partir de la identidad indígena y de su condición como mujeres comenzaron a reflexionar sus propios feminismos.
“Yo me considero más mestiza que indígena”, puntualiza Analy, “pues aquí son indígenas, creo que el ser indígena va más allá de dónde naces, es un conjunto de costumbres, de tradiciones y de cultura que genera esa identidad, yo siento que personalmente me hace falta trabajar más esas cuestiones para tener verdaderamente esa identidad, pero estoy en ese proceso.”
La mayoría de las mujeres que integran la colectiva Alas Violeta, explica Analy, son adolescentes y mujeres que recién egresan de la Universidad, una población que históricamente había sido relegada por las asociaciones que trabajaban los feminismos en el municipio de Tuxpan.
“En esta ocasión se ve un salto entre el pensamiento feminista pues están las mujeres de más de 40 años y las jóvenes, una se pregunta ¿qué pasó para que hubiera un margen tan grande?, y creo que fue el miedo a reconocer la violencia y hablar de ella lo que no permitió que hubiera otras mujeres que generaran acciones en esa brecha generacional
Analy explica que desde su contexto, el feminismo es un proceso largo de reflexión que implica asumir un proceso de cambio “más allá de una etiqueta, pues la idea no es imponer una creencia sino generar cambios que nos ayuden a construir una mejor sociedad, donde mujeres, hombres, infancias se vean beneficiadas.”
La figura de Marichuy, explica Analy, es un referente feminista que es necesario reinvidicar en esta localidad, pues aunque de este municipio ubicado al sur de Jalisco emergió la vocera que llevó la palabra de cientos de comunidades y pueblos indígenas del país, en su tierra natal se conoce muy poco sobre este gran proceso abanderado por el CNI y el CIG.
“Yo no tengo tantos años de conocer a Marichuy, a pesar de que somos del mismo pueblo”, narra Analy, “pero he reconocido la lucha de resistencia que ha hecho y que a veces muchos no entienden porque estamos tan acostumbrados al sistema de gobierno en el que vivimos, a las condiciones en las que nos desenvolvemos, la veo como una referente, como mujer, persona y feminista porque ha roto los micromachismos que hay en nuestro pueblo y la sociedad.”
Reconocerse como mujer e indígena, y en el caso de Analy como joven, es parte de abonar a la resistencia que nace a las faldas del volcán de Colima, y en ese proceso de empoderamiento que es urgente en cada rincón de México.
“No vamos a ganar nada en el miedo, hay que darse la oportunidad de vivir cosas nuevas y mejores expectativas de vida.”
Hoy, el camino echado a andar por las viejas generaciones es retomado por las juventudes nahuas y mestizas de Tuxpan, donde la identidad, las tradiciones, la cultura y el feminismo abren brecha para construir otro mundo desde abajo.
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
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