Candelaria Lázaro llegó a la ciudad de México con la ilusión de ver a su viejo amigo Andrés Manuel y participar en la ceremonia de los pueblos originarios. No pudo hacerlo porque en la repartición de cuotas de indígenas buenos y malos de este país, quedó del lado equivocado. Esta es la historia de la ceremonia de entrega del bastón de mando que nunca ocurrió
Texto: María Fernanda Ruiz
Fotografías: María Fernanda Ruiz y Ximena Natera
CIUDAD DE MÉXICO.- Son las ocho de la mañana del 1 de diciembre y del Hotel Plaza Madrid salen grupos de tabasqueños rumbo a la Basílica de Guadalupe. Algunos toman taxi rumbo al Zócalo porque aprovecharán su visita anual a la Basílica para estar presentes en la toma de protesta de la presidencia del también tabasqueño Andrés Manuel López Obrador.
En el restaurante del hotel, Candelaria Lázaro, representante de la Gubernatura Indígena de Tabasco, cambia su fotografía en Whatsapp: “Hoy cambio mi foto, hoy cambia el gobierno”: dice, mientras una joven Candelaria aparece junto a un joven Andrés Manuel en la pantalla de su celular.
“Estábamos en Michoacán organizando las brigadas de los soles. Cuando una se levanta por la mañana y ve al horizonte y aparece el sol… el sol se vuelve esperanza, es el nuevo amanecer. Así le pusimos a las brigadas cuando Andrés Manuel fue jefe de gobierno de la Ciudad de México”
Candelaria y Andrés Manuel se conocen hace largo tiempo. Cuando ella tenía 9 años, López Obrador llegó a su pueblo Tucta, Nacajuca, en Tabasco. Su mamá lo consideraba como un hijo y a ella le recomendaba libros. Ahora, a Candelaria le emociona la posibilidad de ser una de las representantes de los pueblos indígenas que entregue el bastón de mando y su familia se reunirá en una casa para verla cuando aparezca en la televisión.
“Creo en Andrés Manuel por todo lo que ha hecho”, dice. Cuando el presidente era joven, llevó a su pueblo una universidad, una radio, hacer los primeros camellones chontales y se sembraron árboles frutales”.
En el lobby se acercan personas a preguntarle si el bastón que trae es el que se entregará al presidente. Ella responde que no, que ese es el que le entregaron en su estado por ser la gobernadora indígena de Tabasco. Es una de las muchas veces que la detienen en el día para preguntarle lo mismo, nadie sabe este momento, cómo luce el bastón ni quién lo dará.
A las 10 de la mañana Candelaría llega a Bellas Artes, donde se encuentra con Froylán Mendieta, gobernador indígena de Tlaxcala. Juntos llega al Café El Popular, en la calle 5 de Mayo, donde el resto de los miembros de la Gubernatura Indígena Nacional desayuna.
En el Zócalo caminan hacía el lado izquierdo del templete central para acceder, como el comité indígena encargado de entregar el bastón de mando. Pero las cosas no salen como habían pensado.
Para Candelaria, los problemas empezaron la noche anterior, cuando Ana Lucía Zavala, una mujer que Se ostenta como “gobernadora indígena de Tamaulipas, tomó el micrófono e insultó a Alfonso Romo… y ella sigue haciendo estas cosas, ahora dice que nos están discriminando porque no nos dejan pasar pero es que no dimensionan: hay un protocolo, es un nuevo presidente y hay que acatarnos a su nuevo protocolo. No se trata de entrar con “influencias”, si no acatamos el protocolo es como si estuviéramos en contra del nuevo presidente, así a la fuerza yo no entro, sentencia.
Candelaria no reconoce a la señora Ana Lucía Zavala. Buscando su rostro en Internet encuentras que es presidenta de la Organización Humanista por el Progreso Social, ex policía y parte del movimiento YoSoy26 que defiende los derechos de policías y militares. Nada de la Gubernatura Indígena de Tamaulipas.
Candelaria discute con el acompañante de Ana Zavala, un joven de barba, tez blanca y saco, que ha estado dando discursos sobre la importancia de los pueblos indígenas y ha afirmado a medios y en entrevistas que quién dará el bastón de mando al presidente es Hipólito Arriaga, presidente de la Gubernatura Nacional Indígena, una organización fundada en 2014. Nadie sabe cómo se llama este joven, pero ha estado muy presente.
“La gobernadora de Tamaulipas pertenece a la gubernatura pero nosotros no nos hacemos responsables de lo que haga la señora, nosotros respetamos al compañero Hipólito, no venimos a protagonizar nada y también al señor Adelfo, quien no es cualquier persona, él es el titular de Instituto Nacional de Pueblos Indígenas y lo respetamos”, dice Candelaria a los presentes.
El acompañante de Zavala, que dice llamarse Emilio Villa González, asegura ya estaba concretado que Hipólito Arriaga daría el bastón por ser el gobernador nacional de los pueblos indígenas.
Candelaria le responde que no es algo que se decida a partir de lo que digan los medios de comunicación, que se necesita un oficio que nadie ha visto. “¿Dónde está el oficio que lo confirme?”, pregunta.
Cuando Candelaria se enteró que los 68 pueblos indígenas le entregarían el bastón de mando al presidente y vio que Hipólito Arriaga dijo en una entrevista que él lo entregaría se convenció viajar a la Ciudad de México. En la noche previa participó en una ceremonia en la que estuvieron diputados y le dijeron que por equidad de género ella acompañaría a Hipólito en la entrega.
Para ella los medios de comunicación contribuyeron a la desinformación sobre la ceremonia al publicar notas sin confirmación oficial.
“El bastón es un símbolo no debe ser motivo de discordia, debe ser motivo de unidad. Hay muchos grupos que han nacido por la defensa del territorio y que quisieran estar cerca de Andrés Manuel pero si seguimos divididos no se va a dar la transformación y yo estoy bien con que se haya creado el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas”, dice.
Al no poder entrar por ese lado del templete, el grupo de la gubernatura decide intentar por Palacio Nacional atravesando el Zócalo al grito de: “¡Vivan los pueblos indígenas!, ¡Viva Hipólito!”.
Aunque ya decidió no entrar por la fuerza, los sigue movida por la ilusión de encontrar la manera de entrar. Pero es imposible, no entrarán porque ya están adentro quiénes entregarán hoy el bastón de mando.
Los integrantes de la GIN entonces deciden que si no serán parte de la ceremonia, al menos quieren que el presidente los vea. Cuando pase ahí estarán y le dirán que no los dejaron pasar con él a entregarle su bastón, un bastón de cedro al que le tallaron su nombre. En círculo, con Hipólito en medio, comienzan a saludar a los cuatro vientos frente a Palacio Nacional y liberan una paloma que no vuela.
Candelaria ya no está cerca, abandona el círculo de la ceremonia y se sumerge en los mensajes de su celular. Sabe que hoy ella no entregará el bastón ni tampoco estará cerca de Andrés Manuel, ese viejo ídolo de la infancia. Cansada de estar parada todo el día y de los recorridos de un lado al otro del Zócalo decir irse, abandonar la plancha e ir por su maleta. Ya mejor se va para Tabasco, donde mañana leerá el discurso en los periódicos.
“Estar lejos de mi casa es complicado”, me cuenta Candelaria, mientras comemos una sopa en lo que esperamos saber qué pasó con sus maletas.
“Me duele que no haya podido entrar la Gubernatura Indígena a la ceremonia, esa discordia del bastón, pero que no haya pasado no es culpa de Andrés Manuel, ellos tuvieron sus errores y eso ya lo tenemos que dejar atrás. Esta cuarta transformación nos permite un reencuentro entre nosotros los indígenas. Yo pensaba decirle eso a Andrés Manuel si lo hubiera tenido enfrente, sé que voy a tener la oportunidad. Ahorita sólo me gustaría disculparme por las personas que se pusieron frente a la gubernatura y anduvieron dando vueltas intentando entrar”, dice, entre que se mensajea con su familia y se come su sopa.
“Creo que la tarea de Andrés Manuel es muy grande: tratar con empresarios, con indígenas, con extranjeros y con expectativas muy grandes. Pero creo que como ciudadanos que desean que funcione antes que exigir primero hay que acatarse a sus reglas, por lo menos un año para poder decir: ‘oye yo te ayudé a que cumpliéramos lo que tú dijiste y no funcionó’. Entonces yo podría ya juzgarlo pero ahorita no, hay que tomar sus propuestas, hacerlas nuestras y ver qué pasa”, dice antes de irse.
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