Según el último análisis del Global Media Monitoring Project -el mayor estudio internacional de género en los medios de comunicación-, solo 37 por ciento de quienes reportan noticias son mujeres. Hablan algunas de las que están rompiendo la mirada masculina de la información
Por Maricel Drazer
BONN, ALEMANIA – El periodismo feminista viene abriéndose paso en América Latina. Suma espacios, irrumpe, cuestiona, y se hace escuchar. De manera sostenida y sin pedir permiso.
¿De qué se trata exactamente? ¿Cuáles son sus características? ¿Y sus desafíos? Así lo definen sus hacedoras:
«El periodismo feminista es el que interpela las bases mismas del sistema patriarcal y sus manifestaciones en todos los aspectos de la vida”, sostiene Helen Álvarez, periodista de Radio Deseo, la radio feminista de Bolivia, consultada por DW.
«Es una necesidad surgida a partir de todas las violencias que se ejercen hacia las mujeres, incluso desde el periodismo, como la revictimización, la falta de historias de mujeres, y la cosificación del cuerpo de la mujer”, afirma, por su parte, la reconocida feminista María Ruiz, fotoperiodista del medio digital mexicano Pie de Página.
«Es también la decisión de contar las historias de las mujeres, de incluirlas en nuestra agenda día a día. Y de dejar de contar únicamente la historia de la mujer víctima”, agrega Ruiz a DW.
«Es un modo de hacer periodismo que no esconde su punto de vista ni la posición desde la cual habla”, indica, a su turno, Agustina Paz Frontera, codirectora del medio de comunicación feminista LatFem de Argentina, referente en la materia.
Así, más allá de especificidades y redefiniciones, existe un consenso básico en relación a que el periodismo feminista tiene que ver con qué temas se tratan (los que involucren o interesen a las mujeres), quiénes lo hacen (mujeres y también otras identidades -trans, no heterosexuales, no binarias-) y cómo (con mirada feminista).
Pero claro, los cuestionamientos y las críticas a esta manera de hacer periodismo no se han hecho esperar.
En particular, en lo relativo a la preciada «objetividad” periodística, y en contraposición a la forma «tradicional” de ejercer la profesión.
«El periodismo «a secas” tiene esa pretensión de objetividad, -que es lo que hemos estudiado en las universidades y en las escuelas de periodismo-, esa pretendida neutralidad, como si fuera un sujeto ascético que explica y mira al mundo tratando de que su subjetividad no se filtre”, entiende Paz Frontera.
«Nosotras decimos que aquello que llamaban objetividad, es en realidad la posesión de un privilegio. Quien dice qué es objetivo, quien dice que las cosas son así como son y siempre serán así, es en realidad la voz del que tiene el privilegio de poder señalar cómo se construye y qué es lo real”, puntualiza la periodista argentina.
«Nosotras venimos a discutir eso”, desafía.
Y en el mismo sentido: «El periodismo busca transformaciones y la imparcialidad no debe existir cuando existen injusticias que afectan a diferentes sectores de la población, en especial, mujeres, niñas y niños”, sostiene por su parte la periodista Helen Álvarez, quien está al frente de un programa dedicado a los feminicidios en su país.
Es decir, muy particularmente para denunciar la violencia contra las mujeres y minorías sexo-genéricas es que concibe su razón de ser esta manera de contar la realidad.
«Mientras sigan asesinando mujeres, mientras la historia de vida de cualquier mujer se vea frenada por el machismo, será necesario el periodismo feminista”, postula María Ruiz.
La cuestión clave es la mirada, que por cierto puede aplicarse a todo tipo de temática, proponiendo un tratamiento que se diferencia del habitual y más generalizado.
Por caso, en la cobertura del deporte hecha por mujeres, el periodismo tradicional suele recurrir a una «infantilización de las mujeres, así como a una sexualización y cosificación de sus cuerpos”. También a «centrar la nota en la competencia entre las mujeres, retomando un viejo mito de que las mujeres nos llevamos muy mal entre nosotras y solo sabemos competir”, ejemplifica la codirectora de LatFem.
«En cambio, una cobertura feminista del fútbol femenino, por ejemplo, repara en la fortaleza, en el poder del equipo, en la posibilidad de dar vuelta políticamente una situación de invisibilidad, y en las proezas deportivas”, contrapone.
Otro aspecto en cuestión tiene que ver con el número de mujeres que desarrollan tareas en los medios de comunicación, considerablemente menor al de sus pares varones heterosexuales.
De hecho, según el último análisis del Global Media Monitoring Project -el mayor estudio internacional de género en los medios de comunicación-, solo 37 por ciento de quienes reportan noticias son mujeres.
Así, desde la Red de Periodistas Feministas de Latinoamérica y el Caribe, fundada por LatFem y periodistas feministas de otros 20 países de la región, propugnan una ley de paridad y cupo trans.
«Faltamos en los medios», dicen. Y también: «Los medios son el museo del patriarcado», critican.
Así las cosas, con sus demandas y su mirada propia, con una nueva manera de hacer y decir, el periodismo feminista ha llegado para quedarse. Y para contarlo.
Este artículo fue publicado originalmente por el sitio en español DW, el canal para América Latina de la televisora alemana Deutsche Welle. Y fue reproducido por IPS, con quien las Red de Periodistas de a Pie tiene un convenio de republicación
Quería ser exploradora y conocer el mundo, pero conoció el periodismo y prefirió tratar de entender a las sociedades humanas. Dirigió seis años la Red de Periodistas de a Pie, y fundó Pie de Página, un medio digital que busca cambiar la narrativa del terror instalada en la prensa mexicana. Siempre tiene más dudas que respuestas.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona