Los dueños de la cafetería y los inquilinos del edificio Trevi firmaron un convenio para dejar el inmueble que será un espacio de coworking. Banca Mifel, fiduciarios, y por ello casi dueños de la icónica construcción junto a la Alameda Central en Ciudad de México, anunciaron el resultado de una larga batalla legal
Texto: Arturo Contreras
Fotos: Arturo Contreras Camero y Andrei Martínez
“Después de dos años de litigio, decidimos desistir y hacer un convenio por medio de una indemnización, que no nos parece justa y no estamos nada conformes con ella”, dice Julio César Castillo con el codo en la mesa y el puño bien apretado. Desde hace 20 años, él comanda la cafetería Trevi, que ha visto la historia de la Alameda Central desde la construcción del edificio hace más de 60 años.
En 2018 una empresa llamada Público llegó al edificio. Su intención es transformar la icónica construcción Art-Decó en un espacio de coworking, un tipo de oficinas compartidas. También, en un desarrollo de departamentos que se rentarían a partir de aplicaciones de internet. Público, sin embargo, no es el dueño legal del edificio, sino que el propietario es el Fideicomiso 2476/2017.
Desde entonces, Bancamifel, la fideicomitente, ejerció acciones para echar del edificio a sus inquilinos. Éstos intentaron negociar para comprar los departamentos donde viven, pero fueron orillados a dejar el edificio poco a poco.
“Estos tipos son muy abusivos, y abusan de su poder económico. No les importa que la gente tenga 15 o 30 años en sus casas, o como nosotros, que hemos estado rentando por 65 años”, reconoce Julio César. Menea la cabeza de lado a lado, aprieta los párpados y continúa.
“Ganó la gentrificación. Un día va a venir gente con dinero a desplazarte. No te va a dar opción para permanecer sólo por el hecho de que no tienes su potencial económico.”
“Me molesta mucho que quieran transformar esta parte de la Alameda. Esta parte de la ciudad es para el pueblo, ése es el mensaje de Diego Rivera con su mural Un paseo en la alameda”. Julio César se refiere a Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, mural que se puede ver en un museo en la misma cuadra del edificio Trevi. “Es para todos, pero ya no va a ser así. El proyecto que están haciendo es para hacer una diferencia, es hacer algo clasista, con negocios que no van a estar al alcance de la mayoría de la gente”.
A pesar del resultado final, vale la pena numerar las ganancias de una lucha vecinal.
La lucha del Trevi sirvió como un crisol en el que se articularon diversas luchas vecinales, de personas desalojadas, de vecinos organizados, de artistas y activistas. La indemnización obtenida es resultado de esa lucha, en la que un grupo de ciudadanos decidió luchar por sus derechos; también la organización que tejió.
Sus vecinos participaron en la defensa contra la reforma al artículo 60 de la Ley de Derechos Humanos de la Ciudad. La ley obligaba al gobierno a garantizar la vivienda a personas víctimas de desalojos extrajudiciales, o forzados, pero una mala redacción y una campaña mediática en contra hicieron que esa protección se anulara. También formaron parte de la propuesta de cambio a las leyes que regulan las relaciones arrendatarias en la ciudad y que impulsan una Ley Inquilinaria para la Ciudad de México
Muchos de los inquilinos empezaron juicios legales para defender su permanencia en el edificio. Sin embargo, poco a poco fueron desechados en los tribunales bajo sospechas de los demandantes por faltas al debido proceso y corrupción.
El caso del Trevi, como el de otros vecinos, por ejemplo, empezó a flaquear porque Banca Mifel metió una demanda en la que alegaban que las firmas en los contratos de arrendamiento que existían eran falsas.
“Fuimos a hacer pruebas con peritos grafólogos”, cuenta Carlos Acuña, quien fue desalojado varias veces del edificio. “José Luis Dávila –el dueño legal de la cafetería Trevi– está muy mal de salud y no pudo ir a la reunión de peritos. Pues fue la asistente del juez a su casa, pero José Luis es una persona de edad muy avanzada, tiene artritis y está semiconsciente, y pues no pudo hacer su firma”.
Esto puso en severos aprietos el caso de los inquilinos y puso las probabilidades en favor de Banca Mifel, como le advirtió la abogada a Julio César, sobrino de José Luis Dávila y quien comanda el Trevi.
“Si no hubiéramos concertado, nos hubieran echado con un desalojo violento y horrible y sin nada del dinero de indemnización”, dice.
Esta indemnización será usada para la liquidación de los 15 empleados de la cafetería. Una cocinera y dos meseros son de la tercera edad y llevan décadas trabajando en el lugar. Junto con el Trevi, los casos del resto de los vecinos también se complican, por lo que muchos también desistirán.
“No queríamos dinero, queríamos que nos vendieran nuestros departamentos. El inicio de la negociación fue porque ellos cedieron, los del Trevi. Nosotros ya no podíamos sostenerlo. Es un acto de solidaridad con ellos. Por supuesto que no es una victoria. Es no dejar que se vaya a la mala, sin poder pagar liquidaciones y arriesgando la vida y la salud del señor José Luis”, dice al respecto Carlos Acuña.
Según el antiguo vecino, en el edificio quedaba una señora de la tercera edad a la que no sabe si le dierona algún tipo de indemnización. “Los fueron a sacar, no fue un desalojo, pero sí los sacaron”.
También quedaba Arturo, otro vecino que tenía un hijo pequeño, quien se vio obligado a dejar su casa hace casi un año, cuando Público empezó a remodelar el interior del Trevi. El estrés de vivir en un lugar en obra constante los hizo irse.
Durante la pandemia de covid 19, el señor Jaime, adulto mayor que es velador en una escuela pública, sufrió un intento de desalojo. Ahora vive en la Magdalena Mixhuca, después de haber habitado toda su vida en el centro. En el edificio aún quedan dos inquilinos en posesión de sus departamentos, aunque no se sabe si aún lo habitan, pues con los constantes cortes de luz y agua y el ruido de la remodelación vivir ahí es imposible.
“Al parecer las tortas sí se quedan”, dice Carlos de quienes lograron negociar su permanencia. “La rayuela, un bar LGBT, fue desalojado hace meses, y hay otro cafecito que llegó con la intención gentrificadora junto con otro bar, que se van a quedar porque tienen un contrato largo”.
La lucha del Trevi sirvió como un crisol en el que se articularon diversas luchas vecinales, de personas desalojadas, de vecinos organizados, de artistas y activistas. La indemnización obtenida es resultado de esa lucha, en la que un grupo de ciudadanos decidió luchar por sus derechos; también la organización que tejió.
Sus vecinos participaron en luchas como la defensa contra reforma al artículo 60 de la Ley de Derechos Humanos de la Ciudad. La ley obligaba al gobierno a garantizar la vivienda a personas víctimas de desalojos extrajudiciales, o forzados, pero una mala redacción y una campaña mediática en contra hicieron que esa protección se eliminara. También formaron parte de la propuesta de cambio a las leyes que regulan las relaciones arrendatarias en la ciudad y que impulsan una Ley Inquilinaria para la Ciudad de México
Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona