Ya no son sólo víctimas, encarnan el dolor y las aspiraciones de las y los vencidos de siempre. De aquellos que, como denunciara Walter Benjamin, tampoco estarán a salvo si el enemigo vence… y ese enemigo no ha cesado de vencer
Texto: Magdiel Sánchez Quiroz
Dos grandes violencias agrietan el suelo nacional. La dinámica de despojo y devastación ambiental para la imposición de megaproyectos, parte esencial de una política económica de entrega de bienes y recursos al capital trasnacional. Y por otra, el estado de excepción permanente, con su muerte y terror necesarios para quebrar las resistencias y sostener el modelo económico,que se expresa con cifras milenarias de asesinatos, feminicidios, desplazamientos forzados, desapariciones y violencia contra migrantes.
Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas para el capitalismo actual. Profundas relaciones comunitarias que perviven en los pueblos han sido la base motriz de movimientos que le impugnan. Como expresión más visible están los movimientos comunitarios en defensa del territorio. También están los movimientos de familiares de desaparecidos y asesinados, quienes, a pesar de estar hundidos en los vórtices del horror, producto del resquebrajamiento de la vida comunitaria, salen en defensa de la vida.
Llamados imprecisamente movimientos “de víctimas”, han surgido desde los primeros momentos de la guerra contra el narcotráfico. La irrupción del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) en el escenario nacional -como respuesta al asesinato de Juan Francisco Sicilia Ortega, hijo del poeta Javier Sicilia (JS), en marzo de 2011- constituyó un parteaguas que atrajo a los colectivos existentes, pero sobre todo detonó la puesta en movimiento de un nuevo actor social nacional. Desde entonces, esos grupos han recorrido diversos caminos y acumulado un sin fin de experiencias para litigar sus casos, demandar justicia y buscar a sus seres queridos en fosas clandestinas. Recurren a aliados que, en la mayoría de los casos, resultan ser los movimientos populares siempre solidarios: los urbanos, de maestros, de jóvenes, artistas y grupos de base de las iglesias, entre otros.
Convocados nuevamente por Javier Sicilia, decenas de esos colectivos, provenientes de todo el país, caminaron del 23 al 26 de enero para demandar al gobierno federal la creación de una estrategia de justicia transicional que frene la violencia en el país y que repare tantas heridas aún abiertas. Ahí estaban las primeras familias desconsoladas que en 2011 buscaban a sus seres queridos, con el mismo dolor, la misma dignidad y mayor conciencia política, junto a otras de desaparecidos hace tan sólo unas semanas o meses. Y es que la violencia aún no cesa. Según datos oficiales, tan sólo en 2019 ocurrieron 35,588 homicidios (1006, tipificados como feminicidios) y 5000 desaparecidos. Entre ellos, varios periodistas y defensores del territorio.
“Verdad, justicia y paz”, profundas palabras que han sido enarboladas por los oprimidos de todos los tiempos, sintetizaron una de las más contundentes movilizaciones que han ocurrido frente al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. No habían mensajes de odio, ni demandas golpistas ni llamados a la injerencia extranjera. Reconociendo al jefe de Estado como la máxima figura política del país se le pidió un cambio para frenar la violencia, del mismo modo en que lo hicieron con los dos presidentes previos.
Las crónicas de esos días se centraron en registrar las agresiones de un grupo que decía defender a AMLO contra los niños, mujeres y hombres que portaban las fotografías de sus seres queridos, con los pies cansados de tanto andar. A pesar de los deslindes que haga el gobierno de esas agresiones, no puede evadir la indolencia del Presidente al negarse recibir a las víctimas, arguyendo proteger la “investidura presidencial” -esa misma que otrora personificaron Peña Nieto, Calderón, Fox, et. al.
Hace once años, el MPJD se movilizó para denunciar el horror, demandar el fin de la guerra y tratar de consolar el dolor de las víctimas. Hoy las mismas víctimas demostraron que en su sufrimiento anida una de las más potentes fuerzas morales para la reconstrucción de nuestro país. Ya no son sólo víctimas, encarnan el dolor y las aspiraciones de las y los vencidos de siempre. De aquellos que, como denunciara Walter Benjamin, tampoco estarán a salvo si el enemigo vence… y ese enemigo no ha cesado de vencer.
La izquierda, dice Enzo Traverso, puede ubicarse en términos topológicos (según el espacio político institucional, definido por la ciencia política) u ontológicos (por aquellos actores que luchan por cambiar el mundo guiados por el principio de igualdad en el centro de su programa, con una cultura heterogénea y abierta y con una multitud de corrientes políticas en su seno). Aquellos familiares de víctimas que no fueron recibidos por el Presidente demostraron ser parte de la izquierda ontológica de nuestro país. Será necesario tejer lazos de unidad con la otra parte de esa izquierda, los procesos comunitarios en defensa del territorio. En esa alianza está la clave del cambio social, necesario y urgente, que aún no llega.
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