Nuevas víctimas para un viejo movimiento

25 enero, 2020

Adrián LeBarón y sus hijos, cargan las fotos de sus familiares asesinados. El 24 Enero 2020. Foto: Daniel Lobato.

No se puede decir que esta sea la misma marcha que caminó hace 9 años. Hoy, hay nuevas víctimas y nuevas ciudades entraron a la fiesta de la muerte que recorre el país

Texto: José Ignacio De Alba

Fotos: Daniel Lobato 

TRES MARÍAS, MORELOS.- La caminata de este viernes comienza entre los pinares que crecen a los 2 mil metros sobre el nivel del mar. El paso de varias horas es en descenso hasta la Ciudad de México.

Hace 9 años, cuando una caravana similar comenzó a caminar por el país sumando a su paso miles de testimonios de dolor, la capital y su zona conurbada no estaban entre las regiones protagónicas de la violencia. Pero en esta Caminata por la Paz llegan testimonios que retratan cómo la urbe vive una crisis de seguridad. 

Elias Segura Moctezuma. Foto: Daniel Lobato.

Son las mismas historias, con nuevos protagonistas. Elías Segura Moctezuma se enteró de que Javier Sicilia haría una nueva marcha, montó una maleta a su bicicleta y se puso a pedalear los 70 kilómetros de la Ciudad de México a Cuernavaca.

El hombre sujeta un manojo de papeles en el que trata de comprobar que el exjefe de gobierno (y ahora senador) Miguel Ángel Mancera) le fabricó delitos para meterlo a la cárcel y deshacerse de él. Asegura que fue después del caso News Divine cuando las autoridades de intentaron destruir su carrera. Convence a reporteros y platica su historia a los interesados. Dice que vino “porque sólo dándome a conocer obtendré justicia”.

Pero aquí, la justicia es una quimera para los que caminan. “Si Sicilia no ha obtenido justicia, ahora imagínate una persona como nosotros, que nadie conoce”, resume Teresa Carmona. 

Pese a ello, las filas de la Caminata por la Verdad, la Justicia y la Paz se engrosan de personas nuevas.

Como Sandra Jazmín Luna, quien desde marzo de 2018 busca a su esposo, Juan Serafín Hernández. Ella explica que su marido trabajaba como escolta en la Policía Federal, pero fue desaparecido en Tecámac, Estado de México, un día que regresaba de trabajar.

La mujer ahora se dedica a educar a sus tres hijas y a buscar a su esposo desaparecido. Asegura que no le interesa la política y se dice esperanzada a que por lo menos “el presidente escuche nuestro caso, porque hasta ahorita a ninguna autoridad le ha importado”.

Marisela Vargas, de Tampico. Foto: Daniel Lobato.

Este viernes, la Caminata por la Paz avanza por una carretera concurrida por vacacionistas. Por este camino se llega a varias zonas de descanso y a las playas del Pacífico. Así que la imagen de los turistas contrasta con el de las víctimas que marchan lento sobre el acotamiento de la carretera, de vez en cuando alguien da un claxonazo solidario. 

Benita Ortega busca a su hija Karla Emilia, que desapareció en septiembre del 2015 en Altamirano, Guerrero. Cuenta que la joven de 19 años la ayudaba a preparar antojitos para llevar los gastos de la casa. Ahora, la madre trabaja sola y vende comida para financiar la búsqueda por su hija. 

La mujer relata que en Tierra Caliente nadie busca a los desaparecidos “aunque hay cientos de casos”, por eso asegura que las caravanas son importantes, “uno pierde el miedo y conoce gente que vive lo mismo”. 

«Yo soy uno de los tres millones»

“Si por cada asesinado hubiera diez personas manifestándonos paralizamos el país”, asegura con la voz entrecortada Adrián LeBaron. Su hija, María Rhonita, fue asesinada en noviembre del año pasado junto con cuatro de sus hijos. Por eso, en esta caravana hay 100 integrantes de su familia más que los que caminaron hace 9 años.

De acuerdo con las cifras oficiales, en el país hay más de 300 mil asesinados desde 2007. En la matemática simple de este ranchero de la comunidad de Arteaga, en Chihuahua, 3 millones de personas son suficientes para detener el baño de sangre. Por eso, la Caminata por la Paz adopta la consigna: “’¡yo soy uno de los tres millones!”. 

Por momentos Adrián LeBarón encabeza la marcha sujetando una bandera de México ensangrentada, con trazos de balas. El hombre canta un amplio repertorio de canciones mexicanas con un español chapurreado. Se echa Canción Mixteca, Vive o el Himno Nacional.

Es apenas el segundo día y los integrantes de esta caravana ya parecen hermanados. “Por el amor y el dolor”, explica una mujer que perdió a su hijo. 

Después de 9 horas, el grupo llega a la Ciudad de México. El poeta Javier Sicilia anuncia que, a partir de esta sábado, la marcha será en silencio. “Para demostrarle al presidente que esto no es un show”.

La jornada de hoy tiene programadas actividades artísticas y culturales a partir del mediodía en la Estela de Luz, el lugar que Felipe Calderón quiso dejar como legado del Bicentenario de la Independencia, pero que se ha convertido las víctimas de la guerra interna que el expresidente inició en 2007 han convertido en un memorial del horror.

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“No somos un show”

Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).