Este jueves arranca una nueva caminata por la paz. Pietro Ameglio, uno de los ideólogos de la marcha de 2011 y del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que hace casi una década no se logró la desobediencia civil y ni la no cooperación; sin embargo, se sembró la semilla para que nuevas organizaciones de víctimas se acercaran a esos propósitos y pusieran en jaque a las instituciones
Texto: Vania Pigeonutt
Foto: Video Rompeviento TV
A casi una década del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD), uno de sus principales impulsores, Pietro Ameglio, considera que sus frutos más importantes son los movimientos organizados actuales como los colectivos de búsqueda de personas desaparecidas y el movimiento de Ayotzinapa, que ponen en jaque a las instituciones de justicia.
Estos movimientos, puntualiza el activista promotor de la resistencia civil no violenta, impactaron en las instituciones más que el mismo MPJD.
Ameglio habla con mesura sobre la caminata-caravana que sale este jueves de Cuernavaca, Morelos, hacia la Ciudad de México, en la que él no participa. Reconoce avances de lo ocurrido hace nueve años pero es autocrítico.
“No estoy en contra de lo que se hizo, sobre todo el primer año, a partir de 2011. (Pero) nunca se pasó a acciones de desobediencia civil ni de no cooperación. Ese tipo de acción desde la no violencia frente a la acumulación del poder y el delito organizado, que trabajan juntos en muchísimas situaciones, fue insuficiente. Ésa es una de las situaciones de mayor autocrítica y de autoanálisis que hay que hacer”, dice.
Pietro Ameglio es uno de lo organizadores de la primera Marcha Silenciosa de mayo de 2011. Promotor de la no violencia, practicante de la metodología de Gandhi cita constantemente a hombres cuyas acciones no violentas lograron sentar a regímenes violentos.
En 2011, tras el asesinato de siete jóvenes en Temixco, Morelos, el 28 de marzo de surgió el movimiento por la paz. Lo encabezó el poeta Javier Sicilia, padre de Juan Francisco Sicilia, una de las víctimas. En tres caravanas recorrieron el norte y sur del país y casi una treintena de ciudades en Estados Unidos. Cientos de víctimas se sumaron en el camino. Narraron las atrocidades vividas durante la llamada “guerra contra el narco” de Felipe Calderón.
De este tiempo hasta ahora, considera Ameglio, se fragmentó el movimiento por la paz. Algunos se organizaron en redes, otros aún buscan a sus familiares desaparecidos y exigen justicia por los asesinados.
Ni en aquel momento ni ahora ha habido lo que él llama suficiente fuerza moral; es decir: una movilización que incluyera a gente socialmente influyente.
Lo explica: “Son cuerpos que tienen poder, peso social, que pueden ayudar a presionar. No salieron a la calle en acciones de la radical no violencia suficiente para detener ese tipo de violencia. Sí pudieron haber hecho declaraciones en el periódico, entrevistas en radio, en algún foro: “¡Cuánto me duele que en México haya tantos desaparecidos!”, pero acciones así más en la línea de no cooperación y de desobediencia civil frontales hacia el régimen o hacia las fuerzas legales, no. Eso explica en parte por qué el movimiento quedó muy descobijado en cuanto a reserva moral, en el terreno de la desobediencia civil y la no cooperación”.
Para Ameglio, los principales resultados de evidenciar las historias de horror son la capacidad de las víctimas de empoderase: construirse como sujetos sociales de defensa, derechos humanos y justicia. La mayoría, agrega, tomó una conciencia social y colectiva.
“Ha sido muy necesario todos los procesos, por ejemplo: de los desaparecidos de Ayotzinapa y de otras situaciones de masacres. De mucha violencia en el país donde los colectivos de víctimas se han organizado y han hecho acciones mucho más cercanas a la desobediencia civil y a la no cooperación”.
Pietro Ameglio enfatiza que no quiere recriminarle nada al Movimiento por la paz; sin embargo señala que justamente el MPJD no cubrió la etapa de la no cooperación y desobediencia civil porque estaba en ciernes. Además, tenía un proceso de liderazgo que no lo facilitaba.
Movimientos posteriores como el de los 43 normalistas desaparecidos, o los colectivos de familiares de personas desaparecidas, agrega, sí se han acercado mucho más a la no cooperación y a la desobediencia civil.
Un caso muy importante de la no cooperación son las personas que buscan a sus familiares en fosas clandestinas.
«La no cooperación está en el hecho de que ‘no vamos a esperar que el Estado haga lo que no va hacer, que es buscar en las fosas clandestinas’”.
EL activista insiste en la importancia de que las víctimas hayan decidido hacer las búsquedas por ellas mismas.
«Ése es un tema muy importante: cómo los familiares, organizaciones y redes han avanzado mucho más, a partir de esta forma incipiente de movilización que estuvo en el Movimiento de justicia por la Paz. Se vio que no se pudo ir más lejos que cierta legislación: la Ley General de Víctimas, que en la práctica es muy complicado que la autoridad la cumpla, la ejecute realmente».
Otro de los resultados normativos del MPJD que no cumplió con las expectativas es la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas que, opina, ha estado llena de corrupción y de ineficiencia.
«Es un proceso, no hay que verlo como cosas aisladas. En ese proceso cada vez más la toma de conciencia y la acción no violenta de los familiares de víctimas ha crecido y se ha acercado mucho más a los niveles de acción radical no violenta; o sea, a la desobediencia civil”.
Un pendiente de los movimientos de víctimas, explica Ameglio, es aprender de procesos de resistencia como los de los pueblos originarios. Habla también del Ejército Zapatista de Liberación Nacional: luchan por sus territorios y buscan diferentes formas de autonomía.
“Nosotros, desde 2011 y desde antes, decíamos dónde estaba el adversario. Está claro que cualquier referencia a un Estado fallido, a un Estado débil, es una ingenuidad total. El Estado es completamente fuerte y una parte importante del aparato del Estado y del gobierno, en todos los niveles, está profundamente involucrado en el delito organizado, en la ilegalidad. Entonces sí está claro donde están los adversarios. Si vas a una comunidad, y es una experiencia que hemos tenido con el Movimiento por la Paz, todos saben qué hace una policía corrupta, qué hace el alcalde, quiénes son los regidores. El problema es que hacer la denuncia o enfrentar eso en forma frontal te cuesta con total impunidad la vida en cuestión de minutos, por eso no se hace”, detalla.
El autor del libro Ghandi y la desobediencia civil: México hoy (Plaza y Valdés Editores) explica el significado de la desobediencia civil.
«Violar en forma abierta, pública y clara una ley o algo del orden legal y aceptar las consecuencias de esa violación. No quiere decir que en forma de errónea uno se exponga a ‘hice esto, seguro iré a la cárcel’. Hay acciones que tienen legitimidad y fuerza moral para evitar que el adversario use estrictamente lo legal como un castigo”, precisa.
A nueve años de la primera Marcha Silenciosa, como también se le llamó, Pietro Ameglio dice que hay una transformación de identidades sociales.
«En el sentido de mayor radicalidad, en el compromiso público de los derechos humanos. Se han multiplicado organizaciones de presión hacia la autoridad que antes eran muy pocas. Ese no es un tema menor. El reconocimiento internacional, la autoridad, ha tenido que empezar a mostrar cifras que han roto la normalización, el ocultamiento, la simulación y la magnitud del problema que teníamos. La dignidad de las víctimas estaba muy oculta y se disfrazada”.
Desde su perspectiva, otro de los cambios es la criminalización a priori de las víctimas de la violencia. Pero la cantidad de testimonios e historias de violencia generó que entre la población crezca una especie de terror, que que paraliza las movilizaciones.
Por último, Pietro Ameglio advierte que el actual gobierno federal ha hecho mal en brindar la idea de que la paz tiene que ver con la seguridad y la seguridad con cuerpos armados, como la Guardia Nacional.
«Mientras no se comprenda ese debate, mientras no se esté completamente consciente de lo que hay que hacer, no se avanzará en la exigencia de justicia y verdad», concluye.
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