Pilar Estrada tiene 17 años. Es una adolescente creciendo en Ecatepec. En su preparatoria, un profesor impulsó un taller para discutir, narrar y oponerse a la violencia de género. En el taller se hacen de herramientas, para expresar la violencia que han vivido desde el cuerpo
Texto: Vania Pigeonutt
Fotos: María Ruiz
ECATEPEC, ESTADO DE MÉXICO.- A sus 17 años de edad, María del Pilar Estrada Bruno es activista contra la violencia feminicida. Ella, al igual que Carolina, Belén, Diana, Mariana, Andrea, y otras chicas menores de edad han hecho performances para concientizar a la población de la colonia Hank González, ubicada en Ecatepec, de que viven en un territorio homicida y feminicida.
Las chicas no rebasan los 18 años de edad, y ya se han replanteado las violencias en las que han estado inmersas. Lo han hecho a través del taller de “Mujeres, arte y política”, en su preparatoria, Francisco Villa número 128, “La Panchito”, como le llama de cariño la base estudiantil.
El profesor Manuel Amador coordina el taller. Ahí, platican y desmontan las violencias: desde el acoso sexual hasta los feminicidios que ocurren en su cotidianidad. Y dicen juntas: “¡Ya basta, ni una más!”.
El último performance del año fue en su escuela, el pasado 7 de diciembre. Entre las actividades de la jornada “Consonantes Mujeres Ecatepec” –de la iniciativa Spotlight de la ONU en México– inauguraron el mural “Mujer guerrera”, que entre girasoles muestra el rostro de una mujer de Ecatepec, que puede ser cualquiera de ellas.
Ecatepec, junto a Nezahualcóyotl, Chimalhuacán y Tecámac son los municipios mexiquenses con mayor número de casos de feminicidio, de acuerdo con el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio. Pero el propio Estado de México ha sido históricamente, al igual que Guerrero y Chihuahua, una de las más recurrentes en este delito.
El Estado de México está sólo por debajo de Veracruz, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública de la Secretaría de Gobernación. Este 2019 cierra como un sitio feminicida. La Fiscalía General de Justicia del Estado de México, reportó hasta septiembre 339 asesinatos de mujeres, de los cuales sólo en 81 casos se investigan como feminicidio.
María del Pilar Estrada Bruno creció en este municipio y aunque tiene una sonrisa infantil, sus posiciones al respecto de la violencia contra las mujeres, son claras. Desde que iba a la secundaria entendió qué es el acoso, porque lo vivió a través de su cuerpo. Tenía miedo de salir a las calles, de expresarse a través del cuerpo, pero poco a poco se ha ido desenvolviendo.
“Soy una de las integrantes del taller del maestro Amador: Mujeres arte y política. Este taller funciona y es para sensibilizar a las personas por medio del arte. Plasmamos mensajes y la realidad de nuestras comunidades. También en todo el mundo hay violencia, pero Ecatepec es más conocido por los feminicidios, por los robos y la violencia”, cuenta.
En la “Panchito”, Pilar aspira a contagiar a más niñas como ella, para que a través del performance “Quinceañera silenciada”, la gente pueda ver a través de los moretones ficticios, o de la sangre que también se pintan con colorantes, que la violencia que viven desde niñas es real y las está matando.
“Esta escuela es más destacada por el performance de Quinceañeras. El 28 de octubre fuimos al Tec de Monterrey, campus Estado de México. Fue una experiencia muy buena: hicimos dos performances. El primero que hicimos fue de quinceañeras. Nos encontramos una sorpresa porque en el de quinceañeras, una de las que fueron víctimas y estábamos representando, tenía en el Tec a su compañera”, cuenta.
La amiga les contó brevemente la historia y fue una sorpresa para todas, porque no esperaron encontrarse a su amiga.
Relata que un segundo performance es el de: “Mujeres de roca a través del silencio. Ese fue inspirado en la esposa del monstruo de Ecatepec–el asesino serial de mujeres en Ecatepec–, porque se inmovilizó al miedo, al terror y a la violencia que él ejercía sobre ella, pero también sobre todas las mujeres que fueron víctimas de él”.
Dice que este performance fue inspirado en él y en todas esas mujeres que fueron víctimas. “El vestuario fue una falda de piedra; es lo que significa la inmovilidad; la camisa fue blanca con listones rojos que significaba la sangre de todas aquellas mujeres que fueron asesinadas. Es como plasmar la inmovilización pero a través del arte”.
Pilar fue a la secundaria Francisco González Bocanegra, a pocos metros de su actual preparatoria. Las historias que cuentan alrededor de su colonia son diversas. La mayoría de persecución, asaltos, secuestros; venta de fayuca o “changarros” informales, pero también de acoso y violencia sexual por parte de profesores que no han sido expulsados.
Pilar creció cerca de la Hank González, en la colonia Sierra de Guadalupe, que además de compartir los índices de pobreza, tiene en común las diferentes violencias. La que más ha vivido es la que atraviesa su cuerpo por ser mujer. Aunque con el tiempo ha dejado de ser tímida, el darle voz a mujeres muertas le ha enseñado a que ella puede gritar. Ella ha vivido incidentes en los que ha tenido que alzar la voz.
“Las primeras veces, cuando inicié la preparatoria, sí era muy tímida y miedosa. No sabía con quien acercarme porque sucedió lo de los secuestros exprés, entonces era como estar enjaulado, no te sentías tu misma, te sentías perseguida. Siempre tenemos que estar alerta en las madrugadas, casi hasta las seis y media, porque puede suceder cualquier cosa. Ahorita ya en este año ya vengo más acompañada por mi hermana de 15 años de edad. Las dos nos venimos acompañadas, nos fijamos en las calles si viene un carro, si viene lento y nos vamos cuidando de las personas”.
“Fui yo acosada en la secundaria. Es horrible. Iba en la secundaria. Si te quedas reflexionando: es la secundaria, es un profesor. Cuando se supone que los profesores te ayudan, no te acosan.
Pilar sigue narrando: «Antes de que saliera de tercero de la escuela, era el uniforme abajo de la rodilla y todo completo. Yo hacía lo que había que hacer, lo que dice la escuela. En una ocasión me fui como me gusta vestirme, y el maestro me dijo: por qué usas tus faldas arriba de la rodilla haciendo referencia a mi cuerpo. Fue algo muy desagradable, porque cerró la puerta de orientación y te quedas más como enjaulada: ¿qué está pasando?”
El profesor de nombre Eduardo sigue dando clases impunemente, pero ella ya lo pudo señalar y también acercarse a otras chicas y ofrecerles su ayuda. No ha pasado mucho, porque las denuncias no han sido constantes, ella tiene tres más porque hizo un trabajo ya en la preparatoria, donde preguntó sobre el machismo y el acoso, y el nombre del profesor salió a relucir varias veces.
Pilar piensa seguir su camino apoyando a otras mujeres, porque en el taller del profesor Amador, eso aprende: a apoyarse entre mujeres. Ve aún mucho machismo en su municipio, y sigue sin sentirse segura; pero percibe que contribuye para que el entorno cambie. Además, dice, algo muy importante: sus papás apoyan sus actividades.
La mamá de Pilar, Ruth Bruno Matías, escuchó atenta el performance de esa mañana en la Panchito. Tiene otras dos hijas a quienes ha cuidado, y considera que: «es parte de su trabajo en su escuela, ayudarse entre mujeres”. La señora se va caminando con sus tres hijas a su hogar, y espera al final de la actividad, porque para ella es muy importante que se sientan amadas, apoyadas. Porque de esa manera, la capacidad de amar y apoyar, será un valor inherente en cualquier actividad de sus hijas.
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