A lo largo de un año, este espacio se ha nutrido de las piezas del poemario El Promontorio y el eco, de Eduardo Sierra Romero. Ésta es la última entrega de esta colección
Texto: Eduardo Sierra Romero
Imágenes: María Ruiz
A las voces ausentes de las
habitaciones que habito,
un poema de susurros.
Toda la contrición no las manifiesta.
Todas las manifestaciones no las imitan.
La huella entre mis palmas
de la erosión,
de la sucesión de recuerdos
como posibles milagros
hechos caudal en lo paralelo
lejos del tacto.
Ni la adulación, ni la sombra
con la contorsión
que estas pupilas proyectan
en los planos de tu posibilidad
me precipitan en mi sitio.
El hábito de la excusa
justificando la obnubilación
del tiempo y la compresión de los
espacios, suplantando
como preciso reducto, el remedo
de la virtud,
pequeña coronación en sí misma.
En medio del desierto uno precisa
hablar en voz alta
superando el miedo a que alguien responda
Ésta es mi ventana,
reconocible para todos los ojos de todas las paredes,
y desde aquí mis gritos se vuelven ceniza en el camino por el aire.
Ésta es mi ventana,
cerrada en primavera en la que mis pasos me tienen rozando fantasmas,
y todos los inviernos han dejado brumas permanentes en el cristal,
barrera única de lo aciago.
Ésta es mi ventana,
a la cual el Sol concede su ocasional bendición para darse cuenta de su multiplicidad,
y aquí dentro los rayos de tus tristezas no dejan dormir.
Ésta es mi ventana,
que solloza constantemente por no hallar pares en los reflejos de todos los rocíos,
todos los mensajes que logran salir tienen como respuesta el eco.
Ésta es mi ventana,
y seguro que también la tuya, pero aún no sabes que observas.
Entregas anteriores:
Este corazón de fuego palpita inmerso en tu recuerdo
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona