¿Dónde quedan las víctimas?

17 noviembre, 2019

El tiempo dirá si la designación Rosario Piedra es tan solo un descuido o, como piensan sus detractores, una de las primeras decisiones autocráticas de AMLO. Pero, ¿no habríamos de empezar por garantizar liderazgos autónomos, capaces, independientes en las instituciones encargadas de revisar y atender la situación de violencia desmedida en el país?

Twitter: @luoach

Tenía un profesor en la universidad que decía que no hay nada más peligroso que un pendejo con iniciativa. Ante la designación de Rosario Piedra Ibarra como presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), a veces me pregunto si nuestro presidente toma todas sus decisiones calculadas al último detalle -como movidas de ajedrez- o si, por el contrario, su administración se basa en una serie de decisiones improvisadas que se toman sobre la marcha por impulso.

La semana pasada, después de rendir protesta como la siguiente presidenta de la CNDH, le preguntaron en el Senado a Rosario Piedra Ibarra qué pensaba hacer con respecto a las desapariciones y asesinatos de periodistas. Rodeada de reporteros, con un gesto de desconcierto, Piedra Ibarra respondió al cuestionamiento con otra pregunta: “¿Han asesinado periodistas?”.

La crisis de violencia contra periodistas en México no es nueva. El Comité de Protección a Periodistas (CPJ) ha nombrado al país como el más letal para los reporteros en el mundo y ha determinado que el índice de impunidad en los asesinatos, es decir, el hecho de que no se resuelvan, ha ido en aumento desde 2008. Después de su desafortunada pregunta, Piedra Ibarra reculó, diciendo que está consciente de que en pasadas administraciones la violencia contra periodistas había sido un tema crítico. Habrá que decirle a la nueva presidenta de la CNDH que el primer año de gobierno del presidente López Obrador va a cerrar como uno de los más letales para periodistas, con 10 asesinatos, de acuerdo con la Red de Periodistas de a Pie; una frecuencia de casi un asesinato al mes.

Va un botón de muestra: Veracruz es el estado del país con mayor número de periodistas asesinados. De acuerdo con cifras del CPJ, desde 2000 a la fecha, son 22 los reporteros y trabajadores de medios asesinados en el estado del sureste mexicano. De esos 22, en solamente cuatro casos existen condenas: todas ellas para asesinos materiales.

En el caso de Regina Martínez Pérez, se sentenció a uno de los dos asesinos materiales; al que ayudó a perpetrar el hecho, no al que lo cometió. No se estableció motivo. En el caso de Moisés Sánchez Cerezo, se encontró y sentenció a uno de los cinco sicarios implicados en el asesinato del reportero. No se encontró (¿se buscó?) a los autores intelectuales. En el caso de Ricardo Monlui Cabrera se sentenció al hombre, un sicario local, que le disparó dos veces en la espalda. Pero nada se dijo durante el proceso sobre los motivos para mandarlo asesinar. Finalmente, apenas la semana pasada, las autoridades veracruzanas arrestaron a un sospechoso del asesinato de Jorge Celestino Ríos Vázquez. No se sabe, hasta ahora, si es el autor intelectual también, pero sobra decir que es altamente probable que no lo sea. En ninguno de estos casos se ha establecido motivo o se ha encontrado a los autores intelectuales de los crímenes. No hay ningún indicio de verdad; no hay respuestas; no hay justicia. De los 18 restantes, donde ni siquiera se ha identificado a algún asesino material, ni hablar.

Cabe decir, por cierto y a fin de informar a la nueva presidenta de la CNDH, que el último asesinato en Veracruz, el de Ríos Vázquez, sucedió en 2019 bajo la administración del gobernador de Morena Cuitláhuac García Jiménez; fue uno de los 10 periodistas que han sido privados de la vida en el primer año del sexenio del presidente López Obrador. 

Me refiero a Veracruz porque es el estado más dramático en casos de asesinatos de reporteros, pero también porque es un ejemplo del resto del país en términos de obstáculos para la libertad de expresión, un campo minado entre corrupción de las autoridades locales y el alza del crimen organizado y la reinante impunidad que permite que seguir asesinado a periodistas sea tan sencillo.

Y es en la parte de la impunidad donde me quiero detener. De acuerdo con un informe de la Comisión Estatal de Atención y Protección a Periodistas (CEAPP) en Veracruz, que fue enviado a la fiscalía estatal para integrarse en la carpeta de investigación de dicho crimen, Jorge Celestino Ríos Vázquez publicó 27 notas periodísticas con fuertes críticas a 16 funcionarios públicos dentro del Ayuntamiento de Actopan. De éstas, 92% critican directamente al ayuntamiento y 77% al alcalde, José Paulino Domínguez Sánchez, por nombre. Sin embargo, en la detención de la semana pasada solamente se aprehendió a un hombre, presuntamente el autor material identificado como Facundo ‘N’. 

Al preguntar a activistas y empleados de la CEAPP sobre la falta de sentencias condenatorias en asesinatos de periodistas en Veracruz y, en particular, sobre la incapacidad de las fiscalías tanto estatales como federal, por encontrar asesinos intelectuales, la respuesta es siempre la misma: falta de voluntad política. 

Mucho se criticó sobre el nombramiento de la nueva líder de la CNDH. Sobre todo, y más allá de sus indignantes declaraciones, por las irregularidades del proceso de selección. Por ley, quien lidere la CNDH no puede haber desempeñado posiciones de liderazgo nacional o estatal para ningún partido político en al menos un año. Piedra Ibarra era, hasta la semana pasada, consejera nacional y estatal para Morena. Tal es la inconformidad ante la ilegalidad del nombramiento que más de la mitad de los integrantes del Consejo Consultivo de la CNDH renunciaron a su cargo honorífico como muestra de desaprobación.

Tras su nombramiento, Piedra Ibarra comentó que no quería que continuara la misma situación de impunidad. En sus palabras, “esa situación donde la comisión ha sido omisa a todas las situaciones de ciudadanos o colectivos en el país”, llamando al trabajo de la CNDH en sexenios anteriores una simulación.

Ante las claras (y justificadas) dudas sobre si Piedra Ibarra desempeñará un liderazgo autónomo o no, lo mejor (y lo mínimo) que la nueva presidenta podría haber hecho ante su designación, era mostrar una postura crítica (o al menos informada) ante el escenario de violencia que han sufrido los periodistas durante la administración del presidente López Obrador.

Más allá de las irregularidades con las que llegó al cargo, Piedra Ibarra asevera estar tranquila. Su discurso se basa en el deseo de realizar un trabajo efectivo al frente de la CNDH. Ojalá empiece por informarse sobre la situación del país y la crisis actual de violencia contra periodistas en México. Ojalá actúe de manera suficientemente autónoma para reconocer el discurso peyorativo del presidente ante la prensa. Ojalá alguien le muestre una lista con los nombres de los 10 periodistas asesinados en México durante 2019 e incluya en sus planes de trabajo la búsqueda de justicia para las víctimas. 

Regresando a López Obrador… ¿La designación ilegal de Piedra Ibarra es tan solo un descuido, quizá bienintencionado?; ¿una distracción, una metida de pata? ¿O es, como piensan sus detractores, una de las primeras decisiones autocráticas que muestran lo que está por venir? Solo el tiempo lo dirá, pero ya sea un pendejo con iniciativa liderando una serie de decisiones desarticuladas o un estratega maquiavélico y calculador, desmantelando las instituciones democráticas un escándalo a la vez, ¿dónde quedan las víctimas?

¿Dónde está el AMLO de campaña, el que prometió ser un gobernante de izquierda progresista que a partir del combate a la corrupción iba a mejorar la condición del país? ¿No habríamos de empezar por garantizar liderazgos autónomos, capaces, independientes en las instituciones encargadas de revisar y atender la situación de violencia desmedida en el país?

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Ha participado activamente en investigaciones para The New Yorker y Univision. Cubrió el juicio contra Joaquín El Chapo Guzmán como corresponsal para Ríodoce. En 2014 fue seleccionada como una de las diez escritoras jóvenes con más potencial para la primera edición de Balas y baladas, de la Agencia Bengala. Es politóloga egresada del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y maestra en Periodismo de investigación por la Universidad de Columbia.