Por primera vez en su historia, el gobierno mexicano otorgó asilo por razones humanitarias a un presidente. En una jornada complicada por la negativa de países sudamericanos a prestar su espacio aéreo, Evo Morales despegó de Asunción en las primeras horas de este martes rumbo a México.
Texto: José Ignacio de Alba y Vania Pigeonutt
Fotos: María Ruiz y Vania Pigeonutt
Evo Morales viaja ya a México en un avión de la Fuerza Aérea después de una larga jornada que se complicó por la negativa de naciones vecinas de Bolivia a prestar su espacio aéreo.
Tras una escala en Paraguay, ante el rechazo de Perú de dar permiso de sobrevolar su cielo, la aeronave en la que viajaba una comitiva de Relaciones Exteriores despegó a las 4.56 am (hora de Asunción) rumbo a nuestro país.
El avión que envió el gobierno mexicano estaba a punto de despegar a las 10 de la noche del aeropuerto de Chimore, Bolivia, pero tuvo que volver a la plataforma debido a que Perú le negó el uso de su espacio.
Finalmente logró modificar su plan de vuelo, después de que Paraguay le dio permiso para aterrizar en Asunción. Ahí realizó una escala de cuatro horas para abastecer combustible y seguir su destino a México.
Mientras, en Bolivia, militares realizan “operaciones conjuntas” con la Policía, después de que esa fuerza les informara que había sido “rebasada”
Morales dimitió el domingo, presionado por las Fuerzas Armadas de su país y después de que el Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos (OEA) acusara de irregularidades en el proceso electoral del 20 de octubre.
El gobierno de México declaró, a través del canciller Marcelo Ebrard, que no reconocerá a ningún gobernante que no sea emanado de un proceso legítimo.
La OEA sesionará este martes para analizar la crisis política en Bolivia.
Horas antes, por la tarde del lunes, en la embajada de Bolivia en México se dieron cita mexicanos y bolivianos. En medio de banderas multicolores, la de Bolivia, la mexicana, mantas y cartulinas que entre otros mensajes dicen: ¡Evo, México contigo, no estás solo!, sobresalía por su estatura el filósofo e ideólogo de izquierda Armando Bartra. Estaba junto a bolivianos, argentinos, uruguayos y peruanos; estudiantes, sindicalistas, feministas, vecinos. Académicos como él, otros activistas, exiliados de sus países; todos, coincidían que lo que ocurre en Bolivia es un golpe de Estado.
Eran las 5 de la tarde en la Ciudad de México y Bartra caminaba sobre los charcos que dejó la lluvia en la calle Goethe, donde en el 104 está la embajada de Bolivia en México. Es un noviembre de protestas. Los sonidos de un tambor perseguían al sociólogo mientras caminaba por la calle repleta. Sobresalía una bandera azul de la UNAM. Para Bartra, el golpe de Estado es derivado del miedo.
“Debemos estar unidos, México no está exento de la derecha fascista, de la derecha golpista. Es momento de organizarnos”, se escuchaba del altavoz. Llovía. Minutos atrás el embajador de Bolivia en México, José Crespo, había agradecido a los asistentes a la manifestación en respaldo a Evo Morales. Eran poco más de las 5 de la tarde.
La lluvia incesante ahuyentaba a unos cuantos. Los demás, al grito de: ¡El pueblo unido jamás será vencido!, ¡Bolivia, aguanta, el pueblo se levanta!, se refugiaban en sus paraguas que vistos de lejos abonaban con más colores a las banderas, entre ellas la de Wiphala. Siete colores repartidos en 49 cuadraditos. En la tradición aymará –un pueblo originario de los países andinos, entre éstos Bolivia–, esta bandera significa la voz de triunfo.
#EvoElMundoEstaContigo, #NoAlGolpeEnBolivia, Observatorio de Derechos Humanos de los Pueblos, rezaban mensajes de apoyo de cartulinas portadas por decenas de personas y sus organizaciones. Habían algunos políticos del partido del presidente, Andrés Manuel López Obrador, como la senadora Citlali Hernández; también, representantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).
Las voces de participación iban en el mismo tono. “Estamos bajo la lluvia haciendo frente a la derecha de todo el continente. Evo Morales viene para acá, será recibido, pero en su país los compañeros se van a enfrentar a bandas silenciadas por el imperialismo”.
La muchedumbre alborotada festejaba a ritmo de tambores. México recibe a Evo Morales acogido a su tradición de dar asilo a personajes perseguidos. Ya el presidente Lázaro Cárdenas del Río le había dado asilo a León Trotsky, a refugiados de la guerra civil española; cubanos, venezolanos, chilenos, se han refugiado en México.
En las cartulinas en los edificios contiguos a la embajada, parcialmente cubiertas por policías de la Secretaría Ciudadana de la Ciudad de México, se leía: «Alto al golpe de Estado en Bolivia. ¡Solidaridad internacional”, Izquierda socialista.
Luego, de una cartulina amarillo con verde, los colores de la bandera boliviana: “el golpe de Estado en contra del presidente Evo Morales fue organizado por la derecha fascista boliviana y el imperialismo estadounidense; ejecutado por el jefe de las fuerzas armadas William Kalimán y el jefe de la policía Vladimir Yuri Calderón”. Otros mensajes durante el mitin: “Golpistas, narcos, afuera”, “¡Revolución socialista!”.
«Evo, no estás solo ¡Carajo!», desfilaba sobre la calle Goethe más gente en respaldo a Bolivia. Bartra ha encontrado un sitio cercano a los árboles ficus, para fijar una posición.
“Esto no es una ofensiva de la derecha a nivel continental que muestre el poder y su dominio, sino que es una muestra del temor que siente la derecha, el temor que siente el imperialismo, el temor que sienten los reaccionarios en este continente por el contrario lo que hay es que han avanzado las izquierdas o los centros izquierdas o los gobiernos progresistas”, sentenció.
El autor de Campesindios: aproximaciones a los campesinos de un continente colonizado sabe de lo que habla. Ha dedicado casi toda su obra a darles clases a los campesinos, a los indígenas, que como en Bolivia fueron representados durante casi 14 años, por Evo Morales.
“La oligarquía que no había desaparecido de Bolivia seguía dominando los departamentos de la media luna. Por otro lado, el imperialismo. La derecha interna, una derecha fascista, racista, desde todos los puntos de vista, que es la que hoy está persiguiendo y acusando a los dirigentes sociales, a los funcionarios públicos destacados y a los que resisten en Bolivia”, indicó.
“El temor de que aquí en México gobierne un gobierno de izquierda, a que en Argentina va a gobernar un gobierno de izquierda, a que en Chile está levantado el pueblo contra un gobierno de derecha; a que en Ecuador está levantándose el pueblo contra un gobierno de derecha, a que las mujeres de América Latina, la ola verde, están rebelándose por la defensa de sus derechos; a que incluso en Colombia el gobierno fascista de Iván Duque, que ha ganado en las elecciones locales, tanto Bogotá, como Medellín; en América Latina va avanzando la izquierda y no la derecha”, agregó.
El embajador Crespo salió en dos ocasiones para lo mismo: agradecer las muestras de solidaridad con su país y presidente.
“Agradecemos al pueblo mexicano que ha tenido la buena actitud latinoamericanista de recibir, e invitar al presidente Evo. En su caso pueda estar acá en México, ellos dirán el día en que viene, la hora en que viene, si viene en avión o en camión”, dijo tajante.
José Crespo ya no salió hasta la calle de la manifestación. A pocos metros, estaba Pablo Mansilla, hijo de Jorge Masilla, ex embajador de Bolivia en México. También una mamá de unos 70 años con su hijo de 40, que dijeron que sí son bolivianos, pero prefirieron no hablar. Por miedo de sus familiares.
Walter Martínez, exiliado desde hace 40 años en México, tras la dictadura en Uruguay, su país de nacimiento, hizo un recuento de lo ataques a los gobiernos de izquierda en Amércia Latina durante este siglo: «ya hubo un golpe de Estado contra Evo Morales en 2008, también hubo en Ecuador en 2010, en Honduras cuando derrocaron al presidente, y en Brasil, fue un golpe blando a la compañera Dilma, luego llevaron a Lula preso”.
En su opinión, cuando no se pueden dar golpes “blandos” como esos, la oligarquía prefiere la violencia y habrá que estar preparados. Justifica que muchos bolivianos, incluso viviendo en México, no quieren ser visibles: sus familias están en Bolivia y para ellos puede ser peligroso.
A la medianoche de este lunes, en el hangar presidencial sólo los periodistas esperaban la llegada de Evo Morales, de hecho no sabían si esperaban. La llegada del avión de la Fuerza Aérea mexicana aún estaba en Paraguay, porque las autoridades peruanas no dejaron entrar al asilado.
Desde las ocho de la noche, una veintena de periodistas esperaban lo que ocurrió hasta las mañana del martes.
Las autoridades mexicanas no informaron el itinerario del vuelo, en lo que más bien pareció un lento escape hasta el refugio que sería México. Pero en el mismo país no todos los ánimos eran de regocijo y acogimiento. Al menos los ánimos en las redes sociales estuvieron caldeados, el racismo se coló con lacerantes comentarios. Otros dieron la bienvenida calurosa en 280 caracteres.
Mientras en el aeropuerto el frío calaba y los periodistas se formaban por si los dejaban pasar al desusado hangar presidencial. Lo único que se sabía de Evo Morales era una fotografía publicada por el canciller Marcelo Ebrard. En el retrato aparecía Evo solitario en un jet del gobierno mexicano camino a México.
Morales posaba sentado en uno de los apoltronados asientos. El hombre forzaba una sonrisa también con cansancio. El espacio parecía solitario. Él lucía aturdido, despeinado. En el descansabrazos, una botella de una bebida hidratante y una servilleta hecha bolas.
El fondo del avión lucía oscuro, con todos los asientos desocupados. En las manos el hombre tendía la bandera de México, que a partir de hoy será su nueva residencia.
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