Un poema de Eduardo Sierra Romero
Por: Eduardo Sierra Romero
Imgenés: Duilio Rodríguez
Es mi mano sobre el pecho de tu Venus,
es mi manto sobre la noche de tu cabello,
de mi suelo corrugado surges en danza,
mi viento lleva a las flores a
arremolinarse alrededor de tu ritmo.
El más sacro tornado ritual.
La naturaleza se transfigura en transparencia
y sus colores tornan palidez sobre tu piel,
manantial de todas las mareas
que pretenden alcanzar La Luna.
El reposo de las almas hasta que
diriges tu sonrisa, en el palacio de jade
se refleja toda su soledad en tus
pausas. Y no hay
Jerusalén para tus asedios.
Mis soldados más valientes se han tirado
al mar dentro de tu boca, y desde
mi pequeño naufragio–salvavidas ruego
por la apertura que me deslice a tu
tu tacto, que me enreda en tus extremidades.
No estará aquí para dar la vuelta
el hilo de plata que ahoga las
gargantas cuando rigen falsas promesas.
Todo el tarot gira en torno a sí mismo
y falla en reflejar nuestra sombra sobre
el agua. Fénix dentro de fuego, fuego dentro
del ave, renacen las cenizas.
Qué tantas revoluciones cuelgan del meñique
que cuelga de la mano que cuelga del cielo,
y que el cielo se cuelgue de ti.
Un momento después, en el discurrir de
lo hirviente, el mismo pecado, y la espera.
En el vago andar del cante, canta La Luna,
ciega de tus pasos, provocadora de incendios
y humedad en la mirada.
Oscuros en mi mano, palpamos lo invisible,
revolucionario en lo triangular interior, causo terremotos,
de la mano, del manto, del suelo y del viento
apenas surge mi figura para reconocerte.
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Poeta y periodista. Me interesa el autoconocimiento y la exploración intuitiva de la realidad desde la perspectiva espiritual.
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